Hace unos días recibimos en el correo una misteriosa invitación que nos citaba el 21 de junio en un enclave muy especial: el Cereal Talent Café ubicado en Ópera, en pleno centro de Madrid. Con el reclamo de unos cereales para merendar y la mención a Ana Alonso y su último libro, decidimos acudir al encuentro.
Oxford University Press nos había convocado allí para presentarnos una nueva saga: Luna y los Incorpóreos. El evento contaba con la presencia de Ana Alonso, la autora; Miriam Vázquez, editora del proyecto; Cristina Escobar, responsable de marketing, y el desarrollador de la parte transmedia.
Luna y los Incorpóreos, al igual que Odio el rosa, cuenta con un sistema digital que complementa la historia que nos cuentan las novelas. En este caso, se trata de una aplicación para Android e iOS (JamChat) donde el lector puede escanear unos símbolos secretos esparcidos en sus páginas, que le permitirán acceder a chats entre los protagonistas y llamar por teléfono a alguno de ellos.
La saga cuenta la historia de Luna, una joven cuyo mejor amigo tiene una peculiaridad: es un fantasma. Al misterio de descubrir el pasado del personaje se suma el hecho de que cada volumen revisita un momento histórico. Los tres primeros títulos son Las máscaras de Omega, La rosa de cristal y El árbol sagrado, donde se muestran tres lugares espectrales del pasado: respectivamente, una polis griega, la Escuela de traductores de Toledo y el Tenochtitlán del final de la civilización azteca.
Además, los allí presentes pudimos participar de una elección muy particular: la del nombre del protagonista de un futuro libro de la saga. Con la pista de saber que ocurriría en la prehistoria, propusimos varios nombres de los que la propia autora eligió tres para nuevos personajes.
Tras una emotiva despedida donde el equipo editorial le regaló a Ana un ramo de girasoles (por las metas y sueños que se cumplen), la autora pudo firmarnos Las máscaras de Omega y desearnos una buena lectura de esta nueva aventura.
En El Templo hay puertas que conducen a universos paralelos, pero también las hay que abren paso a lugares de nuestro mundo. El 11 de junio cruzamos una de las segundas; una que olía a pan recién hecho, a revolución y, según el olfato de los más románticos, también un poco a amor. París, la ciudad de la luz, acogió la semana pasada la conferencia de cierre de Transbook, un proyecto que lleva cuatro años trabajando para conectar a personas relacionadas con la literatura infantil en toda Europa.
Nada más recibir la invitación, nuestras corresponsales, Natalia Aróstegui y Nuria de Andrés Masa, se pusieron en marcha, dispuestas a aprender todo lo posible sobre el proyecto (y a probar algún que otro cruasán por el camino, claro). La conferencia tuvo lugar en el Hotel de la Industria, situado a menos de quince minutos del emblemático Museo del Louvre, y en ella participaron los embajadores de los países implicados.
El proyecto Transbook nace motivado por diversos aspectos. De entre ellos, cabe destacar, en primer lugar, el interés de los especialistas por analizar el papel que desempeña el arte dentro de la literatura infantil con los nuevos soportes digitales. Para ello, uno de los principales objetivos del proyecto ha sido darles oportunidades a los artistas y proporcionarles los medios necesarios para que su trabajo traspase las fronteras de su país y para que tengan la posibilidad de intercambiar experiencias con otros expertos. En este sentido, el carácter europeo del proyecto ha sido especialmente importante. Por otro lado, también se ha fijado la meta de crear una red de contactos sólida que se preocupe especialmente por el enfoque digital de la literatura infantil. De este forma, Transbook se presenta como un conjunto de iniciativas y de proyectos que busca analizar la figura de la literatura digital destinada a los niños dentro de un contexto europeo.
La jornada comenzó con Céline Bodin, coordinadora del proyecto, presentando a cada uno de los países participantes y explicando cuál había sido su papel a lo largo de estos cuatro años. Durante los minutos de bienvenida, se insistió en que el principal motor que había unido a todas estas personas es la pasión por la literatura infantil de calidad. Una vez hechas las presentaciones, los representantes de cada país abordaron juntos la estructura, motivaciones y finalidad del proyecto en torno a tres bases: las cuestiones económicas del mismo, la carrera de los creadores (y, sobre todo, cómo impulsarla con nuevos proyectos relacionados con lo digital) y la mediación entre todas las partes del sector.
Francia, país anfitrión, desempeña un papel fundamental en el desarrollo de Transbook, y ha estado representado a lo largo de todo el proyecto por la feria del libro infantil de Montreuil. Sylvie Vassallo, la directora del Salon du livre, fue la encargada de explicar todas las acciones impulsadas por el país galo durante los cuatro años de desarrollo de Transbook. Por parte de Alemania, el proyecto ha contado con el apoyo de la Europäische Kinder-und Jugerndbuchmesse, que impulsa actividades como The European Children’s Book Fair y que destaca por tender puentes entre la literatura infantil alemana y la francesa. Gerhard Jäger fue el representante belga, que acudió a la conferencia para explicarnos el proyecto ABC (Art Basics for Children), centrado en la vertiente educativa: gestiona actividades artísticas destinadas a bibliotecas, colegios, centros culturales, prisiones y campos de refugiados.
España es otro de los países implicados, y ha estado representado a lo largo de estos cuatro años por la revista Tantágora. Su directora, Roser Ros, explicó las acciones más significativas impulsadas por esta revista e incidió en la importancia de los laboratorios creativos, que ponen en contacto a profesionales del sector con estudiantes o con artistas que están empezando su carrera. La participación de Italia, por su parte, viene dada por la asociación cultural Hamelin, que, tal como explicó Ilaria Tontardini, una de sus integrantes, está muy vinculada a la feria del libro de Bolonia y actuó de intermediaria entre esta y el proyecto Transbook. Respecto a Eslovaquia, Miroslava Vallova fue la encargada de representar al Literárne informaçné centrum, un organismo creado por el ministerio de cultura eslovaco que gestiona proyectos de investigación centrados en la literatura del país con el objetivo de favorecer la proyección internacional de su producción literaria. Por último, Reino Unido estuvo representado por la editorial Nobrow, especializada en cómic y novela gráfica. Sam Arthur, uno de sus cofundadores, explicó las particularidades de su catálogo y los proyectos que respalda la editorial.
El objetivo de esta conferencia de cierre ha sido echar la vista atrás para estudiar de manera conjunta el camino recorrido, comenzando por las cuestiones económicas del proyecto. Sam Arthur fue el encargo de explicar cómo se percibe el enfoque creativo de lo digital desde el punto de vista de las editoriales. Para ello, centró su intervención en la importancia que tiene el paso del libro en físico al formato digital y en el papel que pueden desempeñar en el futuro las apps basadas en libros. Según Arthur, uno de los factores que se deben tener en cuenta tiene que ver con la captación de lectores y, por tanto, el diseño tiene una función clave tanto en los libros físicos como en formatos digitales. Al hilo de ello, el cofundador de Nobrow nos puso un ejemplo muy claro de las diferencias que puede suponer un formato digital: mientras que un libro físico tiene un plazo limitado para estar en librerías y, por tanto, captar la atención de un comprador, lo digital puede despertar el interés del lector a largo plazo.
El segundo punto de la jornada abordó las diversas estrategias adoptadas por Transbook para impulsar la carrera de jóvenes artistas en el ámbito europeo de la literatura infantil. La primera intervención de este bloque corrió a cargo de Roser Ros, de Tantágora, que nos habló del interés que ha mostrado el proyecto Transbook y la revista Tantágora por el aspecto académico y educativo de los creadores y cómo se puede enriquecer esta vertiente a través de la creación de laboratorios creativos destinados a jóvenes artistas. Esta idea se materializa, por ejemplo, en el FLIC Festival de Barcelona, un encuentro de literaturas y artes infantil y juvenil organizado por Tantágora que se encarga de poner en contacto a estudiantes y artistas jóvenes con editores de distintos países a través de presentaciones o concursos. Ilaria Tontardini, por su parte, centró su intervención en la relevancia del papel de la feria de Bolonia, que desde 2016 incluye en su programa los encuentros organizados por Transbook. Eslovaquia, por su parte, mostró un ejemplo de cómo esta iniciativa se ha materializado en resultados reales a través de la carrera de la ilustradora Daniela Olejnikova. Miroslava Vallova, la representante eslovaca, además de enseñarnos parte del trabajo de Daniela, nos explicó que la ilustradora se incorporó al programa de movilidad impulsado por Transbook a través del Lit Centrum eslovaco. Desde entonces, el trabajo de Daniela ha despertado el interés de editores de distintos países europeos gracias a su presencia en distintos eventos del sector en lugares como Londres, Saarbrücken o Bolonia. Gracias a la relevancia que ha tenido su trabajo, muchos otros ilustradores eslovacos han conseguido incorporarse a esta red de contactos. La ilustradora Julie Stephen Chheng, que intervino personalmente en la conferencia, supone otro de los ejemplos de resultados reales de este bloque de iniciativas. La ilustradora, además de enseñarnos parte de sus proyectos, como el libro-app La pluie à midi, nos ofreció el punto de vista de los artistas y nos explicó su experiencia personal contando con el apoyo de Transbook durante años.
Por último, el tercer punto de interés se centró en la mediación entre todos los agentes que intervienen en el proceso. Para empezar, se insistió en que la literatura siempre ha sido un acto de comunicación muy interactivo, incluso antes de la llegada de las tablets. Por esta razón, es importante no descuidar el factor comunicativo del proceso. A modo de ejemplo, Gerhard Jäger, representante de Bélgica, compartió con nosotros algunas de las iniciativas impulsadas por ABC, muy centradas en determinar el público objetivo de un tipo de libro y buscar los medios idóneos para dirigirse a ellos además de subrayar la vertiente comunicativa de la literatura a través de proyectos de fomento de la lectura en bibliotecas, colegios o campos de refugiados. Una de las reflexiones a las que se llegó en este bloque es que la tablet, a pesar de la posible reticencia por parte de los padres, debe actuar como una herramienta para fortalecer la interacción en la lectura.
Para concluir la conferencia, se pidió a cada uno de los embajadores que destacaran un aspecto de Transbook que, después de estos cuatro años, consideran especialmente importante. Para Miroslava Vallova lo más relevante ha sido concienciarse acerca de las particularidades de las tradiciones artísticas de cada uno de los países que han intervenido en el proyecto y, sobre todo, conocer los medios que se han de emplear para enriquecer el intercambio entre ellas. Sam Arthur también insiste en el concepto de intercambio; esta vez aplicado a las distintas ideas que se planteen con el objetivo de generar otras nuevas. Roser Ros, por su parte, cree que compartir y conocerse los unos a los otros ha sido algo clave en el desarrollo de Transbook; para ella, es importante ver cómo conciben los demás el mundo editorial, así como hacerse preguntas, pero, sobre todo, encontrar respuestas. Illaria Tontardini coincide en la importancia de plantear preguntas, y añade que también es muy enriquecedor plantear respuestas distintas a las mismas preguntas. También de esta opinión es Gerhard Jäger, que incide en la necesidad de recolectar las ideas particulares de cada uno para dar la mejor respuesta posible a las preguntas que nos planteamos. Para Sylvie Vassallo, lo más importante ha sido haber creado un espacio que tenga relevancia tanto en el ámbito de la literatura infantil como en el contexto europeo en el que se enmarca. Pietro Fatrini acudió también a la conferencia en representación de la Comisión Europea, órgano que respalda Transbook, y se encargó de cerrar el acto destacando la calidad del proyecto e incidiendo en lo mucho que merece la pena que Europa invierta en este tipo de proyectos.
El punto final lo puso un agradable catering en el que los asistentes pudimos intercambiar impresiones y opiniones antes de volver a nuestros países de origen. Desde El Templo queremos agradecer a Transbook la oportunidad de asistir a un evento tan enriquecedor que, de nuevo, demostró una de nuestras verdades preferidas: la literatura no entiende de fronteras de ningún tipo.
Estamos locos.
Así rezaba el lema que podía leerse en los carteles del Teatro Nuevo Apolo el pasado 31 de mayo. Con motivo de la entrega de los premios Edelvives 2018 se reunió a más de mil personas entre colaboradores, editores, autores y otros integrantes del mundo literario. Seguramente ninguno de ellos esperaba lo que ocurriría en el interior del teatro.
La velada comenzó al modo tradicional: Rosa Luengo, directora de creación editorial, ejerció como presentadora y recibió en el escenario al director de la Fundación Edelvives, Juan Pedro Castellano, responsable de la campaña contra el abuso sexual infantil. Se proyectó un vídeo en el que numerosos rostros conocidos apoyaban dicha campaña, bajo el lema #notecallescuentalo.
A continuación, se procedió a la entrega de premios. El XVIII premio Ala Delta recayó en Patxi Zubizarreta por la obra ¡Corre, Kuru, corre!, una fábula moderna con una jirafa como protagonista. En cuanto al XVIII premio Alandar, fue la novela El bloc de las edades, de Manuel J. Rodríguez, la vencedora. Plasma la cruda realidad de las relaciones abusivas y machistas en la adolescencia vista desde el lugar de la mejor amiga de la víctima. En la categoría de álbum ilustrado, los galardonados fueron Bruna Valls, ilustradora, y Javier Sobrino, escritor, con La colección del abuelo, una reinvención del personaje del lobo.
Cuando llegó el momento de los discursos de agradecimiento, comenzó la locura. La ceremonia se precipitó y solo se dio un minuto a cada autor. Rápidamente se despidió a los presentes y se encendieron las luces. Parecía que la gala había terminado. Pero aún no habíamos visto nada.
El público asistió divertido a una suerte de espectáculo de las excentricidades presentado por Alex O’Dogherty: mientras los cantantes de ópera interpretaban Nessun dorma o el Toreador —hasta un total de siete piezas—, un grupo de bailarines los acompañaba. Lo insólito es que bailaban break dance. Para completar la escena, una orquesta y un coro ponían la música en directo.
Entre las actuaciones se intercalaban monólogos de O’Dogherty y la presentación, ahora en profundidad, de las obras premiadas. Los autores contaban con más tiempo para explicar sus historias, el proceso de creación o lo que suponía el premio para ellos. Así, descubrimos que las ilustraciones de Bruna surgen de unas viejas fotografías familiares o que la persona que inspiró a Patxi para crear su obra podría encontrarse en la sala (no llegamos a conocer el desenlace). Incluso se interpretaron canciones inspiradas en las novelas galardonadas, con gran maestría por parte del presentador.
En el acto final, este enloquecía y, en camisa de fuerza, ponía el punto final a una noche de locos. Por supuesto, en un minuto, al ritmo de Chopin y su Vals de un minuto.
El brindis final sirvió como colofón para la ceremonia y como enlace perfecto para el cóctel en el que pudimos dar la enhorabuena a los premiados. Desde aquí queremos extender dicha felicitación a todo el equipo que hizo posible aquella locura.