Nadie parece comprender el autismo. Así que Tally esconde su diagnóstico lo máximo posible. Sabe que los demás jamás la entenderán si se presenta bajo esa etiqueta tan confusa; por eso, fingirá ser «normal», en el sentido neurotípico, para encajar.
Ya se han acabado las prórrogas que le concedía la infancia. Este curso comienza el instituto, y su hermana le ha advertido que allí se margina a las niñas que aletean. Que tendrá que seguir muchas, muchas órdenes, aunque le cueste por su «síndrome de evitación extrema de demandas». Y, lo más terrorífico de todo, que ni de broma se puede poner la máscara de tigre. ¿Quién tiene que ser ella entonces si a los demás no les sirven ni la Tally original ni la niña tigre, su alter ego valiente?
Libby Scott también es una niña autista. Y se siente tan orgullosa que ha coescrito este libro para ayudar a personas como Tally a aceptarse y valorarse. Con una voz genuina y sensible, comparte sus aprendizajes para mejorar las relaciones con los demás, pero sobre todo con uno mismo. Sus interrogantes nos brindan un soplo de aire fresco, porque, en realidad, «¿qué tiene de malo ser una oruga?».
La escolarización de Tally tiene un papel sobresaliente en la historia, pues además de dirigir su evolución personal, es el escenario que enmarca las enseñanzas de la obra. Las dinámicas entre las amigas, el acosador, los testigos y el cuerpo docente (con mención especial para la señora Jarman, que nos recuerda al mítico señor Browne de La lección de August) desembocan en conclusiones que nutren a todos ellos y que meten la novela en esa escasa lista de «lecturas de colegio obligatorias que de verdad nos gustaron».
De hecho, el propósito del libro es educar a la población en el autismo de una manera cercana. Junto a la narración se incluyen fragmentos del diario de Libby y explicaciones más concretas de su experiencia, porque si algo queda claro es que existe un amplio espectro de manifestaciones, tantas como personas.
Quizás la señora Jarman tenga razón y sea por eso que quienes piensan diferente escriben libros, «para explorar sus sentimientos de una forma que para ellos tenga sentido». Y así, de paso, aclarar el significado tras ese término aún confuso que te presentábamos al inicio: autismo.