«Nunca estuve enamorado de Abigaïl Stenson. La fascinación que ejercía sobre mí era de otro orden. Tal vez me hubiera gustado parecerme a ella, tal vez encarnara todo lo que me habían enseñado a odiar».
La primera vez que Garret vio a Ab Stenson, llena de sangre y polvo y vestida con ropa de hombre, no se hacía una idea de lo mucho que la aparición de esa mujer iba a cambiar su vida.
Tras robar el banco de Cody (y dejar un cadáver a su paso), Ab escapa y se topa, en su huida, con Garret Blake, el hijo del pastor de la localidad, al que toma como rehén para lograr escapar del sheriff y de sus ayudantes. Más adelante, después de comprar a un esclavo un caballo para Garret (en vez de simplemente robárselo), continúa la huida de la forajida y de su prisionero. A Garret solo le queda obedecer a la «bestia salvaje» y ver qué le depara el futuro a su lado.
Con Sin fe ni ley dejamos atrás el sur de Francia de la anterior novela independiente de la autora y nos vamos al oeste de Estados Unidos. Pero volvemos, no obstante, a algunos temas que ya podemos contar como recurrentes en su obra: la violencia doméstica (aunque también racial y de género), el despertar sexual, el sentimiento de no pertenecer a ningún lugar o la intromisión en la vida de aquellos que se salen de la norma —Brunet vuelve al racismo, aunque el centro sea, esta vez, el machismo—. Sin fe ni ley puede que sea, eso sí, menos introspectivo que El verano irrespirable en pos de una trama con más acción acorde al género en el que se enmarca: el western.
La historia está narrada en primera persona por Garret, que reflexiona sobre lo que vivió al lado de Ab Stenson cuando tenía dieciséis años. Al comienzo de la lectura, puede parecer que se trata de una novela de crecimiento —en vez de una novela sobre la vida y sobre las primeras veces, como es el caso— que incluye un largo viaje, pero nada más lejos de la realidad: el dúo protagonista enseguida se asienta en un lugar más o menos seguro. La historia de Ab es la de una mujer que se niega a aceptar eso de que «cuando no sabes quedarte en tu lugar, no tienes cabida en ningún sitio».
Está visto y comprobado que Marion Brunet, como Abigaïl Stenson, puede hacer lo que le venga en gana y salir airosa de ello.