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Entrevista a...

Paloma Bordons

El Templo #20 (febrero 2011)
Por Pablo C. Reyna (Cronista)
8.884 lecturas

Algunos autores exploran más el len­guaje, otros prefieren trabajar la his­toria. En tu caso, ¿qué buscas en tus novelas cuando escribes?

Pues busco, cómo no, el equilibrio perfecto: contar una historia que me in­teresa, y que espero que interese a mis lectores, y hacerlo de la mejor manera posible. Podría de­cir que la historia manda, porque las palabras es­tán a su servicio, pero soy exigente a la hora de elegirlas, y las modifico has­ta estar conforme con cómo suenan. Sin embargo, pre­tendo que el lector no note mi esfuer­zo: mi intención es que el texto se lea con facilidad y que no suene grandilocuente sino cerca­no, con parte de la esponta­neidad del lenguaje hablado. Procuro no utilizar más palabras de las necesarias. De vez en cuando hago “podas” para eli­minar las superfluas. En un libro hay una historia y el narrador que la cuenta. Para mí es importante la voz del narrador, que, naturalmente, se compone de pala­bras. A menudo uso su voz para enfocar lo que escribo con una dosis de humor o ironía que no es inherente a la historia.

¿Cuáles son tus libros favoritos y cuáles crees que han sido las lecturas que más han influido en tu estilo?

Cuando era niña me gustaba casi todo. Me entretuve mucho con los libros de Enid Blyton, que ahora se me caerían de las manos. Me gustaba la serie de Oscar, escrita por Carmen Kurtz, me gustaba Pippi Calzaslargas, el detec­tive Tevan Sventon y los libros de otros au­tores nórdicos que tiendo a meter en el mismo saco por­que creo que com­partían una sen­sibilidad especial y una manera muy franca de dirigirse a los niños. Ya más ma­yor, me recuerdo leyen­do fascinada clásicos como Peter Pan, Alicia en el País de las Maravillas o El señor de los anillos. Pero si tuviera que elegir libros concre­tos que me marcaron, elegiría Jim Botón y Lucas el maquinista, de Michael Ende, Emilio y los detectives, de Erich Kaest­ner, la serie de la familia Mumin de Tove Jansson y Kristy, de Babbis Friis. Aunque no siempre es evidente la influencia de esos autores en mis textos, fueron ellos los que me dieron ganas de empezar a escribir.

Siempre he leído mucho y con cada buen libro que leo me parece que apren­do algo que, de alguna manera, aunque mínima e indirecta, acaba incorporándo­se a mi escritura.

En tus libros se repiten al­gunos temas como socie­dades que viven mentiras comunes (los comporta­mientos sociológicos son muy interesantes en no­velas como La gruta de las Escorias o Sombra) o pa­dres demasiado ocupados en el trabajo como para prestar atención a sus hi­jos. ¿Es deliberado o se trata de una casualidad? ¿Qué tienen tus libros en común?

Creo que los autores tendemos a caer una y otra vez en los mismos temas, muchas veces sin darnos cuenta. A veces porque son temas impor­tantes para nosotros, otras porque, habiéndolos trata­do en una ocasión, hemos reflexionado sobre ellos y nos quedan más cosas que decir. Creo que en mi caso hay una combinación de las dos razones. Me gusta que en mis historias haya un componente individual y otro social. Cuando me inventé mi propia socie­dad en Sombra le tome afi­ción al asunto, de ahí que lo haya hecho de nuevo en La Gruta de las Escorias. En cuanto a los padres absorbidos por su trabajo que descuidan a sus hijos, creo que es una preocupación que tengo como madre. El equilibrio entre la vida profe­sional y la familiar me parece un verda­dero desafío y supongo que por eso, aun­que no me identifique especialmente con los padres que describo, el asunto acaba por aflorar en mis novelas.

Me preguntas qué tienen en común mis libros. Mmm. Creo que todos tienen mi sello, un estilo que me caracteriza y me hace reconocible (espe­ro que sólo reconocible y no repetitiva). Mis narradores a menudo se sitúan cerca del lector, y le hacen guiños cóm­plices. Utilizo mucho el hu­mor, a veces por sí mismo, a veces para suavizar aspectos más oscuros de lo que estoy contando. Tengo tendencia a jugar con las palabras, y a veces tengo que contenerme para no abusar de este pequeño placer. Evito sonar pomposa.

En cuanto a mis personajes, pre­tendo que no sean sólo blancos o negros, sino que tengan dentro una moderada gama de grises. No quiero resultar mora­lizante ni dar respuestas. En los libros para más ma­yores, tiendo a los finales abiertos.

 

Has vivido en distintos paí­ses de América y Europa. ¿En qué ha afectado esto a tus libros?

Vivir en un país que no es el tuyo te muestra que hay distintas maneras de entender el mundo. Lo que dabas por sentado resulta que allí no funciona. Tu lengua no se en­tiende y debes hacer el esfuerzo de ha­blar otra. Al hacerlo, te das cuenta de cómo un idioma condiciona hasta cierto punto la forma en que sus hablantes ven la realidad. Y, aun sin la barrera de la lengua, sabes que eres percibida como una extraña, una forastera, algo que a veces es malo y a veces no tanto. Creo que todo esto se refleja de alguna ma­nera en mis libros. En varios de ellos hay personajes que hablan idiomas distintos, lo que da lugar a problemas de comuni­cación. También tengo la mala costumbre de transplantar a mis personajes a cultu­ras diferentes, a las que tienen que aclimatarse.

De los países en que he vivido, Bolivia es sin duda el que más me ha inspirado. En él hay un conflicto muy grande entre la cultura indíge­na y la cultura occiden­tal, que es también un conflicto de clases. Las tradiciones y creencias indígenas son muy ri­cas y, para una europea como yo, resultaban muy atractivas y chocantes. También las diferencias sociales me chocaron, por el otro extremo. Vi paisajes preciosos, pero muchos de ellos de una belleza tan abrumadora como in­hóspita. En fin, que con tanto material, no tiene nada de extraño que saliera un libro, La tierra de las papas, al que ten­go un cariño especial.

En 2004 ganaste el prestigioso premio El Barco de Vapor. ¿Cómo recibiste la noticia? ¿Se te abrieron nuevas puertas después de conseguir el galardón?

El premio Barco de Vapor fue una gran alegría. Además, el mismo año recibí también el premio Edebé. Para entonces ya llevaba bastantes años publicando y los dos premios fueron un reconocimien­to que me hacía mucha falta. A partir de entonces seguí escribiendo con ganas re­novadas, pero al mismo tiempo el peso de lo logrado me bloqueó un poco. Escri­bía más pero descartaba más. Empren­dí proyectos más complicados pero no siempre acertados. En fin, que no supe aprovechar el tirón de los premios y no me colé por esas puertas que mencionas en tu pregunta. He seguido publicando a mi ritmo lento y no creo que me haya hecho más conocida entre los lectores.

Tu bibliografía está repar­tida entre las colecciones de prescripción escolar de las principales editoriales españolas. ¿Son las edito­riales las que encajan tus libros en estas colecciones o es tu intención? ¿Te gus­taría publicar libros fuera de estas colecciones?

Cuando escribo un libro no lo hago con un objetivo particular, más que el de escribir algo que de pronto me ha empezado a llenar la cabeza y que quiero contar a otros. No pretendo ser didáctica ni en­cajar en una línea editorial determina­da. Los editores deciden en qué colec­ción aparecen mis libros. Me gustan las colecciones en las que he publicado has­ta ahora, pero tampoco tendría inconve­niente en publicar fuera de ellas. Como escritora, lo que quiero es que me lean.

¿Cuál es tu proceso de escritura, desde que tienes una idea hasta que escribes la última página?

Uf. Intentando hacer el proceso más sencillo y racional, cuando empiezo me propongo desarrollar la idea lo más posible en mi cabeza e incluso prever un desenlace. Pero lo cierto es que necesi­to ponerme a escribir para que la histo­ria tome verdadera forma, y al hacerlo mis planes iniciales suelen torcerse de tal modo que a menudo acaban siendo irreconocibles. Hay personajes secunda­rios que se vuelven protagonistas, prota­gonistas que pierden peso y casi desapa­recen, vuelcos inesperados de la trama, y esto sigue ocurriendo aun cuando la historia está muy avan­zada. Ello me obliga a interminables reescritu­ras y correcciones, pero creo que el resultado fi­nal es más interesante y rico que la idea original que existía sólo en mi cabeza, así que acepto resignada el largo y a ve­ces penoso proceso. Sólo cuando está acabado elijo un título. Normal­mente tengo empezadas dos historias al mismo tiempo. Eso me permite descansar de una cuando me harto o me bloqueo, y retomarla cuando ha pasado el tiempo suficiente para poder evaluarla con obje­tividad, corregirla y seguir avanzando.

A diferencia de otros escritores actua­les, no eres accesible a través de ningu­na web personal o perfil de Facebook. ¿Mantienes algún tipo de contacto con tus lectores? ¿Hay alguna forma de que se pongan en contacto contigo?

No soy una persona muy apegada a la tecnología. De vez en cuando me plan­teo la conveniencia de tener una página en internet, pero es un proyecto que no llega a concretarse. Al final, la simple es­critura se lleva todo el tiempo que reser­vo al día para mi trabajo. Sí, ya lo sé. Es una actitud poco inteligente y un tanto perezosa.

Alguna que otra vez acudo a un encuentro en algún colegio o centro cul­tural, pero como vivo en Inglaterra las ocasiones son pocas. Me llegan cartas o correos muy esporádicos de lectores, que suelen ser motivadores y “refrescantes”. Creo que esos contactos son buenos, aunque no los cultive. De modo que ahí va mi dirección de correo electrónico, por si algún lector quiere po­nerse en contacto conmigo: paloma@bordons.wanadoo. co.uk.

 

Has escrito tanto para niños como para jóvenes, aunque en menor medida. Cuando empiezas a escribir, ¿tienes claro a qué edad quieres dirigirte? ¿Crees que tus li­bros podrían haberse escri­to para otras edades?

Cuando doy con una idea que parece que va a convertirse en libro, tien­do a pensar en un grupo de edad determinado para el que me parece adecuada. Pero a menu­do mis planes se desbaratan. Lo más fre­cuente es que un cuento simple y cortito se transforme en novelón.

Ahora que mis hijos han crecido, tiendo cada vez más a dirigirme a un pú­blico juvenil. Se ve que no me resigno a perderlos como lectores. Pero aun así me gusta alternar historias para edades diversas. Cada una me hace descansar de la anterior; es como una limpieza gene­ral de mi cerebro que resulta saludable.

¿Tendremos algún libro nuevo en 2011? ¿Estás trabajando en alguna historia para el público más juvenil?

Hace tiempo que decidí escribir una historia pensando en mi hija, que tiene trece años. Es la primera vez que escribo pensando en una persona concreta y sus gustos, y como debía conciliarlos con los míos, la cosa no ha sido fácil. Las dos he­mos quedado bastante satisfechas, sólo falta saber quién y cuándo la publicará.

¿Estás al tanto del mercado editorial actual? ¿Qué opinión te merecen los últimos éxitos y tendencias? ¿Has leído alguno de ellos?

Intento seguir lo que pasa en el mundo de la literatu­ra infantil y juvenil en nuestro país, pero leer, lo que se dice leer, leo mucho más a autores an­glosajones, que me pillan más a mano. En Ingla­terra hay mucha gente escribiendo cosas inte­resantes para jóvenes, en estilos muy variados. Admiro a Philip Pullman, me parece un autor muy completo. En sus novelas hay imaginación, inteli­gencia, buenas tramas, buena ambientación, y caracteres bien descri­tos psicológicamente. Me gusta David Almond, sobrio, intimista y sugerente. He leido la primera parte de The knife of never letting go, de Patrick Ness, y me ha parecido muy original y trepidante. Eva Ibbotson es francamen­te entretenida y tiene mucho sentido del humor. También me gustan Eleanor Mc­Caughrean, algunos libros de Terry Prat­chett… Y aun se me quedan unos cuantos en el tintero.

En cuanto al tipo de libros que ac­tualmente están de moda, no logro in­teresarme por ellos. Entiendo la fascina­ción que producen en los adolescentes, y sé que algunos serán necesariamente buenos, pero siento cierto rechazo (¿qui­zá un poco snob?) cuando me hablan de una nueva trilogía sobre jóvenes con poderes, luchas entre el bien y el mal, vampiros, hombres lobo o brujos.

Además de escritora también eres ilus­tradora. ¿Realizas ilustraciones para tus libros aunque nunca se lleguen a publi­car junto al texto? ¿Te gustaría que así fuera? ¿Cuál es tu experiencia como ilustradora?

La de ilustradora es mi vocación frustrada. Si el día tuviera más horas, dedicaría éstas a dibujar. Pero tiene las que tiene y he puesto por delante la escritura. Ilustrar es lo que hago cuando puedo y a mi manera, porque no tengo una formación artís­tica académica. Tiendo a escribir para lectores cada vez más mayores, pero como ilustradora mi públi­co ideal es el infantil. Si escribo para este público, a veces trabajo en las ilus­traciones con que me gus­taría acompañar el texto. A menudo las editoriales prefieren escoger sus propios ilustradores. La mayoría de las veces me reconcilio con su visión de mi historia, porque el ilustrador ha he­cho un buen trabajo. (Creo que hay muy buenos ilustradores en España). Pero en alguna ocasión el resultado me ha pare­cido mediocre en vez de superior al mío, y en ese caso me llevo un gran chasco.