Aunque se haga llamar príncipe, Sebastian no es más que un simple bufón. Más bien, intenta serlo siguiendo los pasos de su difunto padre, pero hasta Max, el bufalope parlante, tiene más gracia que él.
Su incansable búsqueda de un empleo estable y algo que llevarse a la boca hará que él y su cuadrúpedo amigo acaben en el reino de Keladon, donde con un poco de suerte conseguirá trabajo como bufón de la corte. Aunque partirán sin compañía, no llegarán solos a las puertas de la ciudad: por el camino se unirán a ellos el enano Cornelius, a la altura de cualquier reto, y la princesa Kerin de Keladon, cuya seguridad se ve comprometida por una posible conspiración.
Una vez en la corte, la aventura no ha hecho más que comenzar, y esta se forjará por medio de duelos, traiciones, romances y, sobre todo, chistes terribles. A solo un año de la mayoría de edad de Kerin, el rey Septimus se niega a renunciar a la corona, y la vieja bruja Magda está a su lado para ayudarlo a conservarla.
Philip Caverney pone sobre la mesa multitud de elementos característicos de las novelas de aventuras de ambientación medieval, que serán tan familiares para el lector de hoy en día como lo fueron para el de hace una década. Es el humor con el que liga todos esos elementos lo que hace que la de Sebastian no sea otra historia más, hasta el punto en que sus diálogos se asemejan a los de un guion de dibujos animados. Quizás por eso las aventuras de Sebastian, Max, Cornelius y Kerin son más divertidas que sorprendentes, y no hay nada malo en ello. Diría incluso que es admirable que la novela consiga mantener el ritmo y el interés sin perder su gracia durante casi 400 páginas aun siendo conscientemente previsible.
El encanto de la historia lo transmite también su edición, que originalmente incluía un ruidoso cascabel a modo de marcapáginas. Te deseo suerte si pretendes encontrarla en librerías, pero quedas advertido: si eres un lector inquieto, su eco te perseguirá hasta en tus más profundas pesadillas.
Con o sin cascabel, una gran aventura aguarda por ti en la primera entrega de las peripecias de Sebastian Darke.