Basándose en el esquema de El libro de la selva (de ahí el homenaje en el título), Neil Gaiman nos cuenta la historia de Nadie Owens, un niño que crece en un cementerio bajo el cuidado de los muertos que allí descansan. La novela se compone de una serie de aventurillas bastante graciosas y muy bien resueltas por el autor, y de un hilo principal que une la trama y que comienza con el asesinato de la familia de Nad. El argumento es entretenido, con un final trepidante, pero lo mejor del libro es el mundo que se genera en torno al cementerio y el impecable estilo al que Neil Gaiman ya nos tiene acostumbrados.
Por su original ambientación y el detallado mundo que recrea, por la magnífica prosa de Neil Gaiman y por el suspense del desenlace, El libro del cementerio gana en la categoría de mejor novela extranjera independiente de El Templo de las Mil Puertas.
Parece que las adaptaciones están en auge: versiones de los cuentos tradicionales o de los clásicos, en este caso de El conde de Montecristo. Airman está ambientado en la época de los grandes avances en la industria aeronáutica, de los globos aerostáticos y los primeros aviones, y se desarrolla en un archipiélago cercano a Inglaterra que contiene una gran mina de diamantes. Desde pequeño Connor se muestra como un niño curioso, aventurero, excepcionalmente inteligente e ingenioso. Esto le lleva a encontrarse en el lugar equivocado en el peor momento, viéndose parte de una red de intrigas palaciegas y creándose un peligroso enemigo que no le permitirá escapar con la verdad. Eoin Colfer recupera el género de aventuras en el que se mueve con comodidad, pero echamos de menos su habitual sentido del humor. Lo peor de la novela: su final abrupto, que se hace especialmente evidente si conoces la historia de El conde de Montecristo. Lo mejor: el mundo que crea, una especie de siglo XIX idealizado y elegante.
Halli vive en un mundo marcado por el miedo a los trows y la admiración a los héroes que lograron mantenerlos a raya. El valle que habita su pueblo se le queda pequeño y quiere tener una vida emocionante como la de los antiguos héroes, pero tal vez las aventuras no sean tan deseables ni los héroes tan dignos de admiración. Jonathan Stroud crea un mundo con un ambiente medieval pero muy original que destaca sobre las demás novelas publicadas este año. La historia está llena de humor e ironía y se desarrolla con un leguaje ágil, pero la novela pierde ritmo en algunos puntos y las desgracias del protagonista llegan a hacerse un poco pesadas. Por su originalidad y su particular estilo, creemos que merece estar entre las mejores novelas extranjeras sueltas de este año.
Malorie Blackman nos presenta una sociedad en la que los negros son la clase dominante y los blancos la trabajadora. En esta sociedad marcada por la desigualdad, Callum, un niño blanco, y Sephy, una niña negra, crecen juntos e, irremediablemente, se enamoran. A partir de ahí la novela pierde originalidad y cuenta lo mismo que se podría contar sin haber invertido la situación en la sociedad de blancos y negros que, por cierto, corresponde más a principios del siglo XX que al XXI (a pesar de que la ambientación de la novela es propia del XXI). Es una lástima que la autora no haya podido explotar más el interesante planteamiento con el que comenzaba, pero creemos que el libro merece la pena por lo bien escrito que está y por sus protagonistas: Callum y Sephy tienen una personalidad arrolladora que llena la novela y consigue que el lector se involucre completamente.