Eso era lo que pasaba en Lily. La gente soñaba. La gente se marchaba. Y después volvía. Era como la versión de Arkansas de un agujero negro; nada podía escapar de él.
Es verano. Una variedad de pájaro carpintero, que se creía extinta desde hace más de medio siglo, ha puesto la localidad de Lily patas arriba. Su avistamiento ha devuelto la esperanza en las segundas oportunidades a los habitantes de un lugar que destaca por lo anodino, de donde los jóvenes, a la mínima, «escapan» con la intención de no volver. Por eso, cuando Gabriel, el hermano del protagonista, desaparece, se cree que podría ser algo completamente voluntario, y pronto su desaparición pasa a un segundo plano.
Ese es el verano y la historia de Cullen Witter. Pero también está la historia de Benton Sage, un joven misionero que pronto deja de encontrarle sentido a su cometido y decide embarcarse en una búsqueda desesperada del sentido de todo lo que le rodea. Y ambas historias son, en realidad, una: Un lugar al que volver.
Un lugar al que volver ganó, entre otros premios, el Michael L. Printz, quizá el galardón estadounidense más prestigioso en lo que respecta a literatura juvenil. Desafortunadamente, en España, el debut literario de John Corey Whaley ha caído en el olvido. En gran medida, esto se debe a que su disponibilidad fue limitada. Con una traducción propia de Círculo de Lectores, formó parte de su catálogo al año siguiente de su publicación en 2011.
El texto, ocho años después, sigue resonando de la forma en que lo hacía por entonces: con su prosa certera, personajes verosímiles, carácter reflexivo, análisis profundo de las situaciones que se plantean y un delicado, aunque inusual, manejo de la trama. Hace también uso de un gran número de elementos religiosos —nombres, apelativos, textos, símbolos y virtudes teologales (fe, esperanza y caridad)— que quedan perfectamente integrados dentro de la historia y de la ambientación que requiere la novela.
Cuando estás leyendo este libro no sabes del todo qué esperar. Te creas expectativas. Intentas deducir qué pasará, pero la trama se retuerce. Ves cómo algunos de los personajes se convierten en muertos vivientes. Te dejas devorar por la historia. Y terminas por no tener lugar al que volver.