So sure, this life might kill me. But in my experience, real life kills you faster.
A pesar de no formar parte del personal sanitario ni ser una paciente, Audie pasa gran parte de sus días en clínicas y laboratorios. Ella se define como conejillo de indias profesional, pues se gana la vida participando como sujeto en ensayos clínicos.
El pasado de Audie, fuertemente marcado por una familia desestructurada, no le ha dejado otra alternativa. A sus diecisiete años, lo que debería ser una forma esporádica de ganar un sueldecillo extra se ha convertido en su modo de vida.
Aunque a veces los efectos secundarios son bastante molestos —como ella misma dice: no pain, no gain—, Audie vive una vida tranquila. Al menos, hasta que toma una decisión que cambiará el rumbo de las cosas. Audie necesita reunir mucho dinero en muy poco tiempo para hacerle a su novio el regalo de cumpleaños perfecto, así que empieza a incrementar el ritmo de participación en los ensayos... a pesar de los riesgos.
Placebo Junkies es una novela tan cruda como preludian su título y su sinopsis. J. C. Carleson aúna en esta historia a un grupo de adolescentes que viven en condiciones precarias y el mundo de la industria farmacéutica. Son dos realidades que pueden parecer alejadas, pero su colisión convierten esta novela en un duro relato difícil de olvidar.
El punto fuerte de la historia reside en la forma en que J. C. Carleson ha conceptualizado la realidad en la que vive Audie. La autora aborda sin reparos cuestiones como la salud mental, las adicciones y la deontología, e introduce y refleja todos estos temas a través de la voz de la protagonista de forma brillante. Audie se describe a sí misma como una serpiente hambrienta que se muerde su propia cola para sobrevivir, y así concibe el lector la novela: una realidad a cada página más distorsionada y una atmósfera cada vez más angustiante. Todos estos aspectos destacan por encima de otros más técnicos, como una trama algo lenta y un elenco de personajes que podría haber dado más juego.
Placebo Junkies es, sin duda, una novela que incomoda: se necesita un nivel de inglés alto para leerla y es confusa, tramposa y claustrofóbica, pero es precisamente la incomodidad que acompaña durante toda la lectura lo que hace que esta historia sea tan brillante.