Anita sueña con dedicarse a la música, pero su opinión importa bien poco. Es una estudiante modelo, perfecta en todos los aspectos y cada día siente que se ahoga un poco más entre las cuatro paredes que gobierna el dictador de su padre.
Andy, por el contrario, no sabe muy bien lo que quiere. Se pasa el día remoloneando con su problemático amigo Bobo, saltándose las clases y dándole vueltas a las tres únicas cosas que tiene claro que le gustan: el skate, su música y la inalcanzable Eliza.
A Eliza le bastaba con pasar desapercibida con su cámara de fotos al cuello, pero ahora se ha convertido el centro de todas las miradas. Y no porque su padre haya caído enfermo o porque su madre los haya abandonado, sino por los rumores de su affaire con el chico más popular del instituto.
Ese chico es Peter: un as del deporte que, gracias a su talento, asistirá a la perfecta universidad americana, acompañado de su perfecta novia americana con la que planea formar una perfecta familia americana. Entonces, ¿por qué siente que su perfecto futuro americano no sería más que una victoria pírrica, de esas en las que pierdes tanto por el camino que terminas con sabor a derrota en la boca?
Un buen día, todos miran al cielo. Ardor les devuelve la mirada. Y ya nada vuelve a ser igual. Con la aparición de un asteroide que tiene un 75 % de probabilidades de acabar con la Tierra, Tommy Wallach plantea de forma original un conflicto milenario: ¿Qué serías capaz de hacer si no te quedara nada que perder?
Los personajes de Y todos miramos al cielo parten como estereotipos, lo que logra remarcar el contraste inicial entre ellos. Narran la historia de forma coral y, conforme esta avanza, tienen una evolución madura, impactante y sorprendentemente bien llevada para tratarse de la primera novela del autor.
Las preguntas que Wallach plantea en este mundo sin normas también merecen atención. El libro está envuelto en un aura filosófica desde las primeras páginas y logrará que reflexiones sobre la vida, la muerte y aquello por lo que vale la pena luchar.
Quizás el final, pausado y abrupto, desentone un poco con el ritmo cada vez más vertiginoso de la historia. Aun así, con Y todos miramos al cielo terminarás comprendiendo que, cuando llega el fin del mundo, solo hay dos caminos posibles: el de la locura o el del perdón. La decisión solo depende de ti.