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Entrevista a...

Belén Martínez

El Templo #102 (octubre-noviembre 2024)
Por Gemma Cáceres
173 lecturas

Belén Martínez (Cádiz, 1990) escribe desde pequeña y, tras ganar el Premio Darkiss por Lilim 2.10.2003 en 2012, ha publicado ocho novelas más. Actualmente compagina su trabajo como matrona con la escritura de obras como Una sonata de verano (ganadora del I Premio Puck), Después del océano (finalista en los Premios Kelvin 2023) o El alma del brujo (finalista en los Templis 2023).

En 2012 publicaste tu primera novela, Lilim 2.10.2003, con la que ganaste el Premio Darkiss. ¿Cuál es la mayor diferencia entre la Belén de hace doce años y la de ahora? ¿Hay algún aspecto como escritora en el que te sigas sintiendo igual que en tus comienzos?

Diría que la mayor diferencia es que la Belén de hace doce años era mucho más ingenua e inocente. No tenía ni idea de la maquinaria editorial, de cómo funcionaba este mundo, así que lo aprendí a veces por las malas. Tenía muchas ideas románticas y preconcebidas de las que, hoy día, suelto un suspiro y meneo la cabeza. Aun así, creo que aprendí mucho.

Lo que no ha cambiado, sin embargo, es la fiebre que me devora cuando estoy escribiendo. Esa sensación de flotar, de desaparecer y, a la vez, sentirme más viva que nunca... es algo que no solo sigue indemne, sino que cada día lo siento con más intensidad.

Tu primera novela empieza con una cita de La Resistencia de Laura Gallego, Sangre de dioses con una frase de La vida invisible de Addie LaRue de V. E. Schwab y Una sonata de verano con un fragmento de La canción de Aquiles de Madeleine Miller. ¿Cuáles son las obras que más te han influenciado y acompañado a lo largo de tu vida como lectora y escritora?

Todo lo que leo, me guste o no, deja una huella y, al final, se termina reflejando en la escritura. Las novelas que nombras fueron importantes para mí por distintos motivos, pero otras que mencionaría y que me marcaron mucho son: La historia interminable, de Michael Ende; Hojas de dedalera (la primera edición publicada), de Victoria Álvarez, y El Valle oscuro, de Andrea Tomé. Libros que han sido importantes para mí últimamente son sin duda los de Rebecca Kuang y los de Taylor Jenkins Reid. Son las dos únicas autoras que, escriban lo que escriban, lo devoraré. Otra historia que me ha obsesionado este último año y que me dejó con una resaca tremenda fue In Memoriam, de Alice Winn. Es un libro que te destroza maravillosamente.

El pasado 14 de mayo se publicó la reedición de Una sonata de verano, y este mes de noviembre lo hará la de Cuando reescribamos la historia. Ambas se suman a la reedición en España de Sangre de dioses, publicada por primera vez en Latinoamérica. ¿Cómo has vivido estas reediciones, en las que has podido darles a las historias nuevos capítulos y finales?

Lo vivo como un regalo. Soy consciente de que soy afortunada y no todas las autoras pueden tener algo así. Por un lado, no solo se les ha dado unas caras nuevas a las historias, sino que tengo la posibilidad de hablar de nuevo sobre ellas, de añadirles algo que las haga todavía más especiales. Es cierto que, a veces, te pica el gusanillo de reescribirlas completamente, porque la Belén que escribió esas novelas no es la de ahora. Pero también pienso que sería como matar una parte de mí, y son historias de las que me siento muy orgullosa.

En la carta al lector de la reedición de Una sonata de verano mencionas que, tras terminar esta novela, no pudiste olvidar a los personajes ni escribir nada más durante un tiempo. ¿Ha habido otra novela de la que te haya sidoCubierta de la nueva edición de Una sonata de verano imposible despedirte?

Todas dejan cierta resaca, en mayor o menor medida. Una Sonata fue terrible. Fui incapaz de escribir nada en serio durante los siguientes seis meses. Algo muy parecido con Después del océano y este año con Placeres mortales. Al final, son novelas que son muy especiales para mí, muy yo, por decirlo de alguna manera, y que me llenan tanto que me cuesta meses y meses despedirme. Solo quiero seguir escribiendo sobre esas tramas, sobre sus personajes, pero a la vez, me genera mucha frustración porque sé que la historia ya está contada, que no hay nada más que decir. Por poner un ejemplo, terminé Placeres mortales a mitad de diciembre del año 2023. Hasta agosto del 2024, fui INCAPAZ de coger cierto ritmo y de involucrarme al cien por cien con la nueva novela que estaba escribiendo, a pesar de que había empezado a escribirla en marzo.

En muchas de tus obras, los personajes deben luchar para cambiar su realidad, su futuro o alcanzar la libertad, como sucede en Cuando reescribamos la historia, Hasta la última estrella o Una sonata de verano. ¿Qué te inspira a escribir novelas en las que los personajes no pierden la esperanza en poder reescribir sus historias?

Hay veces que la vida real es muy dura. Vivimos situaciones injustas, donde el poder siempre vence, donde los "malos" no reciben su merecido. Podemos luchar mucho, dejarnos la piel y, aun así, no lograr lo que deseamos o lo que es verdaderamente justo. En las historias que yo escribo, no quiero que eso pase. Y, si ocurre, deseo que tenga una consecuencia, una lección. Creo que muchas veces el arte nos da todo lo que la vida real no puede.

Cubierta de la novela Después del océanoTanto Después del océano como tu novela adulta, Placeres mortales, se desarrollan en países de cultura asiática. ¿Qué es lo que más te atrae de ella? ¿Cómo afrontaste el proceso de documentación de Después del océano, en la que incorporas la lengua y cultura japonesa en todos sus aspectos?

No recuerdo el momento en que empezó. Es una fascinación que siempre me ha acompañado, pero a la que le he tenido mucho respeto, ya que no es la cultura a la que pertenezco. No puedo referirme a una "cultura asiática en general", porque cada país presenta unas particularidades únicas. (Es como si hablásemos de una cultura europea, no tendría mucho sentido). Pero si hay algo que siempre me ha llamado la atención de países como Japón, China, Corea, Vietnam... es lo diferente que somos y, aun así, las similitudes que existen a lo largo de la historia.

La documentación de Después del océano fue un proceso largo pero estupendo. Empecé muchas veces ese manuscrito, pero lo abandoné también en muchas otras porque no me sentía lo suficientemente preparada para ello. Hasta que no viajé a Japón en 2019, hasta que no recorrí sus calles y no me embebí de su ambiente, no me consideré capaz. Era algo que me daba mucho respeto, a pesar de que llevaba años leyendo sobre la historia y la cultura, de que había consumido su literatura, y de tener la historia clara desde el mismo momento en que sucedió el tsunami, en el 2011. Pero quería que se sintiera real. Y para eso, tenía que cerrar los ojos y saber moverme por Kioto (o por Miako) sin tener que consultar un mapa.

Retomando tu novela adulta, ¿cuál ha sido la mayor diferencia a la hora de pasar de un público juvenil a uno adulto?

He sentido más libertad a la hora de expresarme y explayarme. En juvenil, tiendo a ir más al grano. La introducción es más corta en muchas ocasiones. Y en Placeres mortales, por ejemplo, tuve la suerte de poder extenderme durante bastantes páginas para asentar bien todo lo que faltaba por llegar. Lo mismo ha ocurrido a la hora de desarrollar las escenas de contenido sexual o aquellas que destacan por las altas dosis de violencia. No soy una persona explícita, pero sin duda no podría haber dado tantos detalles o haberme dejado llevar de la forma en que lo he hecho si la novela no estuviera destinada al público adulto.

En la primera parte de la saga Herederos nos llevas a un mundo de fantasía en el que das voz a los monstruos de los cuentos, a las princesas que aprenden a luchar y a doncellas que esconden sus dones. ¿Cuál fue el mayor reto al que te tuviste que enfrentar a la hora de escribir personajes con formas de ser tan diferentes en una trama llena de giros?

Quería escoger los arquetipos principales de los cuentos de hadas y darles una vuelta, así que fue difícil, no solo por el cambio en sí, sino también porque al distribuir el protagonismo entre tres personajes cada uno tenía menos tiempo y menos páginas, así que había menos tiempo para dedicarles. Usar una primera persona, a la que estoy acostumbrada, para tres protagonistas, lo vi imposible, así que me atreví con la tercera. Me costaba más expresarme así e introducirme en la historia, pero fue la forma que encontré para que las voces no se me mezclaran (sobre todo, la de Anna y Bastien). También, algo que me ayudó fue escribir las tramas por separado y luego unirlas de forma intercalada. Aunque fue un proceso un tanto engorroso, lo disfruté mucho.

En la saga de El vals de la bruja desarrollas todo un sistema de magia alquímica y un aquelarre que, junto a personajes o eventos históricos (Jack el Destripador o la Segunda Guerra Mundial), sirven de marco paraCubierta de la novela El alma del brujo contar una nueva historia. ¿Recuerdas la primera idea que tuviste para la saga? ¿Cuáles son tus historias de brujas favoritas y cuáles están más presentes en la mitología de esta saga?

La imagen de las brujas siempre me ha fascinado. Nací en 1990, así que soy de la generación Harry Potter, aunque por temas actuales con la autora ya no me siento unida a esta serie. Aun así, fueron libros que me marcaron mucho. De pequeña, me encantaba la película Hocus Pocus, así como los cuentos tradicionales donde aparecían esas brujas con escoba y un gato negro acompañándolas. Por otro lado, siempre me he sentido fascinada por la historia. Hubo una época en que consumí mucha literatura victoriana y me encantó lo presente que estaba la magia y lo paranormal en ella, aunque fuese de forma sutil. También, de niña, leía muchos libros de Enid Blyton, en los que narraba las aventuras y desventuras de niñas inglesas en internados. No sé en qué momento, pero todos esos detalles se unieron y se me ocurrió la idea de crear una historia donde una bruja fuera expulsada de su academia de magia y viviera en ese Londres victoriano tan característico, con sus luces y sus sombras. Esa fue la semilla que dio lugar a todo lo demás.

No podemos terminar la entrevista sin preguntarnos cuál será la próxima novela de Belén Martínez. ¿Escucharemos pronto las últimas notas de El vals de la bruja o será algo completamente diferente?

El seis de mayo del 2025 bailaremos un último vals. Cerraré una etapa, lo que me provoca alegría (y muchas ganas de llorar), pero tengo también unas ganas insoportables de dar un pasito más y atreverme con temas y tramas distintas. Ojalá sigáis acompañándome en el camino.

Muchas gracias por esta maravillosa entrevista.