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Reportaje central

Lectorum: la casa de la literatura hispana en Estados Unidos

El Templo #83 (agosto 2021)
Por Gabriela Portillo
1.500 lecturas

El Instituto Cervantes prevé que Estados Unidos se convierta en el segundo país del mundo en número de hispanohablantes en 2060, solo por detrás de México. Casi uno de cada tres estadounidenses serán hispanos. Tanto primeras como segundas y terceras generaciones de inmigrantes latinos han contribuido a que por las calles de la mayor potencia mundial se oiga a menudo el español, pero ¿con qué frecuencia se encuentra por escrito?

Literatura hispana en Estados Unidos

Cada vez es más común encontrar autores latinos entre las novedades editoriales que nos llegan de allí. En muchas ocasiones, tratan precisamente la experiencia de diáspora, la adaptación a un nuevo entorno o la mitología procedente de sus países de origen —ejemplo de ello son Romina Garber, a la que entrevistamos en este número, Elizabeth Acevedo o Aiden Thomas—. Sin embargo, estos autores suelen escribir en inglés, aunque dominen ambas lenguas, y así se publican sus libros allí.

Tampoco se encuentran con facilidad libros traducidos del español al inglés. El porcentaje de obras traducidas en el mercado de habla inglesa es irrisorio; algunas fuentes calculan que se encuentra por debajo del 10 %. Nielsen, por ejemplo, hablaba de un 5,5 % en 2018. ¿Cómo acceden, entonces, los lectores hispanos a esta literatura? ¿Existe interés por su parte? Nos hemos puesto en contacto con Alex Correa, presidente de la mayor distribuidora de libros en español de Estados Unidos, Lectorum Publications, para ahondar en la cuestión.

Lectorum nació en 1960 como la primera librería especializada en español de Manhattan, con ilustres visitantes como Borges, Sofía Vergara o Antonio Banderas. Con el tiempo pasó a convertirse en lo que es hoy, en su sesenta aniversario: un híbrido de distribuidora y editorial. Alex nos cuenta que los libros que más se venden son traducciones al español de novelas ya conocidas e importantes en lengua inglesa y, respecto a la literatura hispana, las obras de auto- res muy reconocidos de Latinoamérica. Los estados más lectores de español son California, Texas, Nueva Jersey, Illinois, Utah y Oregón, que coinciden con aquellos que tienen mayor población latina.

Pero no es la literatura adulta la que sobresale en las ventas: la LIJ ocupa el puesto de honor.

El caso de la literatura infantil y juvenil

El principal cliente de Lectorum —y, por tanto, consumidor de libros en español en Estados Unidos— son los colegios y bibliotecas. Por eso, la distribuidora se ha especializado en literatura infantil, aunque trabaja también con novelas juveniles. «Somos muy reconocidos entre estas instituciones por nuestro proceso de selección de libros», señala Alex. Los editores valoran con rigurosidad las cualidades literarias de los textos, así como la calidad de las ilustraciones en los álbumes. Todas las semanas reciben paquetes con las novedades de las editoriales con las que trabajan; leen cada obra con minuciosidad (¡casi mil al año!) y hacen una selección para poner a la venta. Entonces solicitan a la editorial correspondiente una cantidad estimada de ejemplares, que esperarán en el almacén su turno.

Para comunicar su inventario crean un catálogo anual destinado a los centros, muy elaborado y extenso. En él presentan cada libro en inglés y hacen recomendaciones sobre su lectura. Además de divisiones por edad, especifican otros detalles como la temática (ciencias naturales, educación socioemocional, etc.) o el idioma original en el que fueron escritos, con una sección dedicada a los autores latinos. Aunque existe una versión digital, los colaboradores suelen recibir la versión en físico del catálogo, que ocupa más de doscientas páginas.

A partir de esa guía, son las instituciones las que seleccionan los libros de su interés y encargan varias copias para repoblar sus estanterías. Es decir, los pedidos suelen ser de una cantidad considerable y las compras de particulares son menos comunes. Como muestra, el pódium de clientes se compone de los departamentos de educación de las ciudades de Nueva York, Los Ángeles y Chicago. Por eso, hay empleados dedicados a las relaciones con colegios, otros con bibliotecas y también con librerías, así como un servicio de atención al cliente, sin olvidar los que se encargan de las relaciones con las editoriales.

Desde Lectorum se realizan también los envíos a todo el territorio estadounidense. La logística es compleja, de modo que el almacén y los operarios bullen siempre de actividad. La cadena de embalaje es clave para que los libros crucen el país sin un rasguño. No obstante, en ocasiones entra en escena un intermediario previsible: Amazon. Gracias a los contratos de exclusividad de Lectorum con ciertas editoriales, el gigante no puede vender cualquier libro en español en territorio americano. Antes deben comprárselo a la compañía. Ocurre lo mismo con las grandes librerías, como Barnes & Noble, que suelen tener pequeñas secciones en otros idiomas.

En cuanto a los superventas de la casa, se compran indistintamente novelas y libros de no ficción, pues el objetivo principal es aprender español. Los lectores ya no son solo latinos, nos cuenta Alex, sino también estadounidenses: «En los últimos años y gracias al aumento de programas bilingües, los mismos estudiantes americanos son quienes están aprendiendo español en la primaria». Por este motivo, predominan ediciones más «todoterreno», de tapas blandas y precios asequibles. Uno de los títulos más pedidos, por ejemplo, es El dador, de Lois Lowry, casi un clásico en los institutos.

El sistema educativo en Estados Unidos está bajo una vigilancia continua. Los padres someten a escrutinio lo que estudian sus hijos y pueden denunciar a los profesores que seleccionan las obras, así que las normas de publicación son muy estrictas: nada de palabrotas, drogas o violencia explícita en los libros para niños. Tampoco se aceptan los desnudos ni ningún tipo de discriminación, como las representaciones caricaturizadas de colectivos minoritarios. Esto hace que los trabajadores de la editorial lean cada libro que les llega y descarten los que no cumplen los criterios. La censura se aplica tanto al texto como a las ilustraciones, pero solo para el público infantil. A partir de secundaria, ya no se controla.

Además, Correa nos cuenta que «algunos sistemas educativos prefieren no utilizar libros con el castellano de España, ya que difiere un poco al latinoamericano; hay palabras y expresiones que sencillamente no se entienden». Imagina qué pensarán esos lectores cuando vean el verbo «coger» en cada frase o la palabra «culo», tan típica en nuestros libros infantiles, que en América Latina resulta extremadamente vulgar. En casos puntuales, en la editorial se encargan de adaptar algunos textos a su público: se trata de una edición ligera, para casos pactados, generalmente de best-sellers con traducción española. Eso sí, lo habitual es que los ejemplares se distribuyan tal cual se importan del país de origen. En torno al 80 % de libros provienen de España; también tienen acuerdos con editoriales de México, Colombia y Argentina, y a veces reciben libros de otros países como Chile, Guatemala o Uruguay.

Y eso no es todo: como te adelantábamos antes, Lectorum también edita sus propios libros. Ha llegado el momento de recuperar una de nuestras secciones, «La editorial por dentro», para mostraros cómo es una editorial en Estados Unidos.

Lectorum por dentro

En los años 70, Lectorum se trasladó del local en Nueva York a una nave comercial en Nueva Jersey. La librería cerró y necesitaban un espacio más amplio para guardar los libros que llegan desde otros continentes y distribuyen después por todo el país. En total, calculan que almacenan en sus cuatro mil metros cuadrados de superficie unos veinte mil títulos y cerca del millón de copias.

Como editorial, se encargan sobre todo de traducir al español —a veces, en primicia— libros ya famosos en el mercado anglosajón, como la serie de La casa del árbol, de Mary Pope Osborne, o la obra de Patricia Polacco. En el proceso surge la problemática de los dialectos hispanos: ¿cómo se resuelven los conflictos de vocabulario y las diferen- cias de nivel? Alex asegura que buscan el español más neutral posible y, para ello, aprovechan la multiculturalidad de la empresa: «La traducción siempre resulta ser un proceso bien divertido, acudimos a consultar continuamente a nuestros propios empleados, que son una buena representación de la mayoría de países de Latinoamérica. En este proceso aprendemos muchas palabras y expresiones que cambian de país a país, es un proceso ameno y de aprendizaje». Siempre hay debate en las palabras más inesperadas, como maíz (España), elote (México), choclo (Argentina, Uruguay, Chile, Perú y Ecuador), jojoto (Venezuela) o mazorca (Colombia), y si nos metemos con las «palomitas» ya no acabamos nunca. Pero al final se consiguen «unas traducciones que se leen y entienden fácilmente por parte de todo lector de habla hispana».

Al ver el interior de las oficinas, no es de extrañar esa cercanía entre trabajadores: están abiertas a un espacio común, cuentan con un comedor donde los empleados comparten las batallitas del fin de semana en un afinado spanglish y los viernes son día de bagels, el famoso pan de Nueva York. Quizás el truco está, como dice Eida del Risco, traductora y colaboradora en Lectorum, en que «trabajar entre libros hace a la gente más agradable».

El futuro, the future

En Lectorum coinciden con el pronóstico que te adelantamos al principio del reportaje: «En Estados Unidos la población de hispanohablantes ha aumentado considerablemente, pero además la población de estudiantes americanos que están aprendiendo español también está creciendo, y consideramos que esta es apenas la punta del iceberg. Veo en Estados Unidos una población, en su mayoría bilingüe, en unos veinte años», afirma Correa. El estudio del Instituto Cervantes resalta que el número de estudiantes de español en Estados Unidos asciende ya a 22 millones y crece cada año.

Queda por ver si esos estudiantes mantendrán el interés en leer en español más allá del ámbito académico. Para Alex, disminuye a medida que crecen: «los jóvenes adultos (YA) leen, pero en su gran mayoría prefieren hacerlo en inglés». En su opinión, la solución pasa por ofrecer «un muy buen material literario que los invite a leer en su lengua natal». Ese valor añadido puede venir, precisamente, del acceso a una literatura inédita en inglés —recordemos el bajo índice de traducciones; el castellano ni siquiera está entre los primeros puestos—, que recoge la herencia latina, las experiencias de muy diversas culturas hermanas. Títulos como El flamboyán amarillo, de la puertorriqueña Georgina Lázaro, de- muestran que con los niños funciona.

Uno de los fenómenos más efectivos para la promoción de la lectura en la actualidad son las ferias y convenciones, que permiten reunirse a las comunidades lectoras. Las más grandes y multitudinarias se encuentran en Estados Unidos, y Alex nos traslada que suelen incluir una sección para los distribuidores de libros en español que «crece cada vez más». En Lectorum, además, cuentan con programas de donación de libros para ayudar a sectores desfavorecidos de la población a través de historias en su lengua materna.

En definitiva, parece que a la LIJ hispana le espera una larga y próspera vida, además de un gran potencial todavía por desarrollar. La booktuber más grande del mundo, Claudia Ramírez (en su canal Clau Reads Books), crea contenido íntegramente en castellano, y las comunidades y ferias de LIJ (como la FILIJ de Ciudad de México) son de las más apasiontes del mundo. Quién sabe si en unos años veremos a autores estadounidenses de literatura juvenil publicar directamente en castellano; por el momento, nos quedamos con que la comunidad crece y se extiende por el mundo.