¡Aviso de spoilers! Continúa leyendo solo si cuentas con la «fuerza vital» suficiente. De lo contrario, ¿de verdad quieres sufrir el «Anhelo»?

En el Veromundo, la Feria de Invierno se acerca y con ella las numerosas celebraciones del solsticio, como la aparición de diversas figuras visitantes. La familia de Lexy, por ejemplo, tiene la suerte de hospedar en su casa al profesor Jupiter Peacock. Además, este año, cinco «alumnos afortunados» del Colegio Tusitala asistirán a la Universidad de Ciudad Antigua para aprender escritura creativa. Las clases serán impartidas por el nuevo escritor residente: Terrence Deer-Hart, el examante de Skylurian Midzhar, quien ansía vengarla (puesto que Effie y sus amigos la enterraron viva), pero que prefiere que otros lo hagan por él… Y, en las calles, resuena la profecía que vaticinaba el fin del mundo para este solsticio.

Mientras, en el Altermundo, Effie se dispone a acudir a Villarana para la consulta que tanto tiempo lleva esperando: el análisis que confirmará su «kharakter» y «arte», pero, que sobre todo, determinará cuál es su «matiz». Y Wolf, desligado de las celebraciones del Veromundo, se lanzará de cabeza en busca de su hermana, Natasha, en cuanto encuentre un hilo del que tirar.

En este tercer volumen de El Gran Temblor, los distintos puntos de vista forman una vez más una especie de noria de perspectivas. Solsticio de invierno explora, sin embargo, un «clima» algo distinto: la xenofobia del Altermundo y el individualismo (o egoísmo) del Veromundo. Así pues, para esta ocasión, el foco se pone sobre tres de los cinco personajes principales, Effie, Lexy y Wolf, para quienes la realidad rápidamente se vuelve bastante aterradora.

Solsticio de invierno es, también, el volumen en que Scarlett Thomas se siente con más derecho para hacer y plantear lo que quiere. De esta manera, la saga continúa indagando especialmente en cuestiones de filosofía, narratología, metaliteratura o, incluso, espiritualidad.

La traducción, que en esta ocasión corre a cargo de Inés Clavero Hernández e Irene Oliva Luque, está más que a la altura de las dos anteriores; tarea nada fácil por la complejidad del mundo creado y por la exuberante y traviesa prosa de Thomas.

Tratándose de una sequence —una saga que nace sin un número determinado de volúmenes en mente—, esperamos que este no sea el «adiós» definitivo de Scarlett Thomas a El Gran Temblor, sino un «hasta pronto». Puesto que, de hecho, no son pocas las semillas que ha plantado en este tercer libro.

Capital M es igual a fuerza vital si y solo si Scarlett Thomas es igual a calidad asegurada.