Los Brown necesitan con urgencia una niñera: la última ha dimitido. Y la anterior. Y todas las que las precedieron. Por si tuvieran poco con cuidar de los niños (son tantos que ni el narrador se siente capaz de presentarnos a todos), las institutrices se convierten en el blanco continuo de sus travesuras y torturas. ¿Quién podría soportarlo y, a la vez, educar a las fierecillas?

La agencia les da una sola alternativa: Matilda. La mujer se presenta de manera inesperada, con un mensaje extraño y una apariencia muy desagradable. Pero para ser contratada le basta la promesa de que transformará a los niños en solo siete lecciones.

«Este es mi método de trabajo. Solo elijo quedarme en una casa cuando los niños no me quieren pero me necesitan. No me marcho hasta el momento en que ya me quieren pero no me necesitan».

El personaje de la niñera mágica forma parte del imaginario colectivo gracias a la adaptación cinematográfica de la obra, La niñera mágica (2005), y a la interpretación de Emma Thompson. Ahora, la editorial Siruela ha recopilado la trilogía —La niñera Matilda, La niñera Matilda en la ciudad y La niñera Matilda en el hospital— en un volumen de lujo. Sara Cano firma una estupenda primera traducción al castellano, sin perder la chispa del original, y las ilustraciones de Edward Ardizzone, primo de la autora, dan vida al texto con mucha gracia.

Aunque difiere de la película en aspectos clave, la saga posee también un narrador perspicaz y grandes dosis de comedia. No obstante, las historias concluyen siempre con enseñanzas moralizantes que se apoyan en la misma estructura; a pesar de que su tono paródico las hace más amenas, a lo largo de tres volúmenes resultan repetitivas.

El gran valor de Matilda reside en sus diferencias con el resto de niñeras literarias. Christianna Brand supo retratar con simpatía el contraste entre la fealdad del proceso de aprendizaje y la belleza de sus frutos a través del cambio físico de Matilda... ¿o en realidad siempre fue así de guapa?