Escritor, guionista, ilustrador, diseñador, cineasta, emprendedor... sin lugar a dudas eres una persona con muchísimas inquietudes. Hoy en día, ¿qué facilidades se encuentran las personas que, como tú, quieren desarrollar su arte y vivir de ello? ¿Y cuáles son las dificultades?
Facilidades, ninguna. Por desgracia, vivimos en una sociedad en la que mucha gente considera que eso de vivir del arte es de bohemios. Es muy difícil ganarte la vida haciendo lo que te gusta si te dedicas a escribir o dibujar. En mi caso particular, tengo la suerte de ser multidisciplinar y gracias a ello puedo combinar trabajos puramente alimenticios (como el diseño gráfico u otro tipo de encargos audiovisuales) con proyectos más personales. Lo más complicado es lograr un equilibrio entre las dos cosas; por ejemplo: encontrar un punto medio entre lo que quieres escribir y lo que sabes que un editor va a querer publicar.
En tu web te defines como una persona que quiere vivir de su imaginación, expresándola a través del cine y de los libros. ¿Con qué te sientes más cómodo?
El cine me resulta una experiencia más completa, aunque también mucho más complicada. Escribir una novela es algo muy íntimo y personal, resulta sencillo caer en la rutina y en la más absoluta soledad, pero te llena mucho. Son experiencias muy diferentes, diría que incluso opuestas. Cuando ruedas tienes que manejar a un gran grupo de gente y tener en cuenta muchas variables, en cambio cuando escribes estás tú solo. Mi intención es poder combinar periodos agitados haciendo cine y descansar escribiendo novelas. No quiero renunciar ni a una cosa ni a la otra. Moviste tu primera novela por editoriales durante dos años hasta que alguien te la publicó.
¿Qué diferencias encuentras con ese primer envío, ahora que ya tienes en tu haber cinco novelas? ¿Qué recomendarías a los jóvenes autores que quieren intentarlo hoy día?
En realidad tuve bastante suerte, ya que conseguí un agente literario en apenas un mes y no tardé ni un año en lograr que una editorial se interesara (aunque luego el libro tardó otro año en salir). A los que empiezan les diría que hoy en día la cosa está complicada, pero que no se desanimen. Hay muchos caminos para llegar a publicar y cada uno debe encontrar el que mejor se amolde a sus aspiraciones. Están los concursos, los agentes o incluso la autoedición. Nos encontramos en un momento de recesión, pero también es cierto que ahora existen muchas más herramientas e información que hace apenas unos años. En tu último libro, coescrito con Isabel Hierro, presentas un mundo en constante cambio, evolución... un mundo que se ha vuelto el principal peligro para sus propios habitantes.
¿Cómo surgió la idea de esa historia? ¿Cuánto tiene de nuestro mundo actual el de La Estrella?
En este caso, la idea principal fue de Isabel. Era una novela que no sabía cuándo iba a poder escribir porque no disponía de tiempo… así que le ofrecí escribirla a cuatro manos. La Estrella habla en realidad de los constantes cambios e imprevistos que agitan nuestra vida y de lo importante que es aprender a enfrentarse a ellos sin perder nunca la esperanza. En el número veintiocho, en nuestro reportaje «Escribir a cuatro manos» nos hablaste de cómo fue la experiencia de trabajar con Isabel Hierro en la novela La Estrella. ¿Cómo ha cambiado tu manera de escribir en solitario desde entonces?
Me gustaría poder decir que no ha cambiado en nada, pero debo admitir que la experiencia me transformó por completo y cambió mis hábitos a la hora de escribir. Isabel y yo formamos un muy buen equipo creativo y siempre, aunque estemos trabajando en proyectos en solitario, nos apoyamos mucho el uno en el otro. Nos conocemos muy bien y contar con una segunda opinión que te diga claramente lo que no siempre estás dispuesto a admitir ayuda a mejorar la obra.
Se puede comprobar cómo en la saga de El Mundo de Komori todo va creciendo a lo largo de los tres volúmenes que la componen, no solo en longitud, sino también en complejidad, volviéndose más oscura con el paso de los tomos... Dices que tardaste en terminar la primera parte cinco años, ¿cuál fue el proceso de escritura? ¿Cómo te planteaste esta saga y de dónde surgió la idea? ¿Fue premeditada esta evolución?
El mundo de Komori fue lo que llamo «mi largo aprendizaje». Se trataba de un cuento breve al que dejé crecer a lo largo de esos cinco años de escritura interrumpida, lo que quiere decir que abandonaba y retomaba el texto cada dos por tres. Ahora lo miro en perspectiva y le tengo mucho cariño. Tal vez no sea un libro perfecto, pero siempre digo que es el más espontáneo porque no lo escribí pensando en publicarlo, no tuve en cuenta si tenía ritmo o si me saltaba ciertas reglas… simplemente me limité a escribir lo que quería leer. La evolución de los personajes y de la historia fue del todo intencional. Cuando iba más o menos por la mitad del primer libro me di cuenta de que aquello iba a convertirse en una trilogía, así que la planifiqué toda. Quise que los personajes se transformaran física y mentalmente, que sus retos cada vez fueran mayores, que el lector tuviera la sensación de que había vivido una vida entera con ellos. No sé si he contado esto alguna vez, pero la idea surgió de una forma un tanto curiosa: por aquel entonces (creo que rondaba los diecisiete o dieciocho años) me convertí en redactor jefe de una revista de cómic y animación japonesa llamada Daisuki (por problemas de la editorial, apenas estuvimos cuatro meses en los quioscos) y teníamos una sección en la que una pequeña bruja contestaba las cartas de los lectores. Bien… pues tras ese personaje se encontraba Isabel y su nombre era Komori, algo que decidimos tras consultar un diccionario de japonés. Le cogimos cariño al personaje, me decidí a escribir un cuento sobre él y, como se suele decir, el resto es historia.
Dices no sentirte tan cómodo con los relatos cortos porque se te ocurren ideas demasiado complejas como para desarrollarlas en pocas páginas, pero ya has publicado algunos en diferentes antologías y, de hecho, acabas de ser uno de los ganadores del I Concurso de Relatos Steamtales organizado por la editorial Dlorean. ¿De qué manera te planteas una historia breve? ¿Prefieres que sea un fragmento de una más larga o que tenga un argumento completo en sí mismo?
Siempre me ha dado miedo el relato breve porque me considero un «constructor de mundos». Cuando creo a un personaje, no sólo lo imagino a él sino también la ropa que lleva puesta, la que guarda en el armario y la que le gustaría comprar, sé cómo se llama su gato, qué música escucha e incluso si es intolerante a la lactosa. Soy incapaz de ignorar los detalles, me encanta entretejer las ideas y construir un mundo coherente en el que todo esté estrechamente interrelacionado. Por eso mismo, porque me daba mucho respeto escribir historias cortas, fue por lo que me puse a escribirlas. ¡Los retos hay que afrontarlos! Tengo varios relatos breves terminados, de hecho acabo de publicar dos de ellos: el primero se llama La soledad de los objetos, pertenece a la antología 20 relatos para el fin del mundo y habla sobre qué pasaría si todo el mundo hiciera todo tipo de locuras creyendo que se va a acabar el mundo… y luego no se acaba. También he publicado El abordaje, el relato que escribí con Isabel para el Steamtales; en este caso hablamos de un misterioso asalto a un dirigible por parte de unos piratas aéreos… y puedo anunciar, ¡en exclusiva!, que se va a convertir en el prólogo de nuestra próxima novela a cuatro manos, de la que aún no puedo revelar su título. Respondiendo a tu última pregunta: no tengo preferencias, dependiendo de la historia la limito a algo muy concreto o selecciono un instante de una historia más compleja.
Te has presentado a tres certámenes diferentes en los últimos años. ¿Qué interés le encuentras a presentarte a ellos? ¿Escribes la obra antes o después de decidir que quieres presentarte? En caso de hacerlo antes, ¿qué características intentas que tengan esos textos en concreto? ¿Te planteas estos proyectos de manera distinta?
Nunca he tenido demasiado en cuenta los concursos porque siempre he pensado que no tenía el nivel necesario para ganarlos, ¡hay gente muy buena ahí afuera! No quiero escribir para competir. De todos modos, los concursos son un buen modo de presentar tu obra a las editoriales y si resultas ganador adquieres un prestigio que facilita las cosas a la hora de mover tu obra. He tenido la suerte de que, aunque en el primero que participé no me llevé nada, en el segundo quedé finalista junto a Isabel con La Estrella y en el tercero, aunque sea un premio pequeñito, resultamos ganadores con nuestro relato. La verdad es que estos pequeños logros me han animado para presentarme a más concursos y es probable que lo haga en breve. A veces escribo una obra y busco en qué concurso puede encajar y en otras ocasiones descubro el concurso y me decido a participar en él siguiendo las pautas que propone. No tengo una preferencia concreta, aunque siempre he pensado que lo mejor es no tener demasiado en cuenta el concurso al que te presentas, ya que puedes terminar escribiendo algo que en realidad no sea lo que querías en un principio.
Siempre has dicho que lo que más deseas es ser director de cine, y que al escribir te puedes sentir como tal. En ese caso, al narrar, ¿obligas a tus personajes a hacer durante toda la trama lo que tú quieras o les das libertad para que te sorprendan?
En general construyo un esqueleto muy sólido y luego permito a los personajes que lo alteren si se les ocurre una idea mejor, aunque tengo que admitir que soy bastante controlador con ellos. Suelo tener muy claro a dónde van a ir mis personajes y cómo van a llegar hasta allí. Dedico mucho tiempo (demasiado) al trabajo previo, a la documentación, a los esquemas etc. Sin embargo, igual que tuve que enfrentarme al relato breve que tanto miedo me daba, últimamente estoy intentando explorar otras formas de trabajar y ya he llevado a cabo textos de un modo más suelto e improvisado.
Una pregunta obligada para alguien con tu trayectoria sería si alguna vez te has planteado adaptar al cine tus propias obras y cómo ha sido la experiencia si lo has intentado.
Lo he intentado y lo sigo intentando. Uno de mis objetivos siempre ha sido adaptar mis propias novelas al cine. De hecho, tengo un proyecto en marcha relacionado con La Estrella del que no debería hablar demasiado, pero que ya ha llegado mucho más lejos de lo que en un principio pensé que podría llegar. De todo modos, las cosas de palacio van despacio y el mundo del cine es muy complejo. Lo que sí he hecho es adaptar una de mis novelas a otros formatos, concretamente al guion de cine y al guion de cómic. Resulta más complicado de lo que parece, porque se trata de medios distintos y no puedes narrar del mismo modo en un libro que en una pantalla. Por suerte, mi formación como guionista afecta mucho a la estructura de mis novelas y cuando tengo que hacer el proceso inverso (convertirlas en guion) resulta más sencillo de lo habitual.
Gracias a las charlas en colegios y las presentaciones mantienes un contacto directo con los lectores. ¿Qué te aportan estos encuentros? ¿Puedes compartir con nosotros alguna anécdota que ocurriera en uno de ellos?
Me cuesta mucho creer que lo que escribo puede interesar a alguien más que a mí, así que estos encuentros me ayudan a entender que no estoy solo, que hay alguien al otro lado que me escucha. En las charlas me ha pasado de todo y, aunque suene a tópico, he conocido a gente maravillosa. Cuando alguien viene a verme a una Feria del Libro para que le firme su ejemplar o se toma la molestia de acudir a una de las charlas, me siento tan agradecido que no sé cómo recompensarle, por eso siempre acabo haciendo dibujos bastante elaborados junto a las firmas o intento entablar conversación con los lectores. Me gusta establecer contacto con ellos, decirles que soy una persona normal y corriente y que probablemente yo estoy más nervioso que ellos por estar allí.
He sufrido momentos hilarantes, ¡algunos de ellos me da hasta vergüenza contarlos! Uno de mis momentos favoritos fue cuando una chica de las afueras de Madrid se equivocó de día y en vez del sábado fue el domingo a que le firmara el libro en la feria. La chica no se lo podía creer… ¡Había viajado expresamente para verme! Lo curioso fue que unos minutos más tarde, la casualidad quiso que me encontrara en un parque y le firmé los libros en un banco. Estuvimos charlando un buen rato, me presentó a su madre, nos hicimos fotos, me enseñó unos muñequitos de fieltro que había hecho de los personajes; en definitiva, pasé un rato muy agradable, sin la presión de los horarios y las colas.
También trabajas diseñando portadas y booktrailers. ¿Prefieres que te den las pautas el autor o la editorial a la hora de crearlas o te gusta más leer la obra y dejarte llevar por ello? ¿Cómo definirías tú el concepto de una «buena portada» hoy día, cuando la imagen es tan importante? ¿Y un buen booktrailer?
Siempre prefiero tener cuanta mayor libertad mejor, pero por desgracia eso no es algo muy frecuente. Si no estás limitado por las ideas del cliente (que a veces son buenas, pero en ocasiones no tanto) lo estás por el presupuesto. Es difícil hacer una buena portada o un booktrailer impactante si no cuentas con tiempo ni dinero suficiente, así que al final te toca improvisar o apañarte con lo que tienes a mano. Me he vuelto un experto a la hora de aprovechar los recursos… como anécdota os contaré que la mayoría de la gente que aparece en las portadas que diseño son familiares o amigos cercanos a los que engaño para que se dejen fotografiar.
En cuanto a lo que considero que debe tener una buena portada: creo que lo más importante es que el lector capte de un vistazo cuál es el tono y tema de la novela. Tiene que ser algo automático. Eso es algo muy difícil que no siempre se consigue. A partir de ahí, una vez te has asegurado de que estás enviando el mensaje correcto, tienes que hacerlo atractivo, envolverlo como a un caramelo.
A menudo se te ocurre una idea genial, pero la editorial te pide algo que se parezca a un libro que haya funcionado previamente o quiere que siga una tendencia en concreto. Esto es frustrante, pero también inevitable. Por suerte, he podido hacerme cargo del grafismo de todos los libros que he escrito hasta la fecha (excepto los que ya pertenecen a una colección o en los que participo como invitado) y en general me siento muy satisfecho con el resultado.
Sabemos que el estudio de cine en el que trabajas, Magnus|eVostudio, está preparando una película sobre el fotógrafo Robert Capa con Pierce Brosnan. ¿Cuál es tu participación en el proyecto?
Se trata de un proyecto muy interesante basado en la novela Blood and Champagne de Alex Kershaw. En realidad, mi productora ha llegado a un acuerdo con Irish Dreamtime, la compañía de Pierce Brosnan (que también aparecerá como secundario en la película) y nos estamos encargando de buscar financiación en Europa. Yo me encargo más de la parte creativa que ejecutiva, pero como la productora es muy pequeña me toca hacer de todo, así que un día me puedo encontrar pasándole una oferta a un director al que admiro o tentando a un actor de renombre y otro maquetando un dossier para un posible inversor en Dubai o revisando guiones que a priori nos han parecido interesantes.
La producción cinematográfica es un mundo muy complejo y más aún en este momento, las cosas cuestan mucho tiempo y dinero. Ahora estamos hablando de esta producción pero tal vez no la veamos en los cines hasta de aquí a unos años o el proyecto se quede a medio camino. Con estas cosas hay que armarse de paciencia, sembrar poquito a poco para algún día empezar a recoger sus frutos. Por suerte, Capa no es el único proyecto que estamos moviendo.
¿Cuáles han sido tus influencias en los diferentes campos artísticos que conoces –no solo el literario– a la hora de escribir? ¿Y cuáles han sido los títulos que han regado tu imaginación durante la infancia y adolescencia? ¿Los reconoces en tus trabajos actuales?
¡Tengo tantas influencias! Desde muy pequeño he sido muy aficionado al cómic, devoraba mangas como Dragon Ball y Dr. Slump (de los que he heredado un sentido del humor muy particular), cómic europeo (Ásterix, Tintín, Spirou), de superhéroes, independiente, novelas gráficas… ¡de todo! De hecho, sigo en ello. Luego vino el cine, tanto de animación (con Disney y Ghibli a la cabeza, me encanta el sentido del espectáculo del primero y el costumbrismo del segundo) como el de imagen real. Adoro el cine de aventuras, de fantasía y ciencia-ficción, pero siempre me he enorgullecido de ser una persona muy abierta y un día puedo disfrutar de una película palomitera y al día siguiente de la última excentricidad sesuda de un director tailandés que no le conocen ni en su casa. Me encanta ese contraste. En cuanto a literatura, tres cuartos de lo mismo: leo de todo, aunque últimamente, como escribo novela juvenil, me decanto más por este tipo de libros. En su momento me marcaron mucho Mecanoscrito del segundo origen, de Manuel de Pedrolo y La princesa prometida, de William Goldman, aunque Pratchett, Palahniuk y otros muchos autores también me han influenciado muchísimo.
Cada año haces una lista con las películas que más te han gustado. ¿Qué le pides a una buena historia como espectador? ¿Y como lector?
Billy Wilder decía eso de que un buen guion tenía que «Entretener y entretener», yo lo reduciría a un único entretener, porque es muy importante que la historia capte la atención y enganche al lector, pero también pediría que no me tomen por idiota. El cine o la literatura de evasión están muy bien, pero creo que se pueden articular historias que sorprendan, que resulten verosímiles, que te hagan sentir cosas… y además que entretengan. He disfrutado mucho con películas malísimas que tras su carencia de talento escondían un mensaje honrado y me han decepcionado obras que pese a sus geniales ideas he sentido que me las contaban con excesiva frialdad. Creo que para que una historia (sin importar si hablamos de cine o literatura) funcione, tiene que estar construida de forma que funcione a varios niveles: una primera capa que sea puro entretenimiento, una segunda más metafórica, una tercera emocional, etc. Las buenas historias te calan hondo.
¿Qué nos puedes contar sobre tus próximos proyectos?
He pasado el último año dedicando todo mi tiempo a un par de proyectos secretos (uno de ellos cinematográfico) de los que aún no puedo contar nada, pero que espero que pronto salgan a la luz. Ahora he retomado, al fin, mi «novela maldita». La llamo así porque empecé a escribirla hace más de cinco años y siempre la abandono porque siento que me queda grande. Le tengo mucho respeto a esa historia a pesar de tenerla perfectamente estructurada. También estoy escribiendo otra novela con Isabel Hierro (cuyo prólogo, como ya he mencionado antes, se publicará en la antología Steamtales), una ucronía ambientada en la época victoriana, y tengo dos proyectos más en cola: una colección para niños que contará con ilustraciones de un buen amigo y la adaptación de La Estrella al cómic (del que, junto a Isabel, nos encargaremos del guion y de la supervisión). Y, además de todo esto… sigo rodando cortos y algún spot, escribo relatos breves y otro tipo de colaboraciones, diseño portadas, hago booktrailers, imparto talleres literarios de cine de guerrilla, experimento con la fotografía e intento dejarme el pelo largo cada dos meses, pero siempre me lo termino cortando porque me da mucho calor. ¡Soy un culo inquieto!
¡Muchas gracias por tus respuestas y te deseamos todo el éxito en tus (múltiples) proyectos!