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Entrevista a...

Courtney Summers

El Templo #87 (abril 2022)
Por Daniel Renedo
1.094 lecturas

En 2018, con la publicación de Sadie, Courtney Summers consiguió no solo convertirse en una autora best seller del New York Times, sino también aparecer en más de 30 listas de mejores libros de ese año y alzarse con premios como el Cybilis o el Edgar. En 2015, la autora estadounidense acuñó uno de los hashtags feministas de más relevancia ese año, #ToTheGirls, que era también el año en que, por primera vez, una de sus novelas —entre las que, hasta ese momento, se contaban Cracked Up to Be, Some Girls Are, Fall for Anything y This is Not a Test— se publicaba tanto en tapa blanda como en tapa dura. Se trataba de El último grito, novela que trajo a España La Galera en 2020. Más recientemente, dicha editorial ha publicado también su última novela, El proyecto.

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En Cracked Up to Be podíamos encontrar ya la semilla de lo que es una protagonista escrita por Courtney Summers: una joven con esa idea interiorizada de que «no existe un ser humano que sea decente, sino que siempre se trata de una ilusión» y que, una vez que se es consciente de ello, ya no hay vuelta atrás. ¿Cuál dirías que es el origen de esa visión?

Cuando escribí Cracked Up to Be, mi propósito era retar a los lectores a empatizar con un personaje femenino con el que no fuese tan fácil hacerlo. Culturalmente, estamos programados para negar a las mujeres jóvenes la empatía y el apoyo que necesitan, sobre todo si no se adecúan a la idea que tenemos de cómo ha de ser una chica y cómo se ha de comportar. Queremos que sean perfectas y agradables, que escondan su ira y sus emociones más complicadas, incluso aunque esto las lastre. Parker nunca ha resultado simpática a los demás, ni tan siquiera antes de que Cracked Up to Be dé comienzo, pero ella cree que puede compensar dicha imperfección siendo «perfecta». La historia muestra las consecuencias de esta obsesión suya, que acaba rompiéndola por completo.

¿Cómo ha diferido la recepción de Cracked Up to Be cuando se publicó originalmente en 2008 frente a doce años después, con la nueva edición? ¿Has percibido algún cambio?

Los lectores llevaban mucho tiempo pidiendo que se reeditasen mis anteriores novelas y sentían que ya era hora, por lo que la acogida de la nueva edición ha sido muy buena. Según ellos, la nueva cubierta de la novela, con la ilustración de Agata Wierbicka, refleja mucho mejor la historia que se cuenta en ella —de una chica que se desmorona bajo la presión por tratar de ser perfecta—; con lo que estoy completamente de acuerdo. Creo que todavía queda mucho por mejorar respecto a la forma en la que hablamos sobre las narrativas protagonizadas por personajes femeninos, pero en general tengo la sensación de que hoy día los lectores comentan aquello por lo que Parker está pasando con mucho más cuidado. Y esto tenemos que agradecérselo a las personas que apostaron por su historia cuando se publicó por primera vez en 2008.

Dedicaste This is Not a Test a tu padre, David Summers. Aunque sea una novela con una ambientación postapocalíptica, no deja de pertenecer al sello Courtney Summers. De hecho, tu aproximación a dicho subgénero es desde el duelo y alrededor de la idea de que todas las personas se acaban yendo. Además, es una de tus novelas en las que más presente está la depresión. ¿Podrías profundizar en la intención detrás de esta obra?

La ficción postapocalíptica me resulta muy curiosa porque (por lo general) suele narrarse desde la perspectiva de personajes que, cuando ocurre lo peor, están a la altura de la situación; que están dispuestos a luchar por su futuro y, quizá más importante, que (sobre)viven para formar parte de ese futuro. Lo que me propuse explorar fue cómo se vería el apocalipsis a través de los ojos de una persona a la que no le importa sobrevivir, alguien al que el mundo ha vencido mucho antes de que a él lo derroten. La forma en la que hablamos acerca de la depresión suele ser imperfecta, aunque sí que es cierto que es mejor de lo que lo era hace años: es importante que desestigmaticemos el hablar sobre la salud mental. Lo que más me importaba era que los lectores entendiesen lo insidiosa que es la depresión, lo compleja y arrolladora que es. Y que no consiste en estar triste, y rápida y «mágicamente» dejar de estarlo.

En El último grito, Romy dice que desde los once años odia verse en fotos porque deja de reconocerse en ellas a sí misma. Esto coincide con el momento preciso en que su cuerpo empieza a cambiar y en el que siente que deja de pertenecerle. En tu opinión, ¿qué dice esto sobre el cuerpo femenino y la forma en que las chicas jóvenes han de navegar el mundo?

Esa escena habla sobre la cultura de la violación. Vivimos en un mundo que cosifica y sexualiza los cuerpos femeninos desde una edad muy temprana y que lo hace sin su consentimiento. En la escena, Romy llora la pérdida de autonomía que sufre; el que se la fuerce a formar parte de un sistema patriarcal que hace creer a los hombres que tienen derecho sobre su cuerpo. Es también una crítica a la forma en la que se obliga a las chicas a moverse por el mundo de cierta forma para permanecer seguras, y también una llamada dirigida a todas nosotras y nosotros para que hagamos del mundo un lugar que las chicas y las mujeres puedan navegar de forma segura.

El último grito es una de tus novelas en las que se exploran las complicaciones de mantener una relación afectivo-sexual después de haber vivido un evento traumático de carácter sexual. En los agradecimientos, mencionas además que es una de las novelas que más tiempo te ha llevado escribir. ¿Crees que pudo deberse a lo complicado de plasmar un proceso tan delicado?

Cuando afronto el proceso de escritura de mis novelas, siempre lo hago con la diligencia debida y con mucho cuidado. Si no recuerdo mal, El último grito pasó por seis borradores antes de que la historia de Romy llegase al punto al que debía para ser exactamente como tenía que ser. Era muy consciente del hecho de que estaba entrando en un diálogo abierto acerca de la cultura de la violación, que había empezado mucho antes de que yo me pusiera a escribir, y de lo que quería asegurarme era de que mi novela supusiera una contribución importante a dicha conversación.

Sadie trata no solo sobre la venganza, sino sobre el dolor, al igual que el resto de tus novelas. ¿Qué crees que hemos de hacer para procesar el dolor? ¿Qué contestarían Romy, Sadie y Lo?

Estados Unidos es un país muy dado a mirar hacia otro lado cuando se trata del dolor. Yo creo que, para conseguir procesar el dolor, tanto individual como colectivamente, necesitamos reconocer lo ocurrido; tenemos que hablar sobre ello; tenemos que prestarnos a estar ahí para aquellas personas que están pasando por (o procesando) algo duro y darles el tiempo que necesiten para hacerlo, en vez de atosigarles. Pienso que Romy, Sadie y Lo no contaban con el apoyo necesario para poder hacer esto, y si hubiesen sido capaces de articular lo que necesitaban, lo habrían hecho.

Cuando se publicó en 2018, Sadie supuso un éxito sin precedentes. ¿En qué crees que radicó dicho éxito y qué se siente al ver que una novela tiene el alcance que tuvo Sadie cuando se lleva años publicando?

Existen varios factores. Sadie contó con un apoyo publicitario que ninguno de mis libros había tenido hasta el momento, pero a ello se sumó además el que fuese uno de los primeros libros —aunque no el primero— en el mercado que utilizaba un podcast como un elemento más. Coincidió, además, con el auge de los podcasts de crímenes reales. El momento en que se publicó fue el momento perfecto… pero el libro también lo era. Tengo la sensación de que la gente conectó con la historia y, en especial, empatizó con Sadie tanto por su abnegada determinación como por su tragedia inherente. No cambiaría el éxito que tuvo por nada en el mundo. Sí pienso, no obstante, que aquellas personas que entraron a mi obra por Sadie puede que lean el resto de mis novelas con una serie de expectativas distintas a las de aquellas personas que llevan leyéndome desde el principio.

El proyecto es, en cierto sentido, (junto con Sadie) tu novela más adulta hasta la fecha. En el caso de El proyecto, ¿fue algo consciente o sucedió de forma orgánica tras escribir Sadie?

Sucedió de forma orgánica. Creo que simplemente es la forma en que mi voz narrativa y mi manejo de la escritura ha evolucionado. Yo me referiría a esos dos libros como algo intermedio entre juvenil y adulto, más que únicamente adulto, puesto que a fin de cuentas pertenecen sobre todo a la categoría de literatura juvenil.

En cierto punto de El proyecto se dice que negarnos a mirar hacia adentro nos hace vulnerables. ¿Por qué crees que todos (o la gran mayoría de las personas) somos susceptibles de ser captados por una secta?

Pienso que el deseo de pertenencia, de encontrar una comunidad y de conseguir cierta aceptación externa es algo que tenemos muy arraigado, y, una vez que lo admites, también estás reconociendo que en ti existe una parte vulnerable que, si cae en malas manos, puede ser utilizada en tu contra con suma facilidad. Es por eso por lo que creo que, en unas circunstancias concretas y en un momento determinado, es probable que cualquier de nosotros pudiese ser captado por una secta. No me enorgullece admitir que tengo puntos débiles, y tampoco es que piense que la gente que ha caído en las garras de una secta tenga un carácter o un intelecto más débil… simplemente pienso en ellas como personas muy humanas.

Ya has dicho que I’m the Girl va a tener a una protagonista que aún no ha dejado de creer en el mundo y que además tiene tan solo dieciséis años. Pero… ¿qué más podemos esperar?

I’m the Girl coge prestados algunos detalles del caso Epstein. Así pues, cuando Georgia Avis encuentra el cadáver de la joven de trece años, Ashley James, se une a la hermana mayor de Ashley para, juntas, tratar de encontrar al asesino de Ashley y llevarle ante la justicia. Pero la investigación que ambas lleven a cabo sumergirá a Georgia en un mundo de una opulencia inimaginable y plagado de privilegios, en el que no existe ni la conciencia ni tampoco las consecuencias. Y, a medida que cierren más y más el círculo respecto a quién es el asesino, Georgia habrá de entender que cuando el dinero, el poder y la belleza son lo que prevalece, no es tanto una cuestión de quién es el culpable, sino de quién es el más culpable de todos.

Una cosa que admiramos mucho de tus novelas es que permites a todas estas chicas, que de una u otra forma se salen de la norma, existir; cosa que no siempre ha sido posible en literatura juvenil. Así que, por último, teniendo en cuenta que hasta ahora tres de tus novelas han sido traducidas al español —Sadie, El último grito y El proyecto—, nos gustaría saber ¿cuál de tus otras novelas te gustaría que se tradujese? Y ¿por qué?

Me encantaría ver I’m the Girl traducida al castellano. Creo que tiene mucho que decir respecto a las maquinaciones y manipulaciones que ocurren dentro de una estructura de poder patriarcal que está decidida a mantenerse a flote, sin importar a quién se lleve por delante. La historia está contada desde la perspectiva de una chica lesbiana de dieciséis años, que no tiene ningún tipo de filtro y que lo narra desde un lugar muy personal, y se diferencia porque en ella se plantean ciertas preguntas —sin miedo— acerca de una cultura a la que le da absolutamente igual si las mujeres y chicas jóvenes viven o mueren. Además, es una sucesora espiritual de Sadie: sucede en el mismo universo e incluye una referencia que une ambas novelas. ¡Me encantaría que consiguiese llegar a incluso más lectores de los que llegó Sadie!

Muchas gracias, Courtney, por haberte tomado el tiempo de contestar nuestras preguntas.

¡Gracias a vosotros! Me lo he pasado muy bien pensando las respuestas y contestándolas.