Las vacaciones de Semana Santa de Tom van a tener un sabor agridulce. Su madre se ha separado recientemente de su padre, un maltratador al que por fin ha apartado de su vida. También va a ser la última vez que se quede en La Navilla, ese pueblo de la sierra a una hora de Madrid en el que ha disfrutado de sus vacaciones cada año. Su madre ha decidido vender la casa, pues el pueblo ha perdido su encanto en los últimos años por los vertidos de una cantera cercana en el río.
Junto a su amigo Martín, Tom vive esta semana con la sacralidad que le corresponde a este último resquicio de su infancia. Con la llegada al pueblo de Ros, un presidiario recién salido de la cárcel que vive en los Rosales, una antigua casona que se encuentra en las últimas, las vacaciones se convierten en una nueva aventura distinta a la de cada año.
David Trueba firma su primera novela juvenil con El río baja sucio, un libro nostálgico que se apoya en dos elementos fundacionales muy propios de nuestras tierras: la infancia y el pueblo. El autor indaga en esta nostalgia desde el punto de vista de un joven de diecinueve años que recuerda sus últimos años de infancia, narrados en primera persona.
Las últimas vacaciones de Tom en La Navilla se convierten en las de cualquiera de nosotros: nos recuerda la inocencia de estos últimos momentos de la infancia. El entorno de fondo son las bicicletas, la naturaleza que rodea el pueblo y ese río contaminado, que despierta la vertiente más social de la historia, quizá donde esta obra se desmarque más de otras novelas parecidas. Trueba hace una defensa de la naturaleza y una crítica a la política de los ayuntamientos que anteponen los intereses monetarios a la riqueza de sus paisajes.
El estilo del autor se sumerge en la primera persona de Tom, adolescente en etapa de descubrimientos, a quien retrata de forma muy sencilla y sincera. Aunque los personajes secundarios quedan algo desdibujados, la amistad se sitúa en un lugar presidencial de la trama: la relación de Tom y Martín es una de esas que solo podría tener lugar en un entorno mágico como La Navilla; si se hubieran conocido en la ciudad, probablemente todo sería distinto.
El río baja sucio nos hace viajar desde su sencillez a ese lugar teñido de ocre que son las vacaciones de la infancia: el pueblo, la familia, la naturaleza, el primer amor y un sentido de la aventura inagotable.