Cuando el mar arrasó con todo, Rob tenía siete años. Las ciudades costeras quedaron inundadas y la mayoría de la gente huyó al interior, pero algunos, como Rob, ya no podían vivir tranquilos en edificios cerrados. Se quedaron en el mar, viviendo en los tejados que sobresalían como islas, y poco a poco fueron desarrollando un nuevo estilo de vida.
Hay dos negocios principales en las ciudades inundadas: puedes ser buscador de tesoros profesional y sumergirte en las profundidades en busca de objetos de valor, o puedes tener una tienda de trajes de buzo y alquilárselos a los buscadores de tesoros. A sus dieciocho años, Rob no es muy ambicioso. No quiere hacer una fortuna en ninguno de esos dos negocios; solo ganar lo suficiente para vivir y, con suerte, poder compartir esa vida con Lana.
Pero si fuese cierto lo que dicen y en el fondo del mar existiese algún tipo de magia… eso cambiaría mucho las cosas, ¿no?
Las ciudades inundadas suelen ser protagonistas de novelas distópicas, pero en este caso nos encontramos con un libro realista con pinceladas de fantasía. Hasta aproximadamente la mitad no se presenta la trama principal, pero antes de eso estaremos entretenidos viendo cómo se vive en esta peculiar sociedad.
El mayor atractivo de El mar son sus personajes. Rob se desmarca de todos los tópicos que últimamente estamos viendo en los personajes masculinos de la literatura juvenil; es un chico tranquilo, inteligente, que busca una felicidad sencilla, no solo para él sino para quienes le rodean. Los personajes secundarios funcionan bien, tanto de manera independiente como dentro de la comunidad, y los acabaremos conociendo a todos como si nosotros también hubiésemos vivido una temporada en los tejados.
Frente a estos personajes tenemos a los turistas, las personas que se trasladaron al interior y cuyas vidas siguen estando dirigidas por el dinero y esa ansia inagotable por tener más que los demás. Buscan la felicidad, pero están inmersos en su complicada rutina sin ver que eso es precisamente lo que les impide conseguirla.
Ese es el mensaje que Patricia García- Rojo nos transmite con El mar: la felicidad está a nuestro alcance, mucho más cerca de lo que imaginamos. Solo hace falta separar lo que importa de lo que no.