¡Cuidado! Si aún no has visto Buffy Cazavampiros, ten en cuenta que esta reseña contiene spoilers de lo ocurrido en el Buffyverso.
En el mundo humano existía un equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal. Cada generación, una joven, respaldada por una organización entera de Vigilantes, era imbuida con poderes demoníacos para enfrentarse al mal: la Cazadora. Hace dos años, a causa de la temeridad de Buffy, la Cazadora más reciente, el viejo Consejo al completo y prácticamente todos los Vigilantes volaron por los aires. Tan solo sobrevivieron unos pocos descendientes y un puñado de adultos que se encontraban en un refugio.
Por su culpa, todas las jóvenes Potenciales pasaron a convertirse en Cazadoras. Y, por si esto fuera poco, lo último que hizo Buffy fue conseguir que casi se acabara el mundo. Para evitarlo destruyó La Semilla, lo cual supuso el fin de la magia y de todas las protecciones místicas.
Minutos antes de que la magia desapareciera, Nina sintió que algo cambiaba en su interior. Durante los dos meses que han pasado desde entonces ha preferido ignorarlo, pero no puede seguir haciéndolo ahora que acaba de matar, con sus propias manos y por puro instinto de supervivencia, a un fiero «sabueso del infierno».
En La última cazadora encontramos un mundo que Kiersten White hace comprensible para quienes no hayan visto nunca Buffy, cazavampiros. El principal problema viene cuando el libro, que es en realidad un spin-off puesto que parte de un punto concreto dentro del Buffyverso, pretende que tanto fans como no fans disfruten de igual manera: misión imposible.
Lo anterior no quita que la novela logre reproducir de forma exitosa la experiencia seriéfila, al igual que la esencia de Buffy, cazavampiros, al ámbito lector y que sea, por ello, una lectura entretenida. Kiersten White decide, como ya hizo la serie, dar la misma importancia a las emociones de la protagonista que a su habilidad para luchar contra los demonios. Y también rinde homenaje al carácter pionero de la serie en temática LGBTQ+.
Nosotros nos lo hemos pasado muy bien leyendo La última cazadora, pero es que ¿quién no lo haría con un libro en el que uno de sus personajes discute con un demonio sobre por qué Australia ha pasado de ser país invitado a participante habitual en Eurovisión?