Con solo tres libros publicados, Chris Pueyo es ya un autor de gran reconocimiento en el panorama juvenil. Comenzó con El Chico de las Estrellas, un crudo relato de autoficción mezclado con una historia de desamor; siguió para adentrarse en el mundo de la poesía con Aquí dentro siempre llueve, y ahora regresa con La abuela, una novela en la que homenajea a su propia abuela contando su vida. En esta entrevista hemos querido reflexionar con él sobre su evolución como autor, sus temáticas e incluso sobre sus futuras publicaciones.
Comenzaste tus andanzas en la publicación con El Chico de las Estrellas, un viaje intenso y personal en el que retratas una infancia muy dura y una historia de amor agridulce de la que eras protagonista. Este no es el inicio más habitual para un autor novel, ¿cómo surgió la idea de contar tu propia historia?
Pues no sé si he escrito el primer libro más habitual del mundo, lo que sí te puedo decir es que no he sido el único. En realidad a mí solo me rompieron el corazón, que es un poco lo que nos pasa a todos, más o menos, con esa edad. Me quedé con tantas cosas por decir que escribí un libro, me saqué el corazón por la boca y lo pegué ahí.
En este primer libro nos llevabas por distintas etapas de tu vida, haciendo especial hincapié en una adolescencia difícil y solitaria. ¿Qué mensaje te gustaría transmitir a los jóvenes que te leen y puedan estar pasando por algo similar?
Lo de la infancia y adolescencia difícil es cierto, muchas lo son, lo de solitaria no.
Digo mucho que el secreto de las grandes cosas es juntar muchas pequeñas. Eso hice yo, rodearme de gente que tuve la suerte de que son grandes personas, y ese es mi campo de fuerza. Ya te digo que el mensaje que quise transmitir fue lo que no le dije a una persona. Escribo libros pensando en mí porque hacerlo me ha permitido vencer cosas, pero sobre todo, darme cuenta de ellas. Ojo, escribir es mirar dentro de lo que no se ve.
Todo autor deja algo de sí mismo en sus obras, casi sin querer, pero en tus libros hay casi un proceso de exorcización de la realidad que vives a través de la literatura. ¿Es una experiencia liberadora? ¿Qué supone para ti escribir desde un lugar tan personal?
¡Mucho! Te prometo que te quedas nuevo. Me preguntan mucho lo de «¿y no te dio miedo…?» pues no pero porque no sabía la que se venía. Y sobre todo porque cada libro es una aventura con todo lo que la palabra aventura conlleva. No solo es escribirlo, es crearlo, defenderlo, moverlo, auparlo y, después, sostenerlo. Por lo que una vez terminas ese proceso, casi sin darte cuenta, el miedo se ha deshecho. Cuando lo sacas claro que tienes miedo, pero te quedas más a gusto que otra cosa, como cuando te quitan la escayola.
La autoficción es un género poco común en literatura juvenil. ¿Tienes algún referente?
¡Y a mí que me encanta! Unos cuantos la verdad aunque no sigo unos talones en concreto me gustan mucho Rosa Montero y Benjamín Prado.
Tu siguiente obra fue Aquí dentro siempre llueve, un poemario con un aura melancólica. ¿Habías probado antes la poesía o era tu primera incursión? ¿En qué género te sientes más cómodo?
Pues es curioso porque para los lectores de literatura juvenil soy un autor muy poético y para los lectores de poesía soy un autor de literatura juvenil, lo cual me encanta porque estoy a gusto en el camino que me he inventado.
Yo creo que las personas podemos ser muchas cosas, ¿no? Hay gente que se empeña que solo puedes enfocarte en algo. No estoy de acuerdo, conozco a poetas, que además son empresarias, ilustradoras y madres. Mi mejor amiga es caracterizadora pero además estudió sonido y a veces trabaja en platós, a mi abuela le quedan tan buenas las lentejas como el salmón y yo me siento igual de libre escribiendo novela y poesía.
En La abuela, tu última novela, nos sumerges en la vida de tu propia abuela, una mujer a la que en innumerables ocasiones has mostrado tu admiración. ¿De dónde surge la idea de querer contar su historia?
Tuve un profesor en la universidad que tú también conoces (jajaja) que nos enseñó que la literatura nace de un chispazo. Pues eso pasó, el día que mi abuela mencionó lo de su testamento —una palabra vallada en todas sus direcciones— y me hizo elegir entre el cuadro del salón o el sillón de la entrada, atrapé aquella chispa entre las manos porque escribir también es observar. «Tú no te vas a ningún lado» pensé, «te quedas». Si no escribo un libro ahora que la gente me lee, ahora que puedo, donde guardar a mi abuela para siempre… no me lo hubiera perdonado. No quería un libro póstumo, ni algo en lo que ella no pudiera reconocerse. Quería algo tan crudo como real, atraparla en un lugar donde ella se sintiera libre, que ella formara parte directamente de la historia porque al fin y al cabo es la suya. Por eso su voz está tan presente, es un baile entre dos generaciones.
En esta obra, vemos a una mujer que atraviesa los años más complicados de la dictadura española y se enfrenta a ellos de forma resolutiva y resiliente. ¿Buscabas desde el principio hacer un retrato de esta España a través de ella?
No, eso vino dado con la historia. Las consecuencias más directas del contexto y las circunstancias en mis libros dependen directamente del protagonista. En este caso mi abuela, una mujer del siglo XX. Aunque esta vez la historia brinca como lo hacía ella de pequeña (La Chica de Alambre) cuando saltaba a la comba, donde el pasado y la novelización de su personaje se entrelaza con nuestro presente en un sofá entre pipas y Telecinco.
También se abordan muchos temas que os tocan a nivel muy personal, como la violencia patriarcal o la enfermedad, de los que aún nos cuesta hablar como sociedad. Al escribir desde tu experiencia (la de tu abuela en este caso), ¿cómo decides dónde poner la línea de lo que entra en el libro y lo que se queda fuera?
Un libro es para contar cosas y en este caso la línea la hemos pintado juntos. Tan importante es saber hasta donde quieres llegar como ponerle límites al de en frente si es necesario.
En La abuela eres transmisor de la narración que ella te hace, como un proyecto colaborativo en el que ella misma escribe las páginas finales. ¿Qué te llevas de esta experiencia compartida?
Yo creo que tocaba mucho que la abuela escribiera las últimas páginas del libro. Porque es ella y para ella, y porque aunque le cuesta reconocerlo le hacía ilusión. Encima creo que lo ha hecho muy bien. El epílogo se llama «La soledad escogida» y me parece el broche final perfecto para una historia tierna y cruda.
Desde antes incluso de empezar a publicar, ya tenías un peso importante en redes sociales. Hoy día, después de haberte sincerado tanto en tus libros, ¿las sigues usando con libertad? ¿Te sientes más expuesto a raíz de tu obra?
La verdad es que no. En redes sociales me he llegado a autocensurar bastante, algo que no me pasa en los libros. Contra todo pronóstico y sin que me encante, mis redes han mutado un poco a herramientas de trabajo, sobre todo cuando saco un libro. La gente lo ha entendido porque en cualquier caso no sigo ningún feed, ni tengo un color predeterminado para las fotos, ni tuits programados. Creo que una marca interesante ha sido hacer lo que me ha dado la gana, dentro de que es una herramienta que me ha permitido conectar con el público, pues yo nací en la era de internet y me siento orgulloso de decirlo y de haber dado el salto. Mantengo la naturalidad del chaval que va con pantuflas por casa, y sigo hablando con la gente que me sigue de la forma más sencilla que se me ocurre. Perdona que me enrollo: ¿Las sigo usando con libertad? Sí, ¿con la misma que antes? Pues mira no.
Echando la vista atrás, ¿dirías que compartir tus vivencias te ha ayudado a reconstruir la narración de tu vida y cómo la entendías?, ¿te afecta a día de hoy que muchos lectores te descubran a través de un «yo» antiguo?
El día que mis lectores decidieron crecer conmigo supe que tenía toda la suerte en un bolsillo.
En tus redes hablas habitualmente de salud mental; en El Chico de las Estrellas incluso tu psicóloga se materializaba como un personaje en La Mujer de las Velas. ¿Visibilizas esta causa de manera consciente o es inherente a tu propia historia? ¿Qué aporta este personaje que lo hace tan indispensable?
Mi psicóloga no es tan importante para mis libros como para mí. De hecho a día de hoy sigo yendo, cada martes, el día que vuelvo a casa. De cinco a seis. Soy un chico con bastantes cosas que trabajar y darme cuenta de ello me salva un poco, como lo de escribir. Además me gusta que me des la oportunidad de decir que voy al psicólogo con toda la libertad del mundo y que no pase nada, porque no pasa nada. A nadie le viene mal una visión objetiva de sus problemas, a mí me ha ayudado con traumas de la infancia que si ignoras pueden llegar a convertirse en taras, pero sobre todo me ayuda a gestionar problemas de ansiedad. He aprendido a tender el brazo desde el otro lado del puente, a cerrar puertas con cuidado y a hacer entrevistas sin ponerme nervioso.
Y, finalmente, ¿Chris Pueyo aún escrivive? ¿Tiene algún nuevo proyecto en mente?
¡Sí a las dos! En diciembre he presentado La abuela en Madrid y Barcelona. Tras las navidades sigo con la gira de presentaciones y firmas por España. Después Sant Jordi y a saltar el charco. Esta vez pasaré por Colombia, México y Argentina. Estoy deseando volver al otro lado porque debo mucho a mis lectores latinoamericanos. Cuando vuelva terminaremos con la feria del libro y un último acto en Madrid que es una sorpresa.
Pero sobre todo; ¡sí, estoy escribiendo otro libro!
¡Muchas gracias por tu tiempo!