Dijo el gnomo feo que es amante de las boinas y las letras, y también muy buen amigo del pitufo. Buscaba gamusinos en los bosques más recónditos cuando un silfo le guiñó y le pidió que le siguiera. Le condujo hasta El Camino, le advirtió que era el momento y allí lo dejó solo a la suerte de los vientos. Al remate de la senda, el regalo de los duendes: la novena puerta de El Templo de las Mil, un fantástico incidente del que se resiste a despertar.