Ella se acaba de mudar a un nuevo barrio con su padre, que casi nunca está en casa. El largo verano le hace pasar mucho tiempo mirando por la ventana de su cuarto hacia Thornhill, un antiguo orfanato para señoritas. El edificio se encuentra al borde de la demolición, la mala hierba crece por doquier y parece que ningún alma lo ha pisado en años.
Excepto la sombra, que comenzará a mirarla desde los jardines de la propiedad y que encierra una terrible historia: en los años 80, cuando el internado iba a cerrarse, una niña murió. Su diario, que aún descansa en el zócalo de su ventana, espera a que alguien, una amiga, lo lea, y por fin descubra lo que sucedió.
Thornhill es una historia de fantasmas clásica que contiene muchos elementos reconocibles: marionetas, sótanos lúgubres, historias del pasado sin resolver… Y, como en todas las historias de espíritus, un dolor profundo que trasciende a la propia muerte.
El concepto del que parte Thornhill es muy similar al de La invención de Hugo Cabret, pero cuenta una historia mucho más sencilla. La narración del pasado, en forma de diario, se entremezcla con las ilustraciones que muestran el presente, donde Ella trata de averiguar quién es esa niña que se le aparece en el orfanato y le deja una serie de muñecas junto a la estatua del jardín. Las imágenes son perturbadoras, sugerentes, y juegan con el blanco y negro para transmitir verdadera inquietud, pero el texto no aporta gran cosa al canon del terror. La autora, ilustradora de profesión, peca de convencional a la hora de elegir la forma de narrar la historia. Su mayor baza son las bellas ilustraciones que muestran la historia de Ella y la narración de algunos momentos del pasado: la voz del diario, triste y angustiada, consigue que el lector se imagine la habitación donde todos los horrores de Thornhill comenzaron. Y las noches y noches sin dormir, escuchando los golpes en la pared.
Thornhill es una obra de atmósfera, un debut sin un conflicto muy original, pero que consigue sobrecoger y mantener enganchado al lector, que solo dejará la novela para mirar por encima del hombro. Pero también es una novela triste, que narra una vez más el sufrimiento de jóvenes incomprendidos y torturados por sus peculiaridades.