¡Cuidado! Esta reseña contiene spoilers de Siega.
Los problemas de la Guadaña tienen nombre propio: Anastasia y Lucifer. Aunque cada uno siga un camino distinto, ambos segadores están entorpeciendo el correcto funcionamiento de la Guadaña. Anastasia, con su método de criba, caracterizado por una compasión que desafía los ideales del nuevo orden, y Lucifer, con su sentido de la justicia, que reduce a cenizas a todo segador corrupto que contamina la organización con sus ansias de poder o sus sesgos ideológicos. Anastasia y Lucifer son el motor de un cambio que no todo el mundo está dispuesto a aceptar.
Los problemas del Nimbo también tienen un nombre propio: la Guadaña. La comunidad de segadores se está corrompiendo por la fragmentación entre el nuevo orden y la vieja guardia; una fragmentación que, además, está teniendo lugar en los rincones a los que las cámaras del Nimbo no pueden acceder. Por tanto, él solo puede observar, frustrado, mientras «la humanidad trenza poco a poco la soga que usará para ahorcarse». Porque, aunque sepa que se avecina una peligrosa tempestad, una cosa está clara: el Nimbo no puede ni debe interferir en los asuntos de la Guadaña…, ¿verdad?
La segunda entrega de esta trilogía mantiene todos los aspectos que nos conquistaron en su primera parte y los potencia aún más. Su originalidad, lejos de haberse agotado en Siega con la descripción del funcionamiento de la criba, va más allá al mostrarnos los entresijos del Nimbo: conocer el mecanismo, las reflexiones y, sobre todo, las limitaciones de la inteligencia artificial más poderosa del mundo es uno de los mayores atractivos de la novela.
Respecto a la historia, nos encontramos ante un libro puente entre el primero y el último: hay muchas tramas que no se solidifican en una línea argumental definida hasta el final, una estructura que Shusterman ha empleado de forma muy inteligente para preparar el terreno de cara al desenlace de la trilogía. Pero no por ello Nimbo es insustancial o caótico, sino todo lo contrario: el autor demuestra con esta entrega manejar la tensión como nadie, lo que provoca una lectura ágil y sorprendente.
No nos cabe ninguna duda de que, si el desenlace está a la altura de sus predecesoras, El arco de la Guadaña puede convertirse en una de las mejores trilogías de los últimos años.