¿Sabías que...?
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Aprovechamos que has venido de gira a nuestro país para preguntarte por las presentaciones y convenciones, ¿qué suponen para ti estos encuentros con lectores? ¿Te sirven como inspiración?
Absolutamente. Yo creo que la literatura juvenil siempre es una conversación con el lector. Por eso la literatura juvenil se define por el lector. Entonces creo que constantemente hay que tener estas interacciones, para saber que le seguís hablando, que seguís en conversación; y aparte, siempre me inspira. Justamente para uno de los personajes principales de Lobizona, Saysa, me inspiró una madrileña que conocí en un encuentro y a la que le dije antes de tener la idea: «vas a estar en uno de mis libros», y como tres años después... (risas). Ella se vino a este festival y nos pudimos sacar fotos, fue muy emocionante. Siempre los lectores me devuelven algo, y es la mejor parte.
¿Y los encuentros con otros autores? También has colaborado en algunas antologías.
¡Sí! Estuve en Hot Nation y ahora con Zoraida Córdova en Reclaim the Stars, que es una antología que va a ser toda latina, de la diáspora. Sabemos que la latinidad está en todas partes, que todos estamos moviéndonos, que somos inmigrantes constantemente. Cada uno vamos a traer nuestra historia, y la mía, justamente, está basada en el mundo de Lobizona, así que va a ser como un extra, algo que no pude meter en los libros pero quise comunicar.
Manu, la protagonista de Lobizona, también emigra de un país latino a Estados Unidos. ¿Cuánto hay de autobiográfico en tu nueva saga?
Bueno, mirá, yo también regreso a Lunaris en la luna llena… (risas). Sí hay mucha inspiración, porque yo nací en la Argentina y me crié en los Estados Unidos; Manu, como yo, se vino a los cinco años a Miami de Argentina, eso sí es muy parecido; los rulos y el frizz también. En mi caso, tuvimos la suerte de que no nos fuimos indocumentados, pero tardamos once años en recibir la ciudadanía, y tenés mucho miedo en ese tiempo. Y, bueno, tengo familiares y amigos muy cercanos que no tuvieron esa suerte; es como una combinación de mucha gente en mi vida. Más allá, lo más parecido es que, más que con el español, el inglés o el spanglish, nos comunicamos con el idioma literario; las dos encontramos nuestro hogar en los libros. A esa edad yo era una lectora voraz, me encantaba leer, pero no encontraba un libro en el cual estuviese yo reflejada, y quise escribir un libro así.
Se ve mucho esta tradición literaria en la obra, desde Cien años de soledad a las referencias a Austen, como una herencia. Tú, como Manu, también tuviste esa etapa de leer mucho. ¿Tienes alguna recomendación de lecturas juveniles que te gustaría hacer a nuestros lectores?
Sí, porque Manu se cría a escondidas en un departamento, nunca tuvo amigos, todos los ritos de adolescencia los tiene de los libros, de la tele, del cine: esas son sus referencias. Para nosotros, que somos booklovers, esa es la verdad, yo lo siento así: es como que yo fui a Hogwarts, me gradué allí, estuve con Percy Jackson… Como que lo vivimos, y ella también lo siente así. Les recomiendo Hijos de sangre y hueso, de Tomi Adeyemi, es una saga buenísima; y Los chicos del cementerio, de Aidan Thomas, me parece espectacular. También salió un libro basado en Argentina: se llama Furia, de Yamile Saied Méndez, y está muy bueno.
¿Hasta qué punto has estado implicada en la traducción al español? En la versión original en inglés, el castellano está muy presente.
Cuando Puck empezó a trabajar en Lobizona, yo les dije: «la traductora Jeannine Emery es una genia, y si están buscando a alguien, me entiende muy bien». Entiende lo que quiero decir, entiende mi voz, mi narración, tanto que mi mamá prefiere las versiones en castellano de Zodíaco que en inglés, y yo me quedo como «¡Mami, yo no escribí esto!». Jeannine tradujo también Zodíaco. Se portaron también y la contrataron. Con lo del voseo pude participar, porque ellos creo que pensaban hacerlo un poco más neutro. Yo fui la que dijo «Si los que lo leen en inglés van a estar un poco incómodos con el español, también los que lo leen en español, que no sean argentinos, deberían estar un poco incómodos con el voseo». Esa es la idea, la incomodidad de tener que estar traduciendo el mundo que te rodea, que es lo que le pasa a Manu. Eso te ayuda un poco a relacionarte con ella, contribuye al ambiente del libro en cierta manera.
¿Y cómo fue el proceso de escribir en inglés una historia con tantos elementos latinos?
Eso fue difícil, porque hasta este libro no me había permitido escribir en español. En 2008 había intentado publicar otro libro parecido a este, también con la misma temática de inmigrantes argentinos, y no me lo aceptaron en Estados Unidos. No les gustó tanto latino, tanto inmigrante. Entonces, de repente reclamar esta narrativa, esta identidad, y poder publicarlo fue muy grande para mí. No me di cuenta de cómo me iba a sentir escribiendo tanto español en el libro, hasta que lo hice y sentí que era una libertad poder escribir en el idioma que se me ocurría. En realidad, el libro en inglés es más spanglish, y eso también chocó mucho allá. En la versión en castellano lo que hicimos fue que todo lo que estaba en español lo dejamos, y todo lo que está en inglés se tradujo en español neutro; con decirte eso, tenés una idea de cuánto español está en la original, así que para mí fue más o menos mi identidad: mixto, muy spanglish. Así me considero.
En el prólogo cuentas que en una firma en Argentina dijiste «Esta es mi gente». ¿Notas diferencias en el recibimiento de tus libros según la cultura predominante del país?
Sí, lo sentí mucho con mi saga anterior, con Zodíaco, que se tradujo al español y pude venir a España, a México, a muchos países. Tuve una experiencia con una frase que metí, algo que mi papá siempre nos dijo a nosotras: cuando salió en los Estados Unidos nadie vio esa cita, a nadie le importó. Cuando salió en Europa y Latinoamérica, todos la resaltaban. Es recómico, porque la cita decía algo así como que te pueden quitar la propiedad, el trabajo, todo lo que tengas, pero nunca te podrán sacar lo que llevas en tu cabeza y en tu corazón; eso es tuyo para siempre. Como en Estados Unidos hay más freedom of speech, puedes hablar de lo que quieras… pero, en otros países, donde hemos visto por ejemplo golpes de Estado, sentimos muy fuerte eso de que lo que llevamos en el corazón y el cerebro es nuestro, y el resto no sabemos lo que puede llegar a pasar. Así que sí hay muchas diferencias en la cultura. Lo que me pasó en Argentina en particular es que sentí algo muy profundo, como la vida que no viví, y conecté tanto con los bookvloggers de allí, no sé cómo explicarlo… Fue como unir mis dos partes. Sentí que yo sería una de ellos si me hubiese criado ahí. Es algo demasiado fuerte. Creo que eso también me llevó a escribir esto, como que tenía que terminar una oración que empecé con Zodíaco y que terminó aquí con Lobizona.
Se aprecian muchos temas compartidos en Zodíaco y Lobizona. Absolutamente. La xenofobia, la inmigración, la identidad, el nacionalismo, el feminismo…
Sí, hay un montón. Incides mucho en la sensación de estar entre mundos, de no pertenecer... Sí, bueno, eso viene de mí, porque yo sigo sintiendo que no encuentro mi lugar en este planeta, como que no tengo hogar acá porque mi hogar está en la fantasía, en estos libros. Sigo creando nuevos mundos porque necesito un hogar para vivir, es como que estoy buscando una casa nueva, y a veces me quedo demasiado tiempo. En Zodíaco me quedé cuatro libros; con esta hice dos y ya tengo todo el esquema para el tercero. Y tengo miedo porque de repente me gusta un montón y me quiero quedar allí porque estoy a salvo, y no es así, tengo que seguir desafiándome e intentando cosas nuevas. Pero sí, yo escribo principalmente por un sentido de hogar. La ambientación, eso es lo que más me mueve.
La ambientación en Lobizona combina un mundo de fantasía con la realidad. ¿Cómo construiste y cohesionaste estos dos escenarios tan distintos?
Esa fue la parte más importante para mí, porque quería que la gente entendiera la relación entre los dos. Fue muy importante que Manu no simplemente encuentre un mundo mágico y se le resuelvan todos los problemas; al contrario, tenía que empeorar la situación, se tenía que volver más desesperante en el mundo mágico. Creo que eso es muy importante, porque no hay una solución mágica. Y parte de la razón por la que quise hacer esto es lo que estaba sucediendo en los Estados Unidos cuando escribí este libro, en la frontera, con todos los inmigrantes indocumentados. Me hizo recordar lo que mis padres me contaban de la guerra sucia, de que separaban a los hijos de sus padres, y eso fue muy horrible para todos. Pensé mucho en cómo hacer esa comparación, para que la historia no se repita, porque en Estados Unidos no saben nada de la guerra sucia, en muchos países no saben de la guerra sucia. Quise encontrar una manera, y una ley que siempre me había fascinado de Argentina es la ley de padrinazgo presidencial. No entendía por qué el séptimo hijo, la séptima hija, pueden ser ahijados del presidente, y le cubren todos los costos educativos, toda la educación, todo. A mí siempre me fascinó eso, especialmente cuando vi que viene de una superstición de lobizón y bruja. Entonces pensé: «mirá cómo las palabras que usamos, las narrativas, la manera en que describimos a cierta población, se pueden concretar en ley y a veces en jaula», y eso me asustó mucho, porque yo amo las palabras, soy escritora, pero hay límites, y siento que tenemos que ser muy conscientes de cómo describimos a la gente. Cuando usamos una palabra como «ilegal» para un ser humano, de repente le quitás la humanidad y todo es permisible, no lo ves como una persona como vos. Y eso me da mucho miedo. Quise hacer esa comparación de que en realidad el mundo verdadero y el mundo mágico no son tan distintos, y por eso Perla dice que a veces la realidad se aleja tanto de lo racional que la única manera en que la podemos comprender es a través de la fantasía; por eso hay tanto realismo mágico en la literatura latina. El mío no es realismo mágico, pero sí puedo honrar a los que han venido antes que yo, la tradición. Por eso menciono a Márquez y a Borges. Es importante saber que nuestra cultura tiene mucho que ver con el realismo mágico, pero en este caso quise llevarlo a la fantasía, para mostrar que nosotros también podemos ser las estrellas en la escuela mágica y demás. No había latinos en Harry Potter, pero esta escuela va a ser toda latina.
Reivindicas el uso del folclore propio, como con las lobizonas, desde el título. ¿Supuso un riesgo desvincularte así de la cultura más reconocible para el público general? ¿Cómo lo viviste?
Sí, el título fue un poco difícil, porque primero lo íbamos a llamar Lunaris, pero parecía demasiado romance, fantasía... no era lo que era. Después, lo llamamos en inglés Wolves of No World (Lobos sin mundo) y nos gustó por mucho tiempo, pero hubo otro libro que era muy parecido... Cuando yo escribí el borrador, lo llamaba Lobizona, y llegó un momento en el que dije: «no lo puedo llamar Lobizona, porque es spoiler». Pero luego, hablando con mi editora, y explicándole que es una palabra rara, nos gustó mucho usarla, y nos dimos cuenta de que en realidad no es spoiler; eso no es lo importante del libro para nada. Al contrario, es interesante si lo sabemos nosotros, porque igualmente Manu tiene que llegar a esta conclusión. A mí me gustó mucho usar un título en castellano, y ahora vamos a poner Cazadora al segundo libro. Me pareció importante tenerlo en castellano también. Lobizona es una palabra que no se escucha mucho, y esto me molesta, porque para mí el tema lobizona es mucho más femenino que masculino. Pensá: el ciclo lunar, una vez al mes, la sangre, cambiamos de humor; es completamente una metáfora para la mujer, nada que ver con el hombre. Entonces me parece ridículo que «lobizón» esté okay y «lobizona» no; quise reclamar esa identidad sobrenatural para nosotras, que «lobizona» sea lo más natural. En la novela mezclas la fantasía con la denuncia social, al tratar temas de feminismo, sexualidad femenina…
¿Cómo integraste dos géneros tan distintos?
¿Saben lo que pasó allá cuándo se publicó? Los lectores en los Estados Unidos leían los primeros capítulos y pensaban que era una distopía; no se daban cuenta de que era el mundo actual, en el día de hoy. Mirá vos, no conocemos cómo vive una persona indocumentada. Eso es un privilegio, no saber. Fue muy importante para mí mostrar cómo todos vivimos en mundos fantasiosos, todos vivimos nuestra propia realidad; en realidad no hay una sola. Quise jugar con esto. El género es muy complicado, porque refleja nuestro mundo: nosotros creamos estas mitologías y después las ponemos en acción. Hay un poco de magia en eso, en el hecho de que las palabras puedan crear cientos de emociones. Así lo quise hacer, es como todo un sueño de «lunaritis», todo raro, pero habla mucho de cómo una chica como Manu no encaja, y siempre está en la frontera de un mundo, pero nunca entra, nunca pertenece.
¿Te preocupa encasillarte y tener que mostrar en todos tus libros esta reivindicación de manera explícita? ¿Querrías escribir un libro sin denuncia social?
Es una buena pregunta, porque el otro día estaba hablando con alguien que decía: «Yo voy a escribir para entretener, nada más», y yo me acuerdo de pensar eso. Me acuerdo, de más jovencita, pensar: «yo no tengo nada para decir, yo quiero nada más entretener, no es que tenga un gran mensaje para el mundo», y no sé cómo cambió de eso a que de repente sea todo lo que quiero hacer. Yo creo que tiene que ver con nosotros mismos. En algún momento voy a escribir algo puramente por diversión, pero creo que en el fondo siempre va a haber algo que quiero comunicar, porque es mi personalidad. Yo creo que soy activista y lo hago a través de mis libros, y no sé por qué, no puedo parar. Y, aparte, creo que cada uno de nosotros tenemos nuestro detonante, pero para mí es la justicia: la injusticia es algo que me come de adentro y no puedo quedarme sentada. Lo sentía desde adolescente. Siempre me interesó mucho pelear el sistema. En la secundaria me acuerdo que venían los agentes de ICE, de inmigración, al colegio a buscar a ciertos chicos, y los escondíamos. ¿Cómo no me va a quedar clavado y cómo no voy a querer decir algo?
¿Cómo ves la industria editorial en la actualidad? ¿Crees que ha cambiado desde esa vez que no les interesó publicar tu historia sobre inmigrantes latinos?
Sí, ha cambiado mucho. Ahora aceptan más que contribuyamos con nuestras historias diversas, de mitologías de todas partes del mundo; en 2008 no fue así. También creo que ayudó que ya era una autora publicada, ya me tomaron un poco más en serio. Desafortunadamente, tuve que entrar con algo que era más metafórico, porque en Zodíaco hablo de los mismos temas, pero ¿cuál es la diferencia? Que es una metáfora. No trata sobre dónde naciste, sino cuándo. A la gente le parece medio cómico eso; pero, si lo pensamos realmente, ¿por qué nos tenemos que definir por dónde nacimos? Es lo mismo que cuándo. Si lo mirás de cierto modo, todo es arbitrario, somos todos seres humanos: quise reflejar eso.
¿Has notado progresión en tu desarrollo como autora desde que tocaste esos temas hace ya unos años a ahora?
Sí, bastante. Es difícil admitirlo, porque soy una virgo perfeccionista, pero sí me doy cuenta. En Zodíaco me gustó mucho toda la ciencia y describo mucho, mucho, mucho. En Lobizona es más íntimo: es una narración tan centrada en la cabeza de Manu, que a veces entiendo que no consiste en escribir todo técnicamente, sino más como ella lo siente, cómo se filtra por los ojos de ella. Creo que estoy aprendiendo así a asentarme en la mentalidad de un personaje.
Te queríamos también preguntar por el cambio de apellido de unos libros a otros. ¿Volverás a usar un pseudónimo o te quedarás con tu nombre?
Bueno, Romina Russell es un nombre artístico, pero con Lobizona fue muy importante para mí «estar desnuda», mostrar que soy yo y atarme al libro, porque es muy íntimo e importante, un tema que a mí me toca personalmente. Me pareció que esconderme tras un nombre, especialmente uno como Russell, que suena... (gringo), no daba sentido a la historia. Lo de Russell viene de alguien que me ayudó mucho a ser publicada, en esos años que estábamos juntos y yo quería lograr algo con Zodíaco y no podía. Creo que siempre hay que agradecer a los que nos ayudan en la vida. Vamos a conocer mucha gente en la vida, pero hay cosas que permanecen, y me pareció lo correcto en ese tiempo, pero no para siempre, voy evolucionando. Si escribo algo tipo ciencia ficción otra vez, capaz sería bueno volver a Russell, porque lo asocio con eso y me ayuda mentalmente también. Voy a ver cómo me voy sintiendo con el próximo, pero no lo descarto.
¿Nos puedes adelantar algo de tus nuevas ideas, publicaciones en camino...?
Tengo esta antología que les conté, y aparte de eso les puedo decir que hay mucho interés en Lobizona como adaptación. No quiero decir más que eso porque estamos en contratos, de ahí a que hagan algo... No sé, pero lo que sí estoy haciendo es escribir el guion para el primer episodio, porque por qué no ayudar a que llegue, ya que estamos. En este momento lo acabo de entregar, estoy esperando a que me den feedback, a ver qué les parece, pero es como la fase uno. Así que dedos cruzados para que les guste. Yo quiero que sea coproducción Estados Unidos-España, a mí me gustaría eso, porque es difícil, tiene que llegar a lo latino. No tengo mucho poder en eso, pero estaría buenísimo.
¡Qué bien suena! Por el momento, queremos leer Cazadora, la segunda parte de Lobizona. Nos han pedido que nos hagas un spoiler sin contexto.
Veamos... Va a haber otro mundo dentro del mundo, que es algo que me gustó mucho escribir. No sabemos si es mar o espacio; no les voy a decir mucho, pero es algo que no he visto antes. Un lugar donde el oxígeno es producido por plantas parasíticas que te pican como mosquitos y usan tu sangre para crear oxígeno... y ahí lo dejo, porque hay mucho más, pero es un mundo que quiero seguir explorando. Lo llamo el Mar Oscuro.
Hemos leído que para escribir esta segunda parte viajaste a Argentina. ¿Cómo fue el proceso de documentación?
Cazadora tiene lugar todo en Argentina. Quise recrear Argentina para las brujas y los lobizones; tomé la pampa, las cataratas de Iguazú, los Andes, Buenos Aires, y les di un giro sobrenatural. Vamos reconociendo parte de la tierra, pero, claro, es un mundo secreto dentro de Argentina al que se accede a través del agua de las cataratas de Iguazú, que es donde estaban también los guaranís. Conecta toda la mitología argentina. Para mí Cazadora fue muy divertido de escribir, porque de repente ya no hay fórmula; en la escuela tenés una cierta estructura, pero cuando te liberás de eso y estás en el mundo ya es todo magia, ya es pura fantasía.
Por último, después de más de seis libros publicados y giras internacionales, ¿qué significa la palabra «hogar» para Romina?
Creo que ahora estoy definiendo hogar por personas y no lugar. Sigo sin sentirme de una parte de tierra, pero sí lo llevo por dentro, entonces creo que estoy adaptándome un poco a ese hecho, a que puedo estar donde sea. Y, bueno, como escritora sí puedo vivir donde sea, con tal de que tenga a mis seres queridos.