Londres no es el mejor lugar para un chico como Jack, que es incapaz de no prestar atención hasta al mínimo detalle: cada movimiento, cada conversación, cada ruido del exterior. Por eso, mientras su madre recorre los hospitales en busca del padre de Jack, él se queda en el hotel. O al menos, esa era la idea hasta que su hermana pequeña se escapa de la habitación y Jack tiene que lanzarse en su busca a las ajetreadas calles de Londres.

Él solo quiere encontrar a su hermana, pero acaba dando con algo que cambiará sus planes: el Gabinete de los Objetos Perdidos, una organización secreta del gobierno británico que se dedica a recolectar los artefactos más peculiares de la historia. Mediante la intervención de una joven becaria, Jack será dudosamente fichado para colaborar con el Gabinete en una misión especial: encontrar a John Buckles, agente desaparecido de la organización… y padre de Jack.

Que tu padre tenga una vida secreta es algo difícil de asimilar, pero si encima descubres que tu Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad es en realidad el síntoma de que eres un Rastreador, igual necesitas tomarte una tila. Sin embargo, Jack deberá sobreponerse rápido, porque él es el único que puede encontrar a su padre, y dar con John Buckles es un asunto de vida o muerte… para toda Inglaterra.

El Gabinete de los Objetos Perdidos es solo la punta del iceberg. James R. Hannibal nos descubre todo un entramado de Ministerios secretos con los que el gobierno británico lleva a cabo las misiones más insospechadas. La tecnología steampunk y la fantasía van de la mano en este mundo oculto en el que montaremos en trenes subacuáticos, seremos atacados por autómatas con forma de escarabajos egipcios y visitaremos los recuerdos del pasado atrapados en tumbas y en el empedrado de las calles londinenses.

Aunque la trama es algo apresurada, especialmente hacia el final de la novela, si te gustan las ambientaciones distintas y los misterios con un toque de historia, en El gabinete de los objetos perdidos encontrarás tu próxima lectura.