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Entrevista a...

Ledicia Costas

El Templo #66 (octubre 2018)
Por Carlota Echevarría
4.007 lecturas
Ledicia Costas tiene un hueco asegurado en la historia de la literatura infantil y juvenil gracias al Premio Nacional que ganó con Escarlatina, la cocinera cadáver. Antes de eso ya se había alzado con varios premios de literatura gallega, la lengua en la que escribe, pero a raíz del Premio Nacional empezó a ser más conocida en el resto de España. En esta entrevista hablamos con ella de su brillante trayectoria y sus tres novelas juveniles: El corazón de Júpiter, Verne y la vida secreta de las mujeres planta y La balada de los unicornios. 

Publicaste tu primera novela, Unha estrela no vento, en 1999, con 20 años. ¿Qué es lo más importante que has aprendido desde entonces como escritora?

Quizás lo más importante que he aprendido es que si persigues algo con la fuerza suficiente, aquello que más ansías puede acabar convirtiéndose en realidad. Estudié Derecho siendo consciente de que lo que en realidad quería era ser escritora. Haber tomado la decisión de renunciar a mi carrera como abogada para dedicarme por completo a la literatura es algo de lo que me siento especialmente orgullosa.

Tu siguiente libro salió en 2012, y desde entonces no has parado. En 2015 ganaste el Premio Nacional con Escarlatina, la cocinera cadáver. ¿Qué ha supuesto este premio en tu carrera?

Ha supuesto, sobre todo, la posibilidad de acceder con normalidad al mercado español. Para una escritora que escribe en gallego es casi una heroicidad que la traduzcan y, sobre todo, que la conozcan y la lean fuera de Galicia. También se me ha abierto alguna puerta en otros sistemas literarios fuera de España y he tenido la oportunidad de visitar otros países, conocer escritoras y escritores de otras latitudes. El Premio Nacional ha contribuido en gran medida a que esto suceda.

Has recibido numerosos premios además del Nacional, como el Premio Lazarillo, que has ganado en dos ocasiones. ¿Te parece importante respaldar tus libros con premios literarios? ¿Recomendarías a los escritores noveles que enviasen sus manuscritos a premios?

Los libros que tienen premios de cierta relevancia reciben una atención especial en el mercado. Con la cantidad de novedades que se acumulan en las librerías no es fácil ser visible. Los premios ayudan a que los libros destaquen. Por eso recomiendo a los escritores noveles que prueben suerte y envíen sus manuscritos a concursos. Son casi siempre garantía de publicación y hay sectores para los que un libro premiado es un foco de atención. A mí los premios me han ayudado mucho.

La literatura infantil a veces peca de estar demasiado dulcificada, pero tus libros tienen momentos muy siniestros. ¿Cómo reaccionan tus lectores infantiles?

Hay reacciones de todo tipo, pero casi siempre valoran la transgresión. Creo que hay que tratar a los lectores infantiles como las personas inteligentes que son. Es absurdo que jueguen a videojuegos donde cortan cabezas y matan indiscriminadamente y luego tener que dulcificar un libro «por si se asustan». No se asustan. Creo que la literatura tiene que ser honesta por encima de todo. No me gustan los libros llenos de azúcar.

¿Crees en la justicia cósmica, como dices en La señorita Bubble? ¿O solo existe en la literatura?

Creo en la justicia cósmica, en la vida y en la literatura. En la vida debería darse en más ocasiones, pero cuando sucede es fantástico. Soy una persona a la que le gusta mucho observar. Me encanta descubrir casualidades y situaciones en las que la justicia cósmica pone a cada persona en su lugar. Supongo que por eso a menudo lo acabo trasladando a la literatura.

La señorita Bubble, La balada de los unicornios... ¿de dónde nace esa fascinación por el steampunk?

Es probable que nazca de las historias que me cautivaron en el pasado. Algunos libros de Julio Verne, también series de animación que veía a diario, donde la tecnología y la ciencia tenían mucha importancia, como Dragon Ball. Todo esto mezclado con un gusto especial por la estética victoriana y por lo macabro. De adolescente leía con pasión historias de vampiros, cuentos de Poe… Pasando los años llegué a las películas de Miyazaki. Desde El castillo ambulante hasta Porco Rosso, donde los vehículos, la vestimenta y la magia se mezclan creando un universo único. Creo que todos mis referentes se mezclaron en mi cerebro como una especie de cóctel. Y aquí estoy, escribiendo historias steampunk. Me gustan desde siempre los globos aerostáticos, las aeronaves, las máquinas que funcionan a vapor. A veces creo que mi cabeza también funciona a vapor.

 

En La balada de los unicornios se mezclan steampunk, clanes de brujas y Jack el destripador. ¿Cuál fue la primera idea que tuviste para esta novela?

Pensé en una aeronave decorada con columnas con forma de patas de elefante surcando el cielo. Después imaginé a una chica pilotando un velocípedo dorado con sidecar, recorriendo los alrededores del Palacio de Westminster. Alguien debía viajar en ese sidecar, y me pareció que un robot podía ser un fantástico tripulante. Mi proceso creativo acostumbra a ser así: una imagen se cruza en mi mente y la historia se precipita.

Verne y la vida secreta de las mujeres planta explora una visita del escritor Jules Verne a Vigo de la que no sabemos mucho. ¿Cómo decidiste cuánto de realidad y cuánto de ficción tenía que tener esta historia? ¿Te gustaría hacer un homenaje a otro autor?

Me gusta escribir partiendo de la realidad, buscando las grietas que existen en la Historia. A partir de esas grietas empiezo a tejer la trama. Nunca planeo cuánto de realidad y cuánto de ficción debe tener una novela. Surge de manera natural, a medida que escribo. Soy incapaz de planificar. Escribo por instinto, sin normas. En el futuro me gustaría homenajear a Angela Sommer-Bodenburg y a Mary Wollstonecraft Shelley. Admiro a ambas escritoras.

¿Por qué eliges escribir en gallego?

Porque es el idioma en el que me comunico a todos los niveles, y no quiero renunciar a algo tan especial. Creo que el idioma nos singulariza y nos sitúa en el mapa del mundo. El gallego está viviendo una situación muy delicada. Las nuevas generaciones, especialmente en las grandes ciudades de Galicia, tienen serias dificultades para expresarse en gallego. La relación que tienen con nuestro idioma es como si fuese una lengua extranjera. Esto es durísimo, porque pone en peligro la pervivencia del gallego. Cuando eres escritora, apostar por un idioma como el mío implica muchas renuncias. Hay muy poquitas autoras y autores que escriban el gallego y sean conocidos en el resto del Estado. Debería ser natural tener obras publicadas en las cuatro lenguas cooficiales, y no es así. El sistema funciona de una forma algo perversa. Escribimos para que nos lean en todas partes y la realidad es que el sistema literario gallego es un gran desconocido en el resto del Estado. Para mí es importante luchar por algo tan valioso como un idioma. Peleo por las traducciones, sueño con la internacionalización y creo en ella firmemente, pero sin renunciar a mi lengua.

¿Cómo es la experiencia de traducir tus propios libros?

A veces me dan ganas de reescribirlos y dirigir la trama por otro lado. En ese sentido sufro un poco. He tenido que aprender a poner punto y final, a ceñirme a aquello que está escrito. Y es muy raro, porque al ser yo la propia autora, en el fondo tengo la sensación de que en esa historia mando yo y que tengo todo el derecho del mundo a ponerla de patas arriba. Pero claro, normalmente traduzco al castellano cuando el libro ya lleva un tiempo publicado en gallego… A veces, la Ledicia escritora discute con la Ledicia traductora. Espero que esa bipolaridad no salte de la pantalla a la vida real.

Hemos visto en tus redes sociales que tus charlas en colegios dan mucho juego, especialmente las de Escarlatina, la cocinera cadáver. ¿Qué es lo más divertido que te ha pasado con tus lectores?

Tengo docenas de anécdotas. Desde que cambien mi biografía en la Wikipedia hasta que me salga un niño disfrazado de Escarlatina de dentro de un ataúd. Pero creo que lo más divertido que me sucedió fue el día que llegué a una biblioteca escolar repleta de niños y uno de ellos, mirándome fijamente, me dijo: «¡Pero estás viva! Es que como escribes libros de muertos, aquí todos pensamos que habías palmado hace años».

Por último, nos gustaría saber un poco sobre tus próximos proyectos y si habrá una segunda parte de La balada de los unicornios.

Estoy centrada en una novela para adultos, con una carga psicológica bastante profunda. Cuando termine he prometido que escribiría la segunda parte de La señorita Bubble, y a los niños no les puedo fallar. Me propuse escribir la segunda parte de La balada de los unicornios si las lectoras y lectores lo pedían con fuerza, así que todo dependerá de ellos.