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Prohibido creer en historias de amor
Javier Ruescas

Montena
Reseñas de novedades El Templo#64 (junio 2018)
Por Raquel Brune
6.397 lecturas

Imagina por un momento que TODO EL MUNDO conoce cada detalle de tu vida, desde anécdotas de tu infancia hasta qué comiste ayer. Vayas donde vayas, los desconocidos te miran de reojo. Cada vez que te registras en tus per les de las redes sociales te encuentras con cientos de mensajes juzgando cada uno de tus actos. Así es la vida de Cali, la protagonista de Prohibido creer en historias de amor. Es lo que tiene que tu familia y tu novio sean youtubers famosos y que aparezcas en sus canales continuamente.

Para muchos, su estilo de vida es un sueño, pero ¿es el camino que Cali quiere seguir?

El mundo de las marcas, influencers y followers impregnan la novela desde la primera página (los fans de la cultura pop estarán en su salsa) y nos anima a reflexionar sobre las consecuencias de esta nueva realidad.

Sin embargo, la novela no se limita al mundo digital. Héctor aparece de pronto en la vida de Cali y la pone patas arriba: chico conoce chica, chica cono- ce chico, y por mucho que el título pretenda negar las historias de amor esta tiene muchas papeletas para convertirse en una. Este reservado músico (¡que no tiene ni Facebook!, pero vamos a ver, ¿dónde se ha visto esto?) captará la atención de Cali gracias a un misterio sin resolver en torno al póster de una vieja película y de un cine abandonado. Entre tanta modernidad surge la nostalgia, que también tiene un significativo huequito en esta historia.

Cali nos describe su mundo con un diálogo interno repleto de reflexiones, pero sin perder agilidad. A través de sus ojos conocemos a numerosos personajes secundarios de todo tipo, desde su egocéntrica familia hasta el entrañable Abel. También somos testigos de cómo muchos de ellos evolucionan (aunque no todos para bien) bajo su atenta mirada de aspirante a escritora.

A pesar de tener alguna que otra escena de drama, se trata de una novela tierna que sigue la estructura, a veces un pelín previsible, de cualquier comedia romántica que hayas visto en pantalla. Y es que se trata de un libro con un espíritu cinematográfico que casi te hace olvidar que estás leyendo.