Céline y Johanna son hermanas y, pese a sus dispares horizontes personales, siempre han estado unidas. Céline tiene dieciséis años y es la mayor; es guapa y sabe sacar provecho de ello, aunque su cabeza, a cada año que pasa, esté más hueca. Jo, con quince, es la pequeña (y a la vez la más madura de las dos). Con un ojo de cada color, desde bien niña fue demasiado extraña para pasar desapercibida en el Mediodía francés, pero ha logrado sacar partido de la invisibilidad que su aciaga rareza le ha conferido. Juntas llevan años luchando, cada verano, contra el aburrimiento, para el que todo vale, incluso jugar a ahogarse para sentir como si se muriese.
Los progenitores de ambas acaban de descubrir que Céline está embarazada, pero la chica se niega en rotundo a revelar la identidad del padre. Manuel, el padre, albañil de profesión y nieto de extranjero (español), sospecha de Saïd, vecino también extranjero y amigo de las chicas de toda la vida (a las que saca dos y tres años). Pero lo que Manuel en verdad odia —más incluso que ser un «sintierra»— es que el embarazo de Céline confirme lo que sospechaba: que él no es quien escribe las reglas del juego de la vida.
Las andanzas de la francesa Marion Brunet por nuestro panorama narrativo dan comienzo con este verano irrespirable, una novela negra —que no propiamente policiaca (ni tampoco thriller) pues la resolución del crimen no es su núcleo— a la par que de crítica social. Para ella, Brunet decide hacer uso de un pequeño pueblo del sur de Francia como escenario principal, en muchos aspectos no muy diferente al de Estados Unidos: hermético, sórdido y bilioso. Quizá por ello y también por la falta de reparo en los temas que se tratan —la violencia doméstica, el odio racial, el deseo sexual adulto y adolescente…—, podemos afirmar que El verano irrespirable no es una novela juvenil al uso.
Las perspectivas de los distintos personajes vienen y van, y la acción no siempre ocurre en el presente, pues el tiempo que se sucede es muchas veces el de la memoria. Brunet nos sumerge violentamente en la mente de todos ellos. En consecuencia, a través del uso del estilo indirecto libre, los pensamientos de los personajes inundan la (ya por sí sola exquisita) narración en tercera persona que, cuando esto no ocurre, se mantiene objetiva.
Pero no habrá resolución, ni justicia; solo resquicios por los que se cuelen atisbos de verdad y alguna que otra respuesta confesada, únicamente, al lector.