Este libro es una mentira muy especial: es una mentira con aviso, una mentira juguetona que no es para engañar, una mentira para divertirse y viajar.

La protagonista de esta historia es una viajera con una insaciable curiosidad por descubrir las tierras de lo desconocido. Su aventura comienza con el anhelo de llegar al otro lado del mundo cruzando el gran océano de occidente. Sin embargo, esta expedicionaria intrépida necesita una tripulación con la que compartir su travesía, así que, antes de zarpar, reúne a cuarenta y nueve marineros y un piloto experto con las cejas espesas y la larga barba de un viejo lobo de mar.

Por el camino, los navegantes vivirán episodios de lo más extravagantes: atravesarán tormentas, presenciarán la batalla entre los selenitas y los habitantes del Reino del Sol, se zamparán una isla hecha de queso, recorrerán, entre bostezos, la isla de los Sueños y, como en cualquier otra historia marinera, a su barco lo engullirá una ballena. No obstante, este episodio dista de la historia conocida, pues en El inventor de viajes se habla de un grupo de criaturas que reclaman tributos a cualquier ser foráneo que habite los bosques propagados por el interior del mamífero.

En este libro, Irene Vallejo versiona Historias verdaderas, un clásico grecorromano escrito por Luciano de Samósata, el cual parodia los relatos de navegantes. La autora, valiéndose de la voz del cuentista, crea un texto fantástico de fácil lectura lleno de criaturas estrafalarias, aunque siempre permanece fiel al original. Además, emplea un lenguaje sencillo e incorpora trazos humorísticos que acarician las entrañas del lector, como el profundo aroma a mar que envuelve cada página. A lo largo de la narración, separada en diez capítulos cortos, se usan repeticiones y preguntas retóricas, con el objetivo de captar la atención de los pequeños (y no tan pequeños) trotamundos que se encuentren hilando peripecias entre párrafo y párrafo.

Asimismo, resulta imposible ignorar las coloridas ilustraciones realizadas por José Luis Cano, que aderezan las intermitentes porciones de texto. En ellas, el también autor experimenta con distintas tonalidades y texturas para aportar creatividad a la fábula. De este modo, los pulgarqueros vuelan gracias a un par de alas estampadas a cuadros y los cabezatunes son del color del arcoíris.

Irene Vallejo imagina un cuento breve para lectores de todas las edades, deseosos de llegar a lugares tan lejanos y tan extraños que ni siquiera existen. Los anima a convertirse en los inventores de su propio viaje. Magnífico, ¿verdad?