La versión edulcorada del mundo de las películas de Disney ha enseñado a Aurora a no creer en los cuentos de hadas. Sí cree, sin embargo, en la magia; concretamente en la que envuelve a Valira, el pequeño pueblo de montaña que la vio nacer. En realidad, son pocos los valirenses que cuestionan la existencia de la magia del pueblo. Y es que Valira, además de albergar un carrusel —el más antiguo de Europa— que es mucho más que una atracción infantil, regala a sus jóvenes unas noches de verano que solo pueden definirse como mágicas.
A pesar de ello, a Aurora le falta algo. Siente que hay un muro invisible entre ella y el mundo, un muro que impide que el vínculo con sus amigos sea tan fuerte como debería y que la condena a vivir una vida tristemente tranquila. Sin embargo, esta calma se ve trastocada en el verano de sus dieciocho años. Ha llegado el momento de encauzar su futuro, y por si eso no le supusiera suficientes quebraderos de cabeza, Teo, el hermano de su mejor amiga, ha regresado al pueblo tras pasar dos años en la ciudad.
En medio de todo esto se encuentra el corcel dorado, el que, dicen, es la figura más mágica del carrusel de Valira…
Nosotros después de las doce nos ha sorprendido por la profundidad de su mensaje, por el trasfondo de su protagonista y por la maestría con que están entrelazados estos dos elementos. A través de una trabajada ambientación, la autora nos sumerge en una bonita historia que encierra unos personajes redondos y que está muy bien escrita, elevando la de Laia Soler a una de las voces más líricas del panorama juvenil nacional.
El mayor ejemplo de estos personajes redondos reside en Aurora, una protagonista que es un auténtico torrente de emociones. Su desarrollo evidencia la habilidad de la autora para perfilar personajes únicos, y su conflicto está tan bien conseguido que se ve reflejado en sus pensamientos, en sus acciones y, sobre todo, en sus errores y aciertos.
El conflicto de Aurora nos brinda un poderoso y bello mensaje que dota al libro de una profundidad que nos ha fascinado: lo que nos duele es parte de quienes somos, si duele es porque importa y, si olvidamos que duele, olvidamos que importa.