Para Anton, todo iba como la seda hasta el fatídico día de su cumpleaños. Su vecina Greta, una anciana excéntrica y amargada que disfruta fastidiando a los demás, se lo advirtió: «Prepárate para los trece, Anton». ¿A que no es normal? En lugar de felicitarle, parece que le echó una maldición.
Ya no solo es el acné que le ha empezado a salir o que su abuelo tropezara con las escaleras por causas misteriosas. Anton está enamorado de su profesora. Suena bonito, ¿verdad? Pues no lo es. Sus compañeros de clase se han enterado y, lo que es aún peor, la profesora ha comenzado a recibir mensajes anónimos de acoso, de los cuales todo el mundo piensa que él es responsable. Acusado injustamente, Anton tendrá que buscar aliados para escapar del enredo en el que anda metido.
Con esta idea, Maria Carme Roca nos trae una historia llena de intriga, humor y aprendizajes. Su argumento peca de ser algo simple y, aunque encontremos suspense, en ocasiones se vuelve predecible. Aun así, la autora logra que la obra sea interesante gracias al carisma de su protagonista, unos personajes secundarios divertidos y muy diferentes y los detalles que ofrece sobre la ambientación, que aportan datos curiosos sobre Berlín. El libro se divide en dos partes y tiene varios capítulos de corta extensión, por lo que es perfecto para leer en los ratos libres del día.
Lo que más destaca de la obra es la originalidad de su presentación. Sus páginas están repletas de esquemas e imágenes que ilustran ciertas partes del argumento y en más de una ocasión nos sacan una sonrisa. Así mismo, la autora ha hecho un curioso guiño a las nuevas tecnologías: cada capítulo alberga varios hashtags que sirven de introducción e incluso se incorporan en el texto para describir situaciones o personajes.
A través de una narración en primera persona, Anton narra los hechos de una manera que refleja perfectamente su personalidad: divaga, hace comentarios, finge preguntas y las responde como si nosotros, los lectores, le habláramos... Esto convierte la historia en un relato natural y desenfadado que conecta con la esencia de su título.
Sin filtros cuenta con todo (y cuando decimos «todo», es todo) lo necesario para entretenernos, pero también nos transmite un mensaje fundamental: la importancia de ser uno mismo, sin importar las dificultades.