moto país en medio del desierto del que es originaria su madre, y del que su familia se ha mantenido alejada durante años desde que se instauró una dictadura militar. Pero ha pasado mucho tiempo desde entonces, y cuando a la señora Sutstru le proponen hacerse cargo de una recóndita mina que puede servir para mejorar la calidad de vida del país, la mujer no duda en dejar atrás Canadá y mudarse por un tiempo con su hija a un palacio en medio de la nada. Un palacio que para colmo, esconde más secretos que polvo.
No tardan mucho tiempo en descubrir que Bésibes sigue siendo un territorio decadente, pese a las promesas del embajador. Ocurre con la mina, donde sólo trabajan mujeres sin preparación; el colegio tampoco es lo que aparenta: la profesora sólo pronuncia galimatías inconexos y los alumnos están esperando que llegue la hora de salir para ayudar en las tareas del hogar, para frustración de Eva. Madre e hija viven sus particulares desilusiones en paralelo, mientras los acontecimientos se aceleran en Ejem, un pueblo perdido en el desierto que bien merece un carraspeo de desaprobación. Y es que hace tiempo, cuando el Sobrino (sobrino segundo del dictador) abrió la mina por primera vez, sucedió algo muy extraño, y las consecuencias han perseguido a los habitantes de este lugar desde entonces.
Paloma Bordons narra una historia inquietante desbordante de sentido del humor, protagonizada por personajes carismáticos que completan esta novela publicada en la serie roja de Barco de Vapor. Todos los desiertos pueden parecer iguales, pero el de Bésibes posee unas peculiaridades que lo hacen único, igual que a sus gentes. La autora ha creado costumbres y un vocabulario específico para los lugareños, siempre acompañado con una nota de comicidad. Aunque el escenario sea inventado, uno no pierde la sensación de estar conociendo un pueblo extranjero que podría ser tan real como cualquiera de Oriente Medio, además de interesante.
Lo más emocionante de La gruta de las Escorias es que la historia se va enredando a medida que pasan las páginas, y los personajes secundarios adquieren protagonismo cuando creíamos que no tenían nada más que aportar. Todo sea para llevarnos a un final donde todas las piezas encajan, y donde, con un poco de suerte, los peones de esta conspiración puedan expirar las Escorias y atraer las mejores Esencias de los muertos del más allá. En un catálogo dominado por los títulos comerciales, últimamente tan obsesionados con la moda del instante, se agradece una novela pensada para la prescripción y que, sin embargo, se disfruta como si la autora la hubiese escrito para nuestro máximo deleite sin obsesionarse con el clásico compromiso social o educativo. Ya querrían esas reacciones para sí algunos libros que cuentan con toda clase de promociones y presupuestos.