«Yo tenía ocho años. Vivía en Hernals, que es un barrio de Viena. Hacía tiempo que estábamos en guerra. Yo ni me acordaba de lo que era no estar en guerra. Me había acostumbrado a la guerra, y a las bombas también».
En esta novela, publicada por primera vez en 1973, Christine Nöstlinger echa la vista atrás para contar la infancia de una niña de ocho años. Una historia basada en la suya, aunque la protagonista, que narra en primera persona, nunca llega a decir su nombre.
Cuando no conoces más normalidad que la de un país en guerra, tus prioridades son otras. La protagonista vive en un piso en el mismo edificio que su abuela; es una buena casa porque tiene un sótano para protegerse de las bombas. Algunos días suena la alarma de los bombarderos, pero, si no pasan muy cerca, remolonean antes de bajar al refugio. A su abuela se le ha ido un poco la cabeza y a veces dice barbaridades sobre Hitler, para escándalo de los vecinos con quienes comparten sótano.
Pero los rusos se acercan a Viena y ser nazi ya no es tan popular. Una de sus vecinas, la señora Von Braun, decide huir a Alemania, y les deja las llaves de su chalé de verano para que lo cuiden hasta su regreso. No se van a un paraíso aislado de la guerra ni mucho menos, pero para la protagonista es una nueva aventura que aprovechará al máximo.
Aunque ¡Vuela, abejorro! es una novela agridulce, tiene momentos sorprendentemente divertidos, muy alejados del tono habitual de las historias sobre la Segunda Guerra Mundial. Christine Nöstlinger encuentra el modo de reírse de las situaciones surrealistas en las que se ve envuelta y de las reacciones absurdas de los adultos a su alrededor. Como niña, es inconsciente y desobediente, pero también imaginativa y audaz. No se deja cegar por los prejuicios, y eso le lleva a hacer amigos inesperados y a aprender de todo el mundo.
Hay quien considera que ¡Vuela, abejorro! es la mejor novela de la autora. Entre tantos libros icónicos, es difícil elegir, pero sin duda es una obra imprescindible para sus fans y es una gran noticia que Siruela la haya rescatado del olvido.