Tras luchar en la Gran Guerra, lo único que Nick Carraway anhelaba verdaderamente era que el mundo estuviese lo suficientemente tranquilo como para no tener que leer las emociones de los corazones humanos. Dispuesto a ello, en el verano de 1922 dejó su ciudad natal en la Costa Oeste y alquiló una casa en la bahía del West Egg de Nueva York, justo al lado de la gran mansión del señor Gatsby.
En un primer momento, se limitó a iniciar sus actividades en Bolsa y a visitar a su prima, Daisy Buchanan, hasta que fue invitado a una de las fiestas que organizaba su vecino. Aquella noche fue la primera vez que habló con Jay Gatsby, un hombre que representaba todo lo que él despreciaba pero que pronto se hizo su confidente y, entre fiestas y viajes a la ciudad, descubrió, además de sus sueños y aspiraciones, la verdad tras su gran nombre.
El clásico de Scott Fitzgerald empieza con una afirmación: «Queda dicho que tengo una gran tendencia a reservarme toda opinión». Sin embargo, a medida que el personaje de Nick Carraway se adentra en la vida de fiesta y distorsión del Este en los locos años veinte, la crítica hacia el modo de vida de los más ricos queda patente en todos sus enunciados.
Esta distorsión, presente en toda la narración, solo empieza a ser menos confusa para el lector cuando todos los personajes, sus vidas y el vínculo entre ellos ya se ha presentado. Es entonces cuando el narrador, que ya ha comprendido el motivo de todo lo que sucede a su alrededor, pasa a ser un mero espectador de la vida de Gatsby, Daisy y su círculo de amigos. De esta forma, solo cuenta lo que sucede, sin intervenir, pero mostrando sus repetitivos comentarios sobre la dudosa moral de las personas con las que se rodea. Así, la acción se condensa en la última mitad de la novela para terminar de la misma forma que empezó: con un juicio nostálgico sobre el pasado, el mundo y el corazón humano.
En definitiva, El gran Gatsby es un reflejo perfecto de la sociedad tras la guerra, así como de la evolución de pensamiento que sufrió la época. Si bien la introducción puede llegar a resultar un poco larga con tanta descripción de las fiestas a las que asisten los personajes, el ritmo del final de la obra hace que sea un clásico ideal para leer en un par de días.