Tus primeras obras infantiles y juveniles solían tener protagonistas femeninas que lidiaban con problemas serios a la vez que se adentraban en la adolescencia. Por ejemplo, Vicky sufre un duelo por la muerte de su mejor amiga en Vicky sigue conmigo, y Tina tiene problemas de salud en El club de la mariposa. Tu enfoque fue pionero en abrir la conversación sobre temas delicados a los jóvenes. ¿Por qué decidiste tratar problemas actuales en la vida de los niños? ¿Te topaste con algún tipo de resistencia durante el proceso de publicación?
De niña fui una lectora voraz, pero me frustraba que los chicos de los libros infantiles que leía casi nunca tenían que lidiar con problemas serios (aunque eran capaces de enfrentarse a bandas de ladrones con aplomo). Decidí que, si tenía la suerte de convertirme en una autora publicada, escribiría sobre los niños de la manera más realista que pudiera, sobre todo centrándome en aquellos que no tenían una vida acomodada en casa. Me interesaban mucho más los chicos que tenían problemas y no eran privilegiados, pero que aún así poseían espíritu y determinación y eran interesantes y simpáticos. Tuve suerte de encontrarme con editoriales que no tenían inconveniente en tratar estos temas, aunque a veces ponían pegas a algunos de los pasajes más extremos en mis textos. En general nos las arreglábamos para llegar a algún tipo de acuerdo. Es muy difícil saber qué podría sentar mal a un niño especialmente sensible. Obviamente no quiero traumatizar a nadie. Por suerte, he recibido muy pocas quejas sobre mi trabajo, y eran de adultos, no de los propios niños.
Además del mundo interior de los personajes, tus historias suelen subrayar la importancia del contexto para el desarrollo personal. Por ejemplo, tus libros exploran varias estructuras familiaries, como la familia monoparental de Charlie en El proyecto Lottie o la familia reconstituida tras el divorcio de los padres de Andrea en La niña de la maleta. ¿De dónde tomas la inspiración para plasmar un ramo tan amplio de experiencias?
Cuando era pequeña me irritaba la presunción de muchos libros infantiles de que todas las familias eran pudientes y relajadas y bien estructuradas. Quería escribir sobre niños en acogida, niños con padres separados, niños que lidiaban con enfermedades y discapacidades. Yo misma tampoco tuve una infancia idílica y convencional, y conocía muchos niños que pasaban por dificultades similares. Quería escribir libros para quienes se quedaban fuera y mostrar a los niños que tenían la suerte de tener vidas felices y convencionales lo que era ser diferente. No obstante, no quería escribir tragedias mórbidas: siempre he incluido mucho humor en mis historias, y les daba a la mayoría de mis personajes una imaginación vívida para ayudarles a superarlo.
También sueles escribir sobre trasfondos económicos complicados. Charlie sufre mucho por el despido de su madre. Abril, la protagonista de Abril en la basura, pasa su infancia en centros y familias de acogida. ¿Tienen tus libros un compromiso concreto con la justicia social? ¿Crees que esa debería ser la regla general, especialmente en literatura juvenil?
En ocasiones escribo sobre niños o adolescentes en buenas condiciones financieras, pero estoy de acuerdo en que muchos de mis personajes lo pasan mal. Muchas veces se culpa a los niños de aislarse o desobedecer, de ser retadores o disruptivos, cuando puede que tengan problemas serios en casa que afecten a su comportamiento. Siempre me acuerdo de un profesor que se enfureció con una niña porque llegaba tarde a clase; en realidad había estado llorando en el ropero porque su madre se estaba muriendo de cáncer. Otro profesor regañó públicamente a un niño por acudir al colegio en pantuflas, diciendo que era muy insolente, cuando el niño entraba y salía de centros de acogida y era muy probable que ni siquiera tuviese unos zapatos en condiciones. En ese momento no había mucho que yo pudiese hacer porque era una niña también, pero con suerte mis libros habrán demostrado que estoy del lado de estos niños. En privado hago lo que puedo y soy embajadora de varias ONGs infantiles.
El humor es una constante en tus novelas, a menudo integrado en la voz en primera persona de tus narradores. ¿Cómo consigues el equilibro perfecto entre drama y comedia? ¿Cómo lidias con tu propia reacción emocional mientras te sumerges en estos mundos?
Creo que el humor es una manera efectiva de lidiar con las situaciones difíciles, y es especialmente necesario en libros para niños y adolescentes si están leyendo sobre una situación triste. ¡No quiero que mis libros sean perturbadores! Aunque es un fino equilibro: nunca querría bromear sobre algo muy serio. Me ayuda escribir en primera persona, de modo que los comentarios surgen de manera natural del narrador. Y si son niños traviesos, entonces es más probable que le den la vuelta a las cosas y hagan chistes sobre ellos mismos, quizás como una forma de frenar las lágrimas.
En tus obras más recientes estás explorando otros géneros, como la fantasía y las sagas históricas. ¿Qué te atrae de estas opciones?
Me gusta darme a mí misma unas vacaciones de vez en cuando y escribir fantasía divertida y ligera que no trate temas duros. También me encanta escribir sobre la era victoriana; siempre he sido una apasionada del siglo XIX y su arte y literatura. De algún modo es más fácil para mí ambientar una historia en el pasado que intentar mantenerme al día con las últimas modas de Tik Tok y las películas y series de televisión del momento. ¡Siento que es muy desconsiderado por parte de mi querida hija que no me dé nietos que me cuenten lo que necesito saber!
Uno de nuestros rasgos favoritos de tus libros es lo experimental y lúdica que es tu escritura. Siempre usas diferentes estructuras, como las historias paralelas de El proyecto Lottie y los capítulos en orden alfabético de La niña de la maleta. ¿Cómo se te ocurren estas ideas?
Me encanta buscar nuevas formas de contar una historia y hacerla más interesante para el lector joven. No estoy segura de que los capítulos alfabéticos de La niña de la maleta fueran buena idea, debió ser un reto terrible para los traductores.
Eres un fenómeno literario: tus libros han sido los más prestados en las bibliotecas inglesas durante años, han tenido múltiples adaptaciones al cine y a la televisión, recopilatorios y productos de merchandising, e incluso se ha publicado en inglés un libro especial llamado The World of Jacqueline Wilson, que incluye extractos de tus historias, y un libro de juegos sobre tu universo literario, Totally Jacqueline Wilson. ¿Qué destaca cuando reflexionas sobre el trabajo de toda tu vida?
¡Es muy halagador que te llamen fenómeno literario! Significa mucho para mí cuando alguien viene y me dice con timidez que le encantan mis libros, sobre todo cuando dicen que antes eran poco lectores. He disfrutado muchas ocasiones memorables e importantes. Pude acompañar a la difunta Reina Isabel cuando celebró una fiesta de temática literaria para dos mil niños en los terrenos del Palacio de Buckingham. También desayuné en la Casa Blanca y di una charla en la feria del libro de Washington organizada por Laura Bush (a lo mejor es un mal ejemplo, porque pocos estadounidenses habían oído hablar de mí y para retener al público tuve que contarles historias sobre la familia real y las veces que coincidí con J. K. Rowling, pero al menos se engancharon). Aun así, creo que lo que más recuerdo son los eventos cotidianos en Reino Unido, cuando hacía muchos encuentros en librerías y firmaba durante horas. Creo que la mejor firma de todas fue la del libro Candyfloss. La librería tenía un tiovivo justo fuera de la tienda para los clientes, además de una máquina de algodón de azúcar dentro de la tienda para darles a los niños que hacían cola. Incluso tenían toallitas para las manos y caras pringosas.
Las ilustraciones de Nick Sharratt han sido una marca distintiva de tus libros durante décadas. Muchos de tus textos interactúan con las imágenes en una simbiosis perfecta. ¿Cómo te relacionas con los artistas que dan vida a tus personajes?
He tenido mucha suerte de contar con las maravillosas ilustraciones de Nick en mis libros. Tristemente, hace años decidió que necesitaba centrarse en sus propios libros, lo que entendí perfectamente. Por suerte seguimos siendo amigos cercanos. Ahora tengo como ilustradora a Rachael Dean, que tiene un estilo diferente, pero es igualmente brillante y apta para niños. Se ha convertido en una gran amiga también, y hemos hecho varios eventos juntas.
También eres una defensora y abanderada de la literatura infantil. Sabemos que trabajas con varias ONGs literarias y que has enseñado literatura infantil en la universidad. ¿De dónde te viene esta pasión? ¿Qué les dirías a quienes menosprecian la literatura infantil?
Siempre he sido una apasionada de los libros para niños. De pequeña era una lectora voraz; incluso antes de poder descifrar todas las palabras, me contaba historias a mí misma mirando las ilustraciones e inventándolas. No tenía muchos libros en casa, así que iba a la biblioteca pública varias veces a la semana. Sigo animando a los niños a que disfruten de la lectura. Hace poco fui a un colegio en una zona muy desfavorecida en la que habían conseguido abrir una pequeña pero bien surtida biblioteca. Hablé con un niño pequeño, en torno a seis años, al que le gustaba mucho mi libro The Story of Tracy Beaker. Como era tan pequeño le pregunté si su madre le leía. Me dijo que ella nunca había aprendido a leer, pero dijo orgulloso que ahora que él iba a aprender en el colegio le podría leer a ella. También estoy muy contenta de participar en un proyecto para enviar un libro y una carta mensual a niños en acogida, y otro para desarrollar minibibliotecas en todas las escuelas de educación primaria del país.
Tu amor por la literatura infantil se refleja en tus reinterpretaciones de los clásicos infantiles, como Katy, una versión moderna de Lo que hizo Katy, de Susan Coolidge, o las versiones de las novelas de E. Nesbit, Four Kids and It y The Primrose Railway Children. ¿Podrías darnos una pista de qué otras historias te gustaría reinterpretar en el futuro?
He disfrutado escribiendo versiones modernas de los clásicos infantiles, y me he alegrado mucho cuando los niños cuentan que han leído después el original. Si supiese más sobre caballos, probaría a escribir una versión moderna de Black Beauty, que ahora parece casi demasiado aguda y perturbadora. También he pensado que habría mucho recorrido en un equivalente moderno de Los incursores o de Mary Poppins, pero creo que alguna productora debe de tener los derechos. Tal vez me limite a escribir mis propios libros; ¡varios niños me han mandado ya sus «versiones modernas» de los títulos antiguos de Jacqueline Wilson!
Muchas gracias por tu tiempo. ¡Esperamos verte en España!
Muchas gracias por unas preguntas tan interesantes.