De pequeña quería ser buscadora de seres fantásticos y resultó que no tenía que hacer las maletas para ello… algo muy conveniente porque, a pesar de lo que mi corazón romántico quiera creer, no soy una aventurera intrépida. En la adolescencia supe que me había enamorado irremediablemente de las palabras, por volubles y caprichosas que fueran. Ahora tengo la suerte de vivir rodeada de historias y estar dando los primeros pasos para hacer de ellas mi profesión, pero como ni así me canso, se me ha abierto una inesperada puerta para que siga hablando de lo que me apasiona también en mi tiempo libre.