¿Hasta qué punto son diferentes el mundo real y el virtual?
Sebastian se hace esta pregunta día tras día. Él es un chico como cualquier otro: discute con su madre, sale con sus amigos, quiere tener novia? Sin embargo, hay una cualidad que le diferencia del resto de personas: es un verdadero experto en videojuegos. Esta afición le hace aceptar una extraña pero atractiva oferta: probar simuladores a cambio de dinero. Lo que él no sabe es que lo que sucede en su ordenador es real y que los drones que pilota están matando a gente inocente.
Lo primero que debes saber es que este no es un libro de muchas aventuras y acción; es la historia de un chico que intenta afrontar su adolescencia de la mejor forma posible. La vida de Sebastian no es fácil: vive solo con su madre, no habla con su padre y su hermana murió hace unos años; por eso, cuando se le presenta la oportunidad de ganar dinero jugando al ordenador, no duda en aceptar la propuesta.
Juegos inocentes juegos está dividido en dos partes: por un lado, Sebastian se dirige al lector para contarle sus experiencias a este lado de la pantalla, mientras que por otro lado, un cambio en la tipografía y en el narrador nos transporta al otro lado de la ordenador, donde un poblado está siendo atacado sin motivo.
Parece que menos de doscientas páginas son pocas para poder conocer a un personaje, sin embargo, eso no sucede en esta historia. Cada página es única porque nos permite adentrarnos cada vez más en los sentimientos de Sebastian.
Una de los aspectos que más llama la atención es la forma de introducir los diálogos, sin raya ni nada que indique que los personajes van a hablar. Ricardo Gómez, con su peculiar estilo, simplemente nos cuenta a través de Sebastian lo que dice cada uno de ellos. El ritmo es muy fluido y cuando te quieres dar cuenta, apenas veinte hojas te separan del final del libro.
Esta novela ha sido ganadora del XII Premio Alandar otorgado por el Grupo Editorial Edelvives, que tiene como objetivo animar a los autores a escribir grandes historias capaces de atrapar entre sus páginas a los más jóvenes.