A menos que seas el Protector de la Cuenta, adentrarte en el tercer Libro de los Orígenes sin conocer los mágicos secretos que se esconden entre las páginas de El atlas esmeralda y La crónica de fuego podría ser una aventura demasiado peligrosa. Ni si quiera tras las puertas de El Templo estarás a salvo de los spoilers.
Michael se siente inmensamente culpable por haber sido, en última instancia, quien le devolvió la vida al enemigo: una vida que tuvo que presenciar a través de la crónica y, junto a todas las demás, lo ha dejado marcado para siempre.
Kate nunca ha tenido dudas a la hora de poner a sus hermanos por encima de todo lo demás, ella misma incluida. Pero ahora Magnus el Siniestro habita el cuerpo de Rafe. Y si aún queda algún resquicio, por mínimo que sea, del verdadero Rafe, de aquel chico roto que se sacrificó para que ella pudiera seguir viviendo...
Emma, secuestrada y recluida en lo que parece ser la base de operaciones de Magnus el Siniestro, lucha por no caer en las redes del poderoso hechicero. El muchacho no cesa en repetirle que en su interior se alimenta una poderosa ira, y que tarde o temprano tendrá que aceptarla... igual que hizo él.
Ya no hay vuelta atrás. Magnus el Siniestro ha resurgido y, antes de tomar parte en la guerra que le ha declarado al mundo, los hermanos Wibberly tendrán que acabar con sus propios demonios.
La última entrega de Los Libros de los Orígenes es tan mágica, misteriosa y envolvente como sus predecesoras. Parte del mérito lo tiene la ambientación, que te engulle por completo entre ciudades y refugios mágicos, morum cadi, necromanti, gigantes y enanos.
La prosa no destaca ni para bien ni para mal: es, simplemente, adecuada. Son los personajes los que vuelven a llevarse la palma, mostrando una profundidad que no suele darse en este tipo de historias: un buen ejemplo de ello es Rafe. La trabajada relación entre los tres hermanos es enternecedora, de las que dejan huella y, después de todo lo vivido, cuesta despedirse de la cabezonería de Emma, las nobles intenciones de Michael y, sobre todo, de la férrea determinación de Kate por mantener la promesa que le hizo a su madre.
John Stephens ha logrado hilar con maestría todos los cabos que poco a poco había entretejido, convirtiendo la que podría haber sido una trilogía middle-grade más en una historia compleja, con esencia propia y cierto sabor a clásico que no dejará a nadie indiferente.