La cámara enfoca un pueblo de Polonia. Es apenas una aldea, con un río que la divide en dos, un puente y unas pocas casas. La presencia de unos soldados rusos, que se han asentado en el pueblo, llena la atmósfera de tensión.
Es el verano de 1914. Siete amigos se han reunido junto a la fuente. Aún no son lo bastante mayores como para alistarse en el ejército ni participar en las conversaciones de los adultos, pero tampoco son tan niños como para no enterarse de nada. Jurek, el más temerario del grupo, propone un desafío. Los uniformes de los soldados rusos están llenos de botones vistosos; el que consiga el mejor y de la forma más arriesgada, ganará. Patryk odia los juegos de Jurek y su actitud descerebrada. Aunque querría evitar la competición, solo ve una solución: conseguir el mejor botón y acabar con el liderazgo de Jurek.
La guerra de los botones no narra la Primera Guerra Mundial, sino que solo la usa como telón de fondo. Por supuesto es un contexto con mucho peso, pero, al ceder el protagonismo a la guerra de los botones, el autor logra crear una historia muy original. Con algo tan simple como una competición entre amigos consigue más tensión que otros escritores con misterios y asesinatos.
A través del punto de vista de Patryk presenciaremos con impotencia cómo la situación se va descontrolando. Tenemos a siete personajes, con su carácter y sus circunstancias, e iremos viendo cómo sus decisiones van construyendo su camino. Los dos personajes mejor dibujados son Patryk, el más noble, que siente que es su deber defender a los demás, y Jurek, el inestable, que viene de una familia desestructurada y está prácticamente solo en el mundo. Los demás personajes están dibujados con un par de pinceladas y no aportan una subtrama que complemente la principal, así que el resultado es una novela sencilla pero inteligente, que se lee deprisa.
El ejército alemán está a las puertas de la aldea de Patryk. ¿Quieres saber qué pasará cuando la guerra de los botones se entrelace con la guerra real?