Hace un año que Layla y su familia se tuvieron que inscribir en el registro por el simple hecho de ser musulmanes. Ahora, después de que todas las personas que profesan el Islam hayan sido declaradas «una amenaza para el país» en Estados Unidos, los envían a un campo de internamiento; junto a tantas otras familias estadounidenses musulmanas, tendrán que dejar su dulce hogar atrás. Porque su vida ya la dejaron atrás hace mucho: a Layla la expulsaron del colegio y a su padre, profesor de escritura y poeta, lo destituyeron de su trabajo y hacían arder sus libros (junto a los de muchos otros literatos) en una quema pública.
Será en ese campo de internamiento donde tendrá lugar la mayor parte de acción del libro: empezando por la cotidianeidad, describiendo detalladamente las instalaciones y las rutinas; pero sobre todo la lucha por salir de allí. En esta misión, Layla no estará sola, dado que contará con la ayuda tanto de nuevas amistades como de personas externas que están cansadas de tanta discriminación.
Si bien este argumento puede parecer una verdadera distopía, es una realidad que han vivido muchas personas en el pasado, que siguen viviendo muchas personas en el presente. A través de una joven protagonista fuerte, decidida, con las ideas muy claras, que narra su historia en primera persona, nos adentraremos en esta historia de la lucha por la libertad. Y es que Layla tiene claro que ser musulmana y estadounidense no son dos identidades excluyentes.
Layla es precisamente el punto fuerte de esta historia. Aunque es cierto que en algunos momentos su comportamiento es algo irreal (a veces parece que solo quiere alzar la voz para volver a estar en brazos de su estimado novio), es un detalle nimio en comparación con la buena caracterización del personaje. El resto del elenco tiene un papel más bien secundario aunque también interesante: los guardias del campo de internamiento, así como la dirección del mismo y la familia de Layla, aportarán diferentes perspectivas sobre esta nueva realidad.
Con esta distopía tan a la orden del día, Ahmed nos envía un mensaje que no podemos ignorar: solo hay una opción contra la discriminación, contra el totalitarismo, contra el fascismo: la resistencia.