Este mes de febrero se publica tu nueva novela, Si el amor es una isla, ¿qué nos puedes contar sobre ella? ¿Cómo se te ocurrió la idea?
Es una novela de amor y misterio ambientada en una pequeña isla del canal de la Mancha. Trata de una joven que, para costear el tratamiento médico de su padre, acepta un empleo en Silence Hill, un hotel victoriano regido por un enigmático aristócrata que convertirá su vida en un peligroso juego. La idea surgió nada más acabar el último libro de la saga de El bosque... Tenía claro el argumento. Quería escribir una historia de misterio ambientada en un lugar aislado, del que fuera difícil escapar, y que tuviera la ambientación de los clásicos románticos del siglo XIX (como Jane Eyre o Cumbres borrascosas), pero en la época actual. El dilema era dónde situarlo… Hasta que recordé un viaje que hice cuando tenía más o menos la edad de Luisa por el norte de Francia. Durante esas vacaciones, un día decidimos visitar una de las islas del Canal y alguien nos recomendó Sark… La visita fue relámpago y en ese momento no llegué a descubrir la realidad tan curiosa de la isla —regida por un sistema feudal hasta 2008—. Pero los maravillosos paisajes, el aroma y las sensaciones vividas en aquel lugar, donde no había vehículos a motor ni alumbrado público, me quedaron muy marcados en la mente. La combinación de la historia de Luisa con la propia de Sark —que ya es fantástica en sí misma— me pareció explosiva.
¿Cómo surgió la idea para escribir la trilogía de El Bosque? ¿En qué te inspiraste?
La saga me la inspiró el bosque de mi infancia, situado en la Sierra de la Demanda. Hacía tiempo que le daba vueltas a una historia sobre un ermitaño que habitaba en estos bosques, y en las leyendas que se tejían en torno a él. Unas decían que era viejo y con barbas, otras joven, algunas violento, otras bondadoso… Pero todas coincidían en que se trataba de un fantasma que habitaba allí desde hacía siglos… Así surgió la idea. El resto de la historia fue creciendo alrededor de este personaje. El tema de su «secreto» me lo inspiró un libro en el que estaba trabajando como editora. Trataba sobre la miel y otros productos derivados de la abeja. Me quedé tan sorprendida de las propiedades de la apiterapia y de la miel, que enseguida hice una conexión entre la realidad de ese libro práctico y la fantasía de la novela con la que estaba fantaseando.
¿Qué tienen de ti los protagonistas de esta historia, Clara, Bosco y Robin?
Todo y nada. Todo, porque estaban en mi cabeza antes de que cobraran vida en el papel y, de algún modo, siento que contienen secretos propios, preocupaciones de mi inconsciente e incluso rasgos escondidos. Las historias que uno crea o imagina tienen mucho en común con los sueños. No sabes muy bien cómo llegaste a fantasear con ellas, a crearlas, pero han salido de algún rincón de tu mente y dicen mucho de ti, aunque nos cueste verlo. Y nada, porque soy muy distinta a ellos tres. Mi vida es muy tranquila. Quizá, al estar narrada en primera persona, me siento más cercana a Clara. Mientras escribía no me costó mucho meterme en su piel y sentir todo lo que ella sentía, incluso el amor por esos dos chicos. Curiosamente, yo soy muy distinta a ella. ¡Soy súper miedosa! Jamás me hubiera quedado sola en una casa en mitad del bosque o me hubiera enfrentado con esa valentía a situaciones con las que ella ha tenido que lidiar. En ese sentido, Clara es mi alter ego. Y me lo he pasado muy bien viviendo esas aventuras a través de ella.
En marzo de 2013 se publicó la tercera y última parte de la trilogía. ¿Qué podremos encontrar en ella? ¿Qué sientes ahora que has concluido la saga con la que te iniciaste en el panorama juvenil?
En La ciudad de la luna eterna encontramos romance, emociones, mentiras, secretos… y el desenlace de la historia de Clara, el cierre de su aventura. Por fin entendemos no solo aspectos de la trama que quedaron abiertos en los libros anteriores, sino también el porqué de su comportamiento, de sus dudas y decisiones. Escribir esta saga ha sido un reto apasionante con el que he disfrutado muchísimo. Mi intención era escribir una novela romántica paranormal con tintes autóctonos. También quería hacer una historia de personajes que evolucionan y maduran. En ese sentido, creo que la protagonista crece a lo largo de las tres novelas. En La ciudad ya no queda nada de la adolescente insegura y asustadiza que aterrizó en El bosque un año atrás. Y creo que lo mismo ha ocurrido con la trama. La aventura de la semilla ha evolucionado y se ha alejado de clichés relacionados con el género que estaban más presentes en El bosque de los corazones dormidos. Quería romper algunos tópicos de la literatura juvenil romántica paranormal… Darle un sello propio y giros distintos.
En esta tercera parte, Clara visita Florencia y el lector se sumerge de lleno en la ciudad italiana. ¿Por qué elegiste este sitio para desarrollar el final de la trilogía?
Florencia es una ciudad muy misteriosa y mágica. En el siglo XV el Renacimiento revolucionó el mundo con su arte, inventos y teorías mientras el resto de Europa aun vivía en el oscurantismo de la Edad Media. Los historiadores aun no se explican cómo pudo florecer todo aquello en un tiempo tan corto y en un espacio tan pequeño… Y a mí me pareció el escenario perfecto para situar a un personaje que posee todas las claves para resolver las incógnitas de la semilla y del pasado de los protagonistas. Además, Clara vivirá allí todo un renacimiento, en más de un sentido. Por un lado, ha madurado y es capaz de tomar decisiones valientes y de enfrentarse a su destino. Por otro, en ella renace una historia del pasado, la semilla de una antepasada muy especial, que ha marcado su presente y quizá su futuro.
Entre otras tramas, la protagonista, Clara, tiene que elegir entre dos amores. ¿Tenías pensado el final desde un principio o fue surgiendo según escribías la historia?
El final fue evolucionando al mismo tiempo que la historia y que la propia Clara. Cuando empecé la trilogía no lo tenía del todo claro. Reconozco que sufrí las mismas dudas que Clara, y cambié de opinión varias veces. Tenía incluso varios finales alternativos… Además, cuando lo consultaba con mis hermanas o con la editora de Montena, me daba cuenta de que sus preferencias estaban muy divididas y que, eligiese el final que eligiese, no podría contentar a todos los lectores… Había que justificar muy bien su elección y arrastrar a todos los seguidores de un bando al otro, de forma sutil y sin demonizar a ninguno de los dos amores. Mientras escribía El jardín de las hadas sin sueño me lo pensé mucho. Pero en La ciudad de la luna eterna ya tuve claro desde el principio cuál sería su elección.
Empezaste escribiendo libros para un público adulto y ahora escribes literatura juvenil, ¿por qué este cambio? ¿Cuándo escribes piensas en el público al que podría ir dirigida la novela?
Siempre he sentido admiración por la literatura juvenil, porque es un género con mucha magia. Todavía recuerdo con cariño muchas de las novelas que leí en mi adolescencia. Algunas de ellas se han ido reeditando y todavía las leen los jóvenes de hoy. Son obras que no pasan, que se leen de generación en generación, y siguen gustando igual. En ese sentido, me atraía mucho la idea de que mis hijas —que ahora son pequeñas— pudieran encontrar algún día mis libros reeditados en las librerías. Después de escribir Los 7 soles de la felicidad, El bosque de los corazones dormidos iba a ser mi siguiente novela romántica para adultos. Sin embargo, mientras pensaba en la trama en seguida me di cuenta de que, para que la historia funcionara bien, los protagonistas debían ser jóvenes y la historia debía adaptarse al género juvenil. Pensé mucho en el público al que me dirigía y me entraron las dudas… El público juvenil tiene fama de ser apasionado y muy lector, pero también muy exigente. Por eso lo consulté con un buen amigo —Francesc Miralles—, que es un gran experto en este género (y en muchos otros). Él me animó y me dio algunas recomendaciones para que el salto de género lo hiciera con red.
Sabemos que acabas de publicar un nuevo libro pero, ¿tendremos noticias de otro a lo largo de este año? ¿Qué proyectos tienes en mente?
En estos momentos estoy escribiendo una novela juvenil, a cuatro manos, con Francesc Miralles. No puedo contar mucho sobre el argumento, pero os avanzo que se trata de una historia de amor totalmente inesperada, con elementos de magia cotidiana. La tendremos ultimada a finales de este marzo, pero todavía es pronto para dar una fecha de publicación. Aparte de esta novela, tengo otra historia en mi cabeza que hace tiempo me pide ser escrita. Es una historia de amor actual, realista pero con tintes mágicos, de la que tengo prácticamente todo el guión trazado. Pero ya será para el 2015.
¿De dónde sacas las ideas para los títulos de tus libros?
Como periodista siempre se me dio muy mal titular. ¡Era un desastre! Quería explicar demasiado y era incapaz de sintetizar lo importante. En la ficción supongo que logré hacer una virtud de ese defecto. Me gusta que mis títulos tengan un toque poético e inspirador, que cuenten la historia desde un punto de vista mágico.
Además de cómo escritora, también trabajas como editora en un sello de libros prácticos. ¿Es difícil compaginarlo con el trabajo de escritora? ¿Qué te aporta estar también al otro lado de la mesa?
Es difícil por una cuestión de tiempo. Después de una jornada de ocho horas, a veces me cuesta encontrar momentos para escribir… Pero, por otra parte, no se me ocurre mejor trabajo que el de editora para enriquecer mi vertiente de escritora. Por un lado, el estar en contacto con otros manuscritos y trabajar con sus correcciones, te hace aprender de los fallos de los demás y ver los propios. Por otro, conocer el mundo editorial, te hace ser más realista y disfrutar más de los pequeños logros. También te hace ser más flexible con las sugerencias del editor y el trabajo fluye de una forma muy fructífera.
Encima, también eres madre. ¿Cómo compaginas tu vida diaria con la escritura? ¿Cómo es un día habitual en la vida de Esther Sanz?
Después de una jornada de ocho horas, recojo a mis hijas del colegio y paso la tarde entre juegos, deberes, baños y cena. Después de eso, cuando todos duermen, empieza mi jornada de escritora. A veces estoy tan cansada que apenas me salen unas líneas, pero procuro repetir ese ritual todos los días para no perder el hilo. Ser madre te cambia la concepción del tiempo. Te aseguro que, desde que tengo hijas, una hora de escritura me cunde el triple. A veces pienso que con la maternidad se desarrollan algunos súper poderes para poder rendir al máximo en cada área de la vida. ¿Has escuchado alguna vez ese proverbio de «Si quieres que algo se haga, encárgaselo a una persona ocupada»? Pues eso se cumple a la perfección en las madres. De todas formas, mis hijas son también una fuente constante de inspiración y felicidad… Y eso repercute de forma muy positiva en todo lo que escribo.
Uno de los grandes valores de tus novelas es la delicadeza y precisión con la que transmites los sentimientos y las emociones de tus personajes, ¿cómo lo consigues? ¿Eres de las autoras que se quedan satisfechas con la primera versión de sus manuscritos o corriges y reescribes mucho después?
Durante mi adolescencia leí mucha novela romántica. Leía de todo, desde los clásicos hasta autoras modernas de la época. De ellas aprendí la delicadeza con la que describían los escenarios, las sensaciones, las emociones de las protagonistas. La literatura romántica es muy sensorial y creo que mi estilo ha bebido de esas fuentes. Me cuesta mucho avanzar a otro capítulo si considero que el que dejo atrás tiene fallos o no es perfecto… Y lo mismo me ocurre con cada párrafo. Así que, cuando acabo una novela casi nunca releo ni reescribo. Envío esa primera versión al editor y espero sus indicaciones. Una vez recibo sus correcciones o sugerencias, entonces sí, vuelvo a la primera línea de la novela y sigo cada una de las sugerencias del editor.
Hoy día, el romance paranormal es uno de los géneros juveniles que más atraen a los lectores, pero tú lo acercas a los españoles situando la acción en la Sierra de la Demanda, cerca de Burgos. ¿Crees que hay ciertos prejuicios por parte de lectores y escritores a la hora de ambientar este tipo de novelas en nuestro país en lugar de en uno distinto?
Sí, creo que sí… Pero eso no sólo sucede en este género. Cuando escribí Los 7 soles de la felicidad, algunos editores me dijeron que la historia hubiera sido más comercial si la hubiera ambientado en Londres o en Nueva York, y no en Barcelona. Por algún motivo nos cuesta menos sumergirnos en una historia cuando sucede lejos de donde vivimos. En ese sentido, con la trilogía, yo quería reivindicar la magia de nuestros bosques y de nuestras leyendas, y hacer algo muy autóctono.
En tu caso, ¿qué surgen antes, las historias o los personajes? ¿O van de la mano?
Cada novela es distinta. En El bosque pensé primero en el personaje de Bosco. Él fue quien puso mi mente en funcionamiento. Y a raíz del ermitaño fui tejiendo toda la historia. Pero no siempre sucede así. En Si el amor es una isla, pensé primero en la historia que quería contar. Luego fui trazando los personajes y dándoles forma a media que escribía.
En tus novelas el amor es siempre una pieza clave. ¿Crees que este factor es necesario para que una novela triunfe?
No, no necesariamente. Hay grandes novelas juveniles que son obras de referencia, y que no tienen ese ingrediente, como La isla del tesoro (en la que ni siquiera hay chicas). Pero reconozco —quizá se deba a mi pasado como lectora y escritora de romántica—, que a mí me engancha más una novela cuando hay detrás una bonita historia de amor.
¡Muchísimas gracias por responder a nuestras preguntas!