¡Atención! Esta reseña contiene spoilers de la primera parte, Todas las hadas del reino.

Érase una vez la segunda parte de un libro que no había acabado todavía…

Esta historia da comienzo unos días después del final de Todas las hadas del reino, con Felicia renunciando a la protección de su hada madrina, Camelia, y escapando así del castillo encantado donde había permanecido años recluida para conseguir su final feliz junto al príncipe Cornelio. Sin embargo, sus planes se ven truncados cuando descubre que sus padres, los reyes de Vestur, han ejecutado a la que fue su protectora sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo.

Ante tal acontecimiento, el reino recibe una declaración de guerra por parte de la encolerizada Crisantemo, reina de las hadas, que está dispuesta a obtener venganza por el atroz crimen cometido contra una de las suyas. Pero, esta vez, Felicia no está dispuesta a quedarse de brazos cruzados. Es por eso que, tras la visita de un gato misterioso que le trae una noticia de dudosa veracidad, decide emprender un viaje intrépido en busca de la única persona que puede evitar el caos en Vestur. En su cometido, contará con la ayuda de unos soldaditos de madera excepcionales procedentes de un antiguo cofre de madera (regalo de su bautizo jamás celebrado) que no son lo que parece ser. Además, por el camino entablará amistades con personajes de lo más variopinto que también tienen un objetivo común: encontrar a las hadas madrinas.

En su última novela, publicada en marzo de este año, Laura Gallego vuelve a sorprendernos una vez más con sus dotes de cuentacuentos, manteniendo la esencia de la primera entrega de esta bilogía intacta, pero con un ritmo más intenso y colmado de aventuras, donde no hay momento para aburrirse gracias a su trama en continuo movimiento.

Otro de los aspectos a destacar son los personajes. La ahijada de Camelia es ahora la protagonista, y gracias al mudable entorno que la rodea a lo largo de la historia podemos apreciar el gran cambio de actitud de la princesa, pues pasa de no tener ningún contacto con el mundo exterior a descubrir por sus propios medios la crudeza que la rodea. Cabe destacar los homenajes a cuentos tradicionales que incorpora la autora a lo largo del libro, como las referencias a El Gato con Botas, Pinocho o El soldadito de plomo.

A pesar de ser una historia extensa, vale completamente la pena perderse en sus páginas para experimentar la magia más cautivadora: el poder de la lectura.