Adelle y Connie están obsesionadas con la novela gótica Moira. Es su libro favorito, y hablan de él a todas horas. Cuando el hombre de la tienda de esoterismo del pueblo les ofrece trasladarlas de verdad al interior de la novela, no se lo piensan dos veces antes de aceptar. No solo podrán conocer a la protagonista, sino vivir en el mismo mundo que ella durante un rato, experimentar los eventos de la alta sociedad y disfrutar del momento. El problema llega cuando se dan cuenta de que el mundo de Moira no se parece en nada al que han leído en el libro. Aquí los horrores cósmicos pueblan cada página, y deberán luchar contra viento y marea para encontrarse de nuevo y salir de la novela antes de que sea demasiado tarde.
Esta obra disfruta de dos cualidades muy importantes: sus personajes (especialmente las protagonistas) y la prosa de la autora. Por un lado, Adelle y Connie llegan al mundo de Moira con problemas como la crisis sobre su identidad sexual que sufre Connie o la preocupante obsesión que siente Adelle por esta novela. Ambas tienen una personalidad y existencia independientes antes de aceptar a la aventura, y eso será lo que exploren una vez estén dentro. También la amistad entre ellas es digna de mención, aunque pasen una gran parte del tiempo separadas por las circunstancias. Por el otro, se nota que a Madeleine Roux no solo le gusta lo que está escribiendo, sino también el material que la inspira. Si bien intenta con ahínco no nombrar directamente a ninguno de los horrores o Dioses Antiguos, no es difícil identificar los múltiples cameos de diversas criaturas lovecraftianas a lo largo de la novela; consigue convertir esta novela tradicional en un homenaje al conocido autor de terror. Para sus fans, será una delicia. Para quien no lo sea, es posible que se pierdan, pero no afecta mucho al entendimiento del resto de la trama.
Quizás el fallo de este libro se halle en su brevedad. Aunque la autora tiene una imaginación envidiable, muchos son los hilos argumentales que menciona y no vuelve a tocar en toda la novela. Con apenas cuatrocientas páginas, llegar a las quinientas habría ayudado a redondear unos personajes y trama que quedan un poco abandonados al final de la lectura.
Pese a todo, El libro de los secretos vivientes es un libro corto y adictivo, muy sencillo de leer y que es perfecto para las tardes en la playa o una mañana en la piscina. Pero recordad que hay que acabar la novela si deseáis salir de ella.