El abuelo le había jurado que ya no habría más estafas, que su nueva vida en Neuhalt sería tranquila por fin. Pero, bueno, Ánade ya sabía que no podía fiarse de él. Y, de todos modos, lo único que le ha pedido ahora es que le consiga a un muchacho «prescindible» para «una última argucia», así que ¿quién sabe? Quizás si se lo trae, su taimado abuelo cumpla su promesa por una vez.

Collejo acaba de llegar a Neuhalt para intentar conseguir el dinero suficiente para salvar la granja de su madre. Pero su primer día en la ciudad no va demasiado bien: debido a un comentario desafortunado sobre la brujería de los safíes, el capitán Rabio piensa que Collejo podría ser desleal. ¡Y eso es lo peor que podría pensar de él! Para evitar meterse en más líos, Collejo se repite lo que le gritó el capitán: que la brujería no existe. Que los safíes son saboteadores. Que la leyenda de que todo aquel que entra a la Fortaleza de Berren queda atrapado tras sus muros es solo eso, una leyenda.

La astucia de Ánade y la honestidad e ingenuidad de Collejo se complementan entre sí: sirven de recurso cómico al principio y, después, de obstáculo en su relación. Porque ¿pueden dos personas tan distintas hacerse amigas? Quizás… Pero si ambas se ven envueltas en un complot que podría costarles sus vidas (las suyas y, quizás, la de alguien más), la cosa se vuelve aún más complicada.

La evolución del personaje de Ánade es el aspecto más profundo de la obra, pero es que Héroes por accidente tampoco pretende ser una historia profunda. Tiene una trama sencilla: una aventura, una pizca de magia y engaños y un villano cuya identidad el lector debe intentar adivinar. Esa es la promesa que hace en los primeros capítulos, y, al acabar la lectura, se puede considerar que es una promesa cumplida.

Quizás sí se echa en falta algo más de información sobre los safíes, el misterioso y repudiado pueblo mágico de Neuhalt. Pero no pasa nada: por cómo acaba Héroes por accidente, parece que a Ánade y Collejo les espera mucha brujería en sus próximas aventuras.