Él no tiene nombre ni pasado, y si lo tiene ya no lo recuerda. Lo único que sabe es que acaba de despertar en el vagón de un tren junto al cadáver de una mujer y una pistola que le incrimina. Ni siquiera puede saber si realmente ha sido él quien ha apretado el gatillo, pero le inquieta pensarlo.
Solo le quedan dos opciones: huir de la escena del crimen o quedarse a investigar y afrontar las consecuencias. La primera queda descartada cuando deja por error sus huellas en el arma homicida, y la segunda se volverá cada vez más compleja cuando comiencen a asaltarle visiones y recuerdos.
Algo muy extraño sucede en el Tren del Norte, el primero de su categoría en la España de 1984. No son solo los sucios negocios que se traen entre manos Ismael Docampo y sus socios. Tampoco el huracán Hortensia, que azota las costas de la península muy cerca del trazado del tren. No, se trata de algo mucho más enigmático, y probablemente tenga que ver con el misterioso pasajero 19.
La primera entrega de la trilogía de Las crónicas del viajante se presenta como una novela de misterio e intrigas, pero sus pretensiones van mucho más allá. La investigación del protagonista le lleva a menudo por el terreno de la acción, añadiendo a la mezcla elementos de terror y de ficción paranormal. Lo hace con un estilo muy particular y una narrativa muy cercana al guion cinematográfico, al que el autor de la novela también se dedica profesionalmente. Así, toda la acción es muy visual y se distribuye a lo largo de capítulos extremadamente breves en los que ningún detalle se deja al azar. Domina la estructura a la perfección, aunque en ocasiones el ritmo llegue a ser demasiado vertiginoso y juegue en contra de la verosimilitud de los personajes y la voz narradora.
Aun así, una cosa queda clara. Carlos Vila ha cumplido lo que prometió: mantenernos expectantes a la espera de la segunda entrega de la saga. La próxima parada no llegará hasta febrero de 2019, así que mientras tanto reclinen sus asientos, preparen la lectura… y disfruten del viaje.