Hugo Cabret vive en París, a principios de los años treinta, oculto en una estación de ferrocarril. Es allí donde, con precaución, lleva a cabo sus dos misiones: estar pendiente de que los relojes de la estación se mantengan en hora y tener cuidado de que no lo pillen haciendo su labor. Estas son las dos tareas que le ha encomendado su tío, quien ahora está a su cargo.
Y es que Hugo ha perdido a sus padres y, de ser descubierto, podrían llevarlo a un orfanato.
No obstante, su existencia no es el único secreto que Hugo guarda. Hay algo de lo que no le ha hablado a nadie: se dedica a reparar el misterioso muñeco de cuerda que le dejó su padre. Puede que en su interior encuentre las respuestas que tanto tiempo lleva buscando. Es así como, en la procura de piezas para reparar el artilugio, será descubierto por el juguetero al que pretendía robar, y por su nieta Isabelle, una niña revoltosa e insaciable lectora. Aquí comenzará su aventura.
La invención de Hugo Cabret es una obra cargada de emoción y ternura. Junto a este pequeño genio relojero, y su amiga Isabelle, comenzarán a desarrollarse una serie de inexplicables acontecimientos, que los llevarán a vivir una preciosa aventura llena de magia y sueños imposibles.
Si algo debe destacarse de esta novela es su cuidada edición, a través de las más de doscientas ilustraciones dibujadas por el propio Brian Selznick, que completan la obra. Así es como, jugando con la dualidad de texto e ilustraciones, el autor nos narra una historia de manera visual, que alimenta la magia del París de los años treinta y los comienzos del cine.
Esta es la obra perfecta para aquel lector que busque algo diferente y original. A priori puede parecer un libro rudo, con sus más de quinientas páginas, pero gracias a este juego de ilustraciones intercaladas con texto, la lectura se desarrolla de manera ágil. Pasadizos secretos, grandes ferrocarriles, amistad y sueños imposibles, se juntan formando los engranajes de la historia de Hugo Cabret.