La primera novela de Daniel Ojeda, Cómeme si te atreves, veía la luz en 2016, a la que seguirían Todo lo que sé sobre un corazón roto, en 2018, y Como si nadie nos estuviera mirando, en 2019. Con veinticuatro años, el joven escritor madrileño daba el salto de las webs de literatura juvenil, donde llevaba colaborando desde los diecisiete, a la escritura. Su obra, en la que a veces realidad y ficción se cruzan, sigue la estela de Stephanie Perkins, entre otras autoras. De hecho, cuando empezó a escribir Cómeme si te atreves, se planteó la posibilidad de que dicha novela fuera —como Un beso en París— la primera de otras dos que estarían protagonizadas por personajes secundarios de la primera, sin embargo, la vida y la escritura le llevaron por otros derroteros. En la actualidad, afirma que sus tres primeras novelas son «tres escalones que van unidos» de una etapa personal que ya ha cerrado.
Las primeras palabras de Babia en Cómeme si te atreves son «Estar gorda son todo ventajas», aunque nos muestra más tarde que no es así, lo cual no quita que esté orgullosa de ser cómo es. Sabemos que la historia de Babia es una historia muy personal, y también sabemos que ha ayudado a muchas/os lectoras/es. ¿Podrías hablarnos un poco de todo ello?
Le doy mucha importancia a las primeras frases. Para mí son una declaración de intenciones, un ancla que más tarde en la novela cobra un sentido concreto, en el caso de Cómeme si te atreves muestra al inicio el carácter cínico de Babia y más tarde nos damos cuenta de que era un escudo, de que esa seguridad no era tan real. La frase se derrumba para dar paso a una evolución en la que Babia sigue trabajando esa seguridad a pesar de los prejuicios de la sociedad.
Este momento en el que se encontraba la protagonista era el mismo en el que me encontraba yo cuando escribía el libro, por eso es tan personal. En cuestión de dos años bajé cuarenta kilos y me di cuenta de que a veces, desde fuera, nos hacen creer que nunca es suficiente. Por eso era tan importante para mí que Babia y yo entendiéramos que el querer empieza en uno mismo y se transforma en quererse. Después de publicarlo me llegaron un montón de mensajes, sobre todo de chicas, que son cuestionadas constantemente por su peso, incluso por su propia familia. Me agradecían que hubiera creado una protagonista como Babia, es del libro que más agradecimiento me llega en ese sentido. Es brutal la conexión que Babia tuvo con muchas lectoras para que ellas tomaran la decisión de escribirme y contarme su historia personal, es de una generosidad tremenda, por lo que soy yo el que les da las gracias.
En tus novelas, el dolor suele ser compañero del miedo, no hay ejemplo más claro que el de Simone, la protagonista de Todo lo que sé sobre un corazón roto, pero también se muestra la amabilidad como algo que elegimos y que no es innato. ¿Crees que la amabilidad mitiga el dolor?
Creo que la amabilidad con nosotros mismos es lo que calma el dolor. En el caso de ser amables con el resto, no siempre. No podemos escoger cómo son los demás con nosotros, sin embargo sí podemos elegir ser amables. En Todo lo que sé sobre un corazón roto quería hablar de que el rencor, la rabia o cargar con el pasado no ayuda a seguir adelante. Me gusta que en mis libros siempre haya un grupo de personajes que son amables hasta para decir algo negativo, no hace falta hacer daño para decir la verdad. Simone, en este caso, es la que aprende a no dejar que el dolor cambie su personalidad y pasar de ser víctima a verdugo. Todos elegimos lo que le queremos dejar al mundo con nuestra forma de vivir, lo que les mostramos a los demás, cómo somos con ellos, etc... Ser amable me parece una bonita huella.
De Cómeme si te atreves a Todo lo que sé sobre un corazón roto vimos un cambio drástico en la forma de contar dos historias con una protagonista joven. ¿Qué te llevó a moverte de una novela donde no dejan de pasar cosas a otra donde lo más importante son los personajes y su «recorrido interior»?
De un libro a otro pasaron dos años y eso hizo que yo encontrara mi sitio entre las letras, que cada vez fuera más consciente de lo que quería hacer y hacia donde quería ir. Siempre me han gustado las historias de personajes, las emocionales y no tanto de giros o acción, aunque hay tiempo para todo. Muchas de mis películas favoritas o libros preferidos no han tenido una gran crítica, dicen que son de esos en los que no pasa nada, sin embargo para mí pasa de todo. Creo que incluso en el silencio más silencioso para el resto, tú puedes encontrar ruido. Quería saber a qué tenía miedo Simone, lo que había ocurrido en su interior, lo que me interesaba de su historia como autor era lo que sentía y no tanto cómo había llegado hasta allí. Por eso está escrito en primera persona, añadí las páginas caóticas del diario, su voz en el pasado y también en el presente. Quería preguntarle todo el rato: ¿Cómo estás?
Hay una frase de Como si nadie nos estuviera mirando que se nos ha quedado especialmente grabada: «Cuando dejemos de llamar opinión al odio el mundo será distinto». Los prejuicios son los detonantes de muchos, por no decir de todos, los grandes conflictos de tus novelas. ¿Por qué escribir sobre ellos?
De un tiempo a aquí me he dado cuenta de que muchas personas intentan hacer invisibles los prejuicios diciendo que es una opinión y que tienen la libertad de opinar, pero yo creo que han empezado a disfrazar el odio de opinión para sentirse libres intentando cortar la libertad del resto. Hay que hablar de los prejuicios y de cómo nos afectan, creo que eso puede hacer que aprendamos y que cada vez juzguemos menos. A todos nos duele ser juzgados, todos lo hemos sido alguna vez y hace poco escuché en una serie algo que resume mi respuesta, fue en Paquita Salas: «Contar es sanador y lo que no se esconde no duele». Por eso hay que hablar de los prejuicios y de todo lo que duele.
Pero no nos olvidemos de hablar del cameo de cierto personaje secundario de Todo lo que sé sobre un corazón roto en Como si nadie nos estuviera mirando. ¿En qué momento se te ocurrió? ¿Crees que volveremos a verlo en futuras novelas?
Según estaba escribiendo Como si nadie nos estuviera mirando tuve la sensación de que la voz que cuenta la historia ya la había escuchado, después pensé que quizás lo había hecho un personaje que ya conocía y así surgió el cameo. Los dos encajaban a la perfección, por lo que habían vivido cada uno, por lo que ella necesitaba y él aún no tenía, conocerse era una buena opción. No planeo más cameos, pero si surge lo haré. Gloria, la tía de Babia, tiene su historia independiente, también Meiling o Guille, las amigas de Simone. Por alguna razón los personajes cobran tanta vida que podrían ser protagonistas, pero tengo que escoger y por eso muchas de ellas se quedan en el cajón de proyectos.
En los agradecimientos de Como si nadie nos estuviera mirando hablas de la novela como un «punto de inflexión». ¿Qué ha significado cada uno de tus tres libros para ti?
Creo que mis tres primeros libros forman parte de una etapa personal que he cerrado, aunque sean novelas independientes siento que son tres escalones que van unidos.
Cómeme si te atreves me ayudó a quererme más, a ser más yo y a esconderme menos.
Todo lo que sé sobre un corazón roto me acompañó mientras superaba una ruptura, enseñándome que el amor no duele, no ata y si te tiene que decir adiós lo hace. Es tan importante el final de un amor como el camino.
Como si nadie nos estuviera mirando es mi concepto de familia. Una que se quiere, sin importar la sangre, la sexualidad, el género o el lugar de donde viene la persona. Para mí ha sido el gran punto de inflexión, tuve miedo al escribirlo, quería que fuera tal y como lo imaginaba. Gracias a él he perdido un poco el miedo a los siguientes, siempre existe esa inseguridad sobre lo que estás haciendo, pero ahora creo que puedo controlarla. Con trabajo, lo que tenga que ser será.
Tus novelas tratan el tema del amor (en todas sus formas), pero es cierto que se nota un cambio desde el primer libro, Cómeme si te atreves, donde se idealiza el amor romántico, hasta el último, Como si nadie nos estuviera mirando, donde el amor no-romántico tiene mucho peso. Nos encantaría oír qué más tienes que decir al respecto.
Cuando hablamos de amor instantáneamente pensamos en el romántico. Personalmente siempre he sido muy seguidor del romance, pero también me interesan otros amores. Creo que esa ha sido mi evolución, en el primero la idea que tenía del amor era eterna, en el segundo descubrí que todo acaba y que hay que aprender a despedirse, con el tercero quise ir al que tenemos a diario y el que nos ha visto crecer, el de la familia. Por ello digo que siempre escribiré libros de amor, porque entiendo que puedo escribir la historia de amor de un grupo de amigos, de dos hermanas, de una abuela y un niño, de una pareja o de un animal y la persona que lo adoptó. El romántico solamente sería el de la pareja, pero el resto me parecen igual de interesantes.
Los tres libros están repletos de voces femeninas. ¿Cuál es la razón? ¿Qué has aprendido de Babia, de Simone y de Edna?
He crecido rodeado de mujeres. Mi padre y mi abuelo estaban ahí, pero trabajaban mucho. Me gustaba ver maquillarse a mis tías, escribir cuentos con mi abuela, hablar con mi madre y jugar con mi hermana a las muñecas. Me han enseñado tantísimo y lo siguen haciendo que me lo he llevado también a lo literario y la mayoría de las novelas que tengo pensadas las protagonizan mujeres. Aunque he de decir que es algo que me sale solo, no lo planeo. También hay personajes masculinos, pero creo que no sé hacer chicos normativos.
De Babia que nunca hay que callarse lo que nos morimos por decir.
De Simone que es bonito tener a alguien que aunque ya no esté contigo, de una manera romántica, siga hablando de ti como si lo estuviera. Sin portazo, ni dolor.
De Edna que crecer también es construir nuestro propio universo.
Llegados a este punto... ¿Escribir para sanar o escribir por placer?
Escribir para sanar, pero eh, que eso también es un placer. (Se ríe). Escribo para sanar y eso hace que a veces también sea duro, pero cuando llego al final, el placer es indescriptible. Es algo parecido a cerrar una herida, a dejar todas tus cosas en la casa de la que te mudas porque ya no las necesitas. Lo bueno de narrar con personajes de ficción es que se llevan cosas personales y te aportan el aprendizaje de otras que aún no te han pasado.
La música ha estado ligada desde el principio a tus novelas. Nos gustaría pedirte que asignaras una canción a cada uno de tus libros y nos explicases brevemente el porqué.
Para Cómeme si te atreves, «Smile» de Mcfly, porque tiene la energía y la fuerza de Babia.
«Nieve» de Ismael Serrano, para Todo lo que sé sobre un corazón roto, porque es la canción del epígrafe y define a la perfección la historia de Simone y Marc.
Para Como si nadie nos estuviera mirando, «Ara som gegants» de Joan Dausá, escribí la mayor parte de la novela escuchando a este cantautor catalán que me parece una maravilla y que me regaló con su música las sensaciones que necesitaba para escribir.
¿Cuáles son las preocupaciones de Daniel Ojeda, ahora, después de tres libros publicados?
No quiero dejar de aprender, para mí esto es un camino largo y espero de él seguir aprendiendo cada vez un poco más. También ser fiel a la historias que quiero contar, que cada próxima novela que escriba tenga que ser esa, por razones mayores, y no otra.
La pregunta que no podía faltar es: ¿En qué estás trabajando?
Estoy con mi siguiente libro, saldrá el año que viene con Crossbooks (Destino). Se divide en años y está ambientado en Madrid, que es algo que no hacía desde Cómeme si te atreves, pero en este caso era muy necesario. No puedo contar mucho, pero estoy muy contento. Ese es el proyecto más a corto plazo.
Nos ha encantado haber podido charlar contigo.
Mil gracias por todo, a mí también me ha encantado. Las preguntas han sido geniales, es bonito ir más allá y no quedarnos en la superficie. Gracias por vuestro trabajo y por ser las/los guardianes/nas de los libros. Un abrazo.