Diana, la princesa de las amazonas, está a punto de cumplir dieciséis años. Nacida del barro y del anhelo de la reina por ser madre, es la única amazona que envejece y es, por ello, referida por las demás como la Cambiante. De dicha fecha, Diana espera que, como le han prometido, marque el fin de sus diferencias con el resto: sus cambios repentinos de ánimo, su debilidad y torpeza... Pero, llegado el momento, no siente que nada haya cambiado.
En la barrera de Themyscira, la isla secreta de las amazonas, han aparecido tres agujeros que hacen que la isla sea visible al mundo exterior. Esto se debe a que millones de refugiados huyen de sus hogares y tratan de alcanzar las orillas de los países vecinos.
Cuando Diana se entera de que entre los refugiados que claman ayuda desde el mar también se encuentran niños, se lanza de cabeza, desatendiendo la orden de su madre de no involucrarse. De esta forma y sin ser consciente de ello, Diana —que logra ponerlos a salvo en un bote— pasa a convertirse en una refugiada más.
Esta no es la primera vez que Laurie Halse Anderson participa en el guion de una novela gráfica: su celebradísima Cuando los árboles hablen fue adaptada a novela gráfica bajo el título de Cuéntalo. Ahora, bajo la línea de DC Comics, Anderson pone voz a una adolescente Diana Prince. Su bello dibujo no solo corre a cargo de Leila del Duca, sino que sorprende por conseguir ser clásico y actual a la vez que elude la mirada masculina de las películas más recientes de la Mujer Maravilla.
La identidad, que en esta ocasión se desdobla, se vuelve el principal conflicto para Diana: se sabe distinta al resto de amazonas y expatriada. Pero, no obstante, pesa más su buen hacer, siempre determinado por su intacta brújula moral: cuando Diana Price se topa con una injusticia, no le teme a nada.
Wonder Woman: Hacia la tormenta es una novela gráfica necesaria que trata temas serios y relevantes —la trata de niños, la migración forzada, la pobreza—, en la que los sentimientos, negativos y positivos, tienen cabida y todo ello sin perder el tono desenfadado que usa de base. Una combinación perfecta, a fin de cuentas.