Era agradable sentirse abrazada. Aunque te abrazara un monstruo.

El mayor golpe de Estado imaginable. Un nuevo rey supremo de Faerie y un nuevo senescal al que el rey ha de obedecer, al menos por un año y un día. Una amenaza inesperada y una guerra que se fragua.

En Faerie, nada es justo. Jude, quien sigue tomando pequeñas dosis de veneno para «corregir sus defectos», lo ha aprendido por las malas, pero sigue contando, gracias a su condición de humana, con la ventaja de poder mentir. Hace un tiempo ella era quien manipulaba a Cardan, ese astuto zorro que juega a hacerse el tonto y a esconderse tras una fachada, pero ahora… los sentimientos no hacen más que nublar su juicio. Han transcurrido cinco meses del trato que los une, pero «aún quedan muchas partidas que jugar».

Si con El príncipe cruel temíamos asfixiarnos, con El rey malvado nos preocupa ahogarnos. Narrado en tercera persona —a diferencia del anterior, en el que Jude era la narradora no siempre fidedigna—, esta vez solo la propia Holly Black puede engañarnos, y el hábilmente disimulado foreshadowing o presagio es buena prueba de ello.

La saga de Los habitantes del aire vuelve a estar definida por dos palabras: poder y traición. Somos testigos, en esta segunda entrega, de nuevas traiciones (y antiguas que se repiten) por el ansia de poder. Llegados al desenlace, de nuevo ocurre como con la primera: tras un final de infarto, una necesidad imperiosa por leer el siguiente se apodera de nosotros. Ahora bien, El rey malvado se hace algo lento durante la primera mitad, pese a ser un libro corto en relación con los que acostumbran a conformar las sagas de fantasía.

No obstante, lo mejor que El rey malvado tiene que ofrecer es la mecánica entre Jude y Cardan, aunque sobre todo la propia Jude, que lejos de ser perfecta (ni como persona, ni como personaje), acaba cautivándonos.

En conclusión, si te gustó El príncipe cruel, El rey malvado también te gustará, porque sigue la misma línea del primero en muchos aspectos; es una secuela «perfectamente idéntica» (aun siendo diferente) que en absoluto desentona con la primera.