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Las Vidas de los Santos
Leigh Bardugo

Hidra
Reseñas de novedades El Templo#83 (agosto 2021)
Por Marta Álvarez
2.504 lecturas

Sacerdotes mudos, hilanderas recluidas, herreros prodigiosos, princesas del mar… Así hasta veintiocho vidas plagadas de lo que algunos llamarían magia y otros, más píos, milagros. Al menos, eso se piensa en Ravka, uno de los principales países del Grishaverso, cuya religión adora a los Santos que descubrirás entre estas páginas.

Es posible que los lectores de Sombra y hueso reconozcan algunos de sus nombres; es más, no recomendamos leer «Sankta Alina de la Sombra» ni «El Santo sin Estrellas» si no quieres destriparte la trilogía. Al fin y al cabo, tanto Alina como El Oscuro forman parte de la historia de Ravka, igual que Las Vidas de los Santos. Este libro existe dentro del universo de Bardugo, y como tal se nos presenta: con la tapa dura y sobredorada y las miniaturas de los Santos (obra de Daniel J. Zollinger) que podría tener una hagiografía real. Sus relatos a veces retoman detalles del Grishaverso que conocemos en las novelas, como en la historia de Sankt Egmond, patrón de los arquitectos, que narra de refilón el supuesto origen de la Corte de Hielo que visitamos en Seis de Cuervos.

El ejercicio de metaficción no acaba ahí: los extraños caracteres que aparecen en la cubierta pertenecen al alfabeto ravkano diseñado para la serie de Sombra y hueso, y una de las miniaturas interiores (la de Sankta Lizabeta de las Rosas) es la misma que vemos colgando del cuello de Inej en varios capítulos de la producción.

Cuando entrevistamos a Leigh Bardugo en el número 58 de El Templo, nos explicó que, para ella, los relatos cortos eran un desafío, una herramienta para obligarse a trabajar en su estilo. Su maestría en ese campo ya quedó demostrada en El lenguaje de las espinas, una antología de cuentos tradicionales del Grishaverso, y vuelve a quedar patente aquí: los relatos de los Santos rara vez superan las dos o tres carillas, por lo que cada palabra es vital, y cada historia, un ejemplo de ritmo y precisión narrativa.

Todo esto, en realidad, no es obra de Bardugo, sino de la Santa del Libro, la última mencionada en esta antología. Te dejamos con sus palabras:

Yo soy la biblioteca y la bibliotecaria (…). Borrad mi nombre. Lo indeleble son las historias.