Salah ha cumplido su sueño: su ciudad, Damasco, está en guerra, pero él ha conseguido huir y llegar a Suecia, el reino helado del que le hablaba su abuela. Esperaba sentirse contento, y sin embargo está apático, desmotivado. No le han diagnosticado ninguna enfermedad, pero cada día tiene menos ganas de moverse o de comer. Llega un momento en el que no puede ni mantenerse despierto. Él ha llegado al reino helado, sí, pero por el camino se separó de su hermano Namir, y ahora parece que en Suecia no hay sitio para él y lo van a deportar.
En el hospital Karolinska, donde está ingresado Salah, hay un médico que cree saber lo que le ocurre. Tiene un síndrome, el síndrome de la resignación, que afecta a más niños, todos como Salah: aparentemente sanos, sin patologías previas, que pierden las ganas de vivir cuando descubren que los van a devolver a sus países. El equipo médico tiene que demostrar que ese síndrome es real, y lo tienen que hacer a tiempo de evitar que deporten a los niños. En ese equipo está Adela Cortés, que acude a Estocolmo para ayudar en esta investigación contrarreloj.
El reino helado tiene una trama que quizá ya hayas leído más veces, pero que está narrada de una forma distinta: a través de los recuerdos de Salah, los audios que Namir graba en el móvil y el diario de Adela. El cambio de narrador favorece las elipsis y la variedad, de modo que la novela se lee deprisa.
La gran aportación de esta novela es dar a conocer el síndrome de la resignación, una enfermedad que existe y que es una muestra más de la terrible realidad que viven los niños refugiados y de la responsabilidad que tienen los países que los acogen. A estos ingredientes, Itziar Pascual logra darles forma de novela a través de dos conflictos: por un lado, la separación de los hermanos, y por otro, la urgencia de demostrar que el síndrome de Salah es real antes de que sea tarde.
El reino helado ha sido finalista del Premio Alandar 2021; una distinción que avala la calidad de esta novela sencilla pero con mucha fuerza.